Una estadounidense, Tina Gibson, ha dado a luz a un bebé gestado a partir de un embrión que fue congelado hace 25 años
Los avances científicos han propiciado una ingente cantidad de cambios en los procedimientos médicos; cambios que, pese a lo que pueda parecer, no son mayoritariamente positivos. Así, el progreso técnico – y la inestimable cooperación de los gobiernos estatales – ha permitido la generalización del aborto, ha puesto la clonación al alcance del hombre y, a través de métodos como la congelación de embriones, ha desnaturalizado la procreación. Es por ello por lo que los desafíos morales, en épocas de grandes innovaciones tecnológicas, se incrementan.
En este contexto, una estadounidense, Tina Gibson, ha dado a luz a un bebé gestado a partir de un embrión que fue congelado hace 25 años. Ello supone un récord de antigüedad, tal y como han informado EFE y medios locales. ‘Este embrión y yo podríamos haber sido grandes amiga. Yo simplemente quería un bebé; me daba igual si era o no un récord mundial’, ha asegurado la progenitora, en quien late la deletérea idea de que tener hijos es un derecho.
Así, Gibson se ha mostrado muy ‘agradecida’ y ha calificado a su hija, que ha nacido con algo más de tres kilos de peso y con 50 centímetros de altura, como ‘un precioso regalo de Navidad’. Por su parte, el director médico del Centro de Donación de Embriones de Knoxville (Tennessee) se ha mostrado convencida de que la historia de Emma es una ‘llamada a todas las parejas que tienen embriones almacenados a largo plazo a pensar en esa opción de afirmación de la vida para sus embriones’.
Emma – así se llama la recién nacida – ha sido concebida en Tennessee este año, mas su travesía vital, como se ha señalado, comenzó hace tiempo. En concreto, en octubre de 1992, un año y medio después de que naciese su madre.
Las implicaciones éticas
En esta cuestión, lo que está claro es que la creación de embriones en laboratorios para su posterior congelación constituye un acto manifiestamente inmoral. Así, la vida humana, en este caso, es tratada como medio para alcanzar un propósito (ya esté ligado a la investigación o al lucro) y no como un fin en sí mismo.
No obstante, una vez el embrión está congelado, ¿qué debe hacerse? Existen cuatro posibles opciones, de las cuales sólo una podría tolerarse moralmente: mantenerlos congelados (en España el límite es de cinco años), utilizarlos para investigación, darlos en adopción o sacarlos del tanque de nitrógeno y dejarlos morir.
Con la alternativa de adoptar los embriones, se abre un interrogante moral que ni la Santa Sede ha acertado a responder; no en vano, aún está teniendo lugar un sobre la licitud de la adopción de embriones entre expertos de bioética y teólogos moralistas. En este sentido, hay quienes arguyen que la adopción sería legítima siguiendo el principio ético del mal menor.