España parece, o es, un país de personajillos. Respetando a las personas, cada uno de ellas es un mundo y seguro que riquísimo en humanidad, su aparición social no deja de ser peculiar cuando no esperpéntica: Belén Esteban, la princesa del pueblo, Pablo Iglesias, el salvador de los pobres y el pequeño Nicolás, el pillo pillado, representan sendos momentos históricos en los que el vacío dejado por la falta de líderes, de personajes públicos con entidad, capaces de elevarnos colectivamente, se llena con personajillos de novela picaresca.
Si la responsabilidad, el esfuerzo, la honestidad y la generosidad son valores, ¿a qué viene dar tanto pábulo a personajillos cuya principal virtud es haber sabido aprovechar un hueco para escalar en el escaparate mediático diciendo lo que queremos oír, sea para entretenernos, para canalizar nuestros cabreos o simplemente para envidiarlos? Los tres tiene personalidad suficiente para merecer cierto interés mediático pero que gran parte de un país baile a su son es casi patológico. ¿Qué nos ofrecía la Esteban? ¿Qué problemas del país solucionará Pablo Iglesias? ¿Qué credibilidad tiene de por sí Fran Nicolás para merecer tanta prensa y poner contra las cuerdas a instituciones del Estado?
No entiendo nada. Los tres son fruto maduro mediático. ¿Es la prensa que juega con ellos para aumentar ingresos o son ellos los que juegan con la prensa para reírse de todos? ¿Alguien me lo explica?