Ha comenzado el año con tranquilidad en lo que respecta a amenazas reales de acciones terroristas. El periodo navideño, sin duda un momento muy crítico ha transcurrido sin sobresaltos. La propaganda, numerosa y variada, desplegada por Estado Islámico y sus simpatizantes, no ha tenido el efecto llamada que se temía, lo cual nos tiene que hacer reflexionar sobre los motivos.
Es evidente cuánto necesita la organización de Abu Bakr al-Baghdadi de una acción que devuelva a Estado Islámico a las primeras planas de la prensa mundial. Las derrotas que está sufriendo en Siria, y la huida de parte de sus combatientes, bien a otros escenarios bien a sus países de origen, está diezmando las capacidades operativas de la organización. Este hecho, que hace un año y medio parecía muy lejano, es, por otra parte, consecuencia de la estructura propia de la organización. Realmente Estado Islámico es una matriz del terrorismo más salvaje, con innumerables franquicias que gozan de una independencia de actuación muy grande. Como se ha analizado en diversos documentos en AICS, la cúpula dirigente de la organización marca las líneas generales de actuación, algo así como los programas de ventas, objetivos a conseguir y resultados esperados en una corporación internacional. Sin embargo, cada grupo tiene su propia agenda particular que, en general, coincide con las líneas marcadas por el círculo de dirección de Estado Islámico, pero que puede diferir dependiendo de su entorno geográfico de actuación.
Esta forma de entender una organización terrorista, tan diferente de lo que todos estábamos acostumbrados, es lo que le ha permitido sobrevivir a todas las iniciativas internacionales en Oriente Próximo, y lo que le permite seguir activo en países como Egipto, Yemen, Irak, Libia y otros más. Por otro lado, también ha sido esta forma de estructura la que no le ha permitido llevar a cabo acciones armadas en suelo europeo, porque no tiene la estructura logística necesaria.
Estado Islámico ha sido un experimento que mezcla lo perverso del terrorismo con lo social de crear una microsociedad paralela a la general. Sus miembros, incluso los familiares que con algunos de ellos viajaron a Siria e Irak, creían haber encontrado su espacio vital en la reedición, cual película de antaño, del Gran Califato. En eso, queramos o no, al-Baghdadi ha demostrado que tiene la capacidad de modular voluntades y, lo que es más grave, dando resultados tangibles. Y mientras tanto, en Europa no se ha sabido interpretar esa forma de terrorismo, lo que ha traído trágicas consecuencias.
Se han aplicado técnicas de lucha contra el terrorismo islamista que están desfasadas para este tipo de amenaza. Se ha buscado atacar el problema con medios que fueron muy eficaces hace años, en otros entornos sociales y geográficos, con otros perfiles de terrorista. Y lo peor es que se sigue haciendo.
Pero volviendo a lo que nos concierne en este artículo, el nuevo año se presenta con nuevos retos en materia de lucha antiterrorista.
Las amenazas que hasta ahora se han cernido sobre Europa, con una potencialmente posible actuación de alguna célula terrorista de Estado Islámico, como ocurriese en París el fatídico noviembre de 2015, se valora que se han reducido considerablemente. Caso diferente es la actuación de algún individuo, como ha ocurrido hasta ahora, influenciado por esa propaganda que constantemente inunda las redes sociales. No obstante, con esto no se quiere significar que la amenaza no exista, sino que está mutando.
Si hasta ahora los individuos llamado radicalizados, eran el problema, a partir de este año lo van a ser los que regresan desde los frentes de combate. Desde hace meses se está observando un flujo, muy pequeño pero existente, de individuos que están intentando regresar a sus países de origen. Y desde hace meses se viene alertando, con poco éxito receptivo, de la necesidad de incrementar los controles sobre esos puntos de entrada de personas, en Europa y general y en España en particular. Básicamente, porque estos individuos son el problema a corto y medio plazo.
Para ello, de nuevo las formas de vigilancia deberán ajustarse a ese nuevo entorno.
Este flujo no solo afecta a Europa, sino que otros entornos, mucho más alejados, también están comenzando a sufrir las consecuencias de ese éxodo desde Siria e Irak. Principalmente Filipinas, y en concreto la isla de Mindanao, son el punto preferido para los islamistas que abandonan Oriente Próximo. Desde finales de diciembre, la cifra de afiliados a Estado Islámico y al-Qaeda que han viajado hasta Indonesia, a través de Malasia, para llegar hasta Filipinas se ha incrementado peligrosamente. Y esto no lo digo solo yo, también lo hacen las autoridades filipinas. Por parte de Manila, la solución adoptada es la de esconder el problema, admitiendo solo lo más evidente, pero poniendo una pared ante la realidad. El objetivo, proteger su industria turística. Eso hizo Túnez y todos sabemos los trágicos resultados.
Volviendo a Europa, la amenaza más probable, además de la de los retornados, se debe esperar procedente de al-Qaeda. Durante los años de existencia de Estado Islámico, la organización liderada por al-Zawahiri, y dentro de poco por el hijo de Osama bin-Laden, Hamza, ha aprendido de las formas operativas de los islamistas de al-Baghdadi. El médico egipcio, otrora fiel consejero, escudero y camarada del rico saudí muerto en Abbotabad, se ha dado cuenta que actuando como Estado Islámico es la mejor forma de conseguir sus propósitos. No llegando al control territorial, error cometido por al-Baghdadi, pero sí fomentando la acción de individuos fieles a sus principios pero que no tienen relación directa con la organización.
Al-Zawahiri se ha convencido de cuan provechoso es para su organización la actividad de aquellos que un día deciden pasar a la acción, cuchillo en mano, y convertir alguna calle de Europa en su propio campo de batalla. De hecho, este cambio de estrategia se puede apreciar en los últimos mensajes que el propio al-Zawahiri ha lanzado a sus seguidores. Esos discursos eran impensables hace dos años.
En estos momentos, al-Qaeda no está en condiciones de lanzar grandes operaciones en Europa, sin embargo todo parece indicar que podría intensificar su propaganda, animando a terceros a realizar acciones hostiles. Es importante tener en cuenta que si bien Estado Islámico ha sido la organización terrorista que ha puesto de moda (trágicamente) los asesinatos en directo, salvajes y sádicos, su existencia como grupo terrorista es temporal, comparada con la de al-Qaeda. Sin embargo, y como se ha comentado con anterioridad, la peligrosidad es el legado que nos deja, peligroso e impredecible.
Así pues, el año que acabamos de comenzar muy probablemente va a traer nuevas formas de terrorismo. Veremos un renacimiento de al-Qaeda, con acciones cada vez más importantes y con más repercusión mediática. Inicialmente en el norte de África, pero que poco a poco pueden acercarse a puntos críticos para Europa. Estado Islámico, como lo conocemos ahora se irá apagando, para convertirse en un grupo terrorista con acciones puntuales en Oriente Próximo. Básicamente lo que ya está haciendo en Irak. La Franja del Sahel será el punto caliente para países como
Francia, que ha involucrado muchas Fuerzas en pacificar y controlar la región. Sin embargo, a pesar de este despliegue y de la operación Barkane que lo arropa, no se puede esperar que derrote a los islamistas.
Por último, Filipinas está llamada a convertirse en el próximo escenario donde la actividad terrorista va a crecer rápidamente. Las políticas en materia de lucha contra el terrorismo fomentan este crecimiento por inacción.
Europa, deberá seguir ajustando los procedimientos, especialmente los de control de entornos potencialmente radicales y sobretodo las entradas de individuos que regresan de los frentes de combate. A este respecto, no se deberá dejar de lado la existencia, probada en los últimos atentados cometidos en suelo europeo, de una célula de coordinación y apoyo centrada en Bélgica y que puede convertirse en clave para aquellos que regresan con intención de seguir su yihad en Europa.
El año que comienza puede ser clave para demostrar que Europa ha evolucionado en las técnicas de lucha contra el terrorismo islamista. Si esto no ocurre, corremos el grave peligro de que este cáncer se asiente en el viejo continente durante mucho tiempo.