«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

El muro de silencio en torno a Pío Moa

En la pintura, vemos a los «historiadores» con más ventas diseccionando el cadáver de la Historia

Estimado Don Pío, he leído su artículo acerca del muro de silencio que le rodea. Usted hace años tuvo delante dos caminos: el de la honestidad y el de la fama. Y escogió el camino de la honestidad. Desde entonces ha tenido que pagar el precio. A nosotros, los creyentes, nos consuela la seguridad que tenemos de que en el universo existe una Justicia Divina que está más allá de toda justicia humana.

Aquí abajo, en este mundo, los tramposos campan a sus anchas. No sólo los tramposos, también los mentirosos, los deshonestos, todos aquellos que buscan el aplauso general, todos aquellos que son fachada y detrás de esa fachada no hay nada.

Busque usted sólo la verdad, el trabajo bien hecho, la perfección en su campo. El mundo editorial se hunde. No ponga su corazón en él. El mundo editorial se hunde, y antes de ser tragado por las aguas oscuras, busca la salvación en obras cada vez más populistas. La industria en vez de buscar su salvación en una mayor calidad, la busca en un aumento de su vaciedad.

Esos autores que venden decenas de miles de libros, no tienen de sus seguidores la admiración que tantos tenemos por usted. Ellos tienen la cantidad de ventas. Usted la cantidad, el afecto y la admiración de los lectores. Créame, es usted mucho más rico de lo que piensa. Ha logrado sus objetivos más de lo que cree.

Y recuerde que hay una Justicia Divina que dejará las cosas en su sitio algún día. Recuerde la película Un hombre para la eternidad, cuando para Tomás Moro todo acababa aparentemente en el fracaso más rotundo, comenzaba el éxito más inimaginable para él a través de los siglos.

Ningún galardón del rey de Inglaterra, ningún honor del Parlamento, ningún título nobiliario, podía ni de lejos compararse al honor que le iban a tributar los siglos.

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