En su concepción estos lugares habían sido construidos para premiar a los presos por su buen comportamiento, su trabajo o, especialmente, su utilidad para el personal nazi.
Hay capítulos que parece que han sido borrados de la historia del campo de Auschwitz-Bikernau. La existencia de un prostíbulo en él es uno de ellos, sin embargo han sido numerosos los testimonios que han sostenido su existencia y con los años las pruebas se han hecho más evidentes, a pesar de que ni los paneles ni la mayor parte de libros sobre el campo realizan mención alguna.
Un reportaje de la BBC, Auschwitz: los nazis y la «solución final», explicaba como la mayor parte de las trabajadoras del burdel era internas del campo de Birkenau y los alemanes las obligan a mantener relaciones, al menos, con seis hombres diferentes cada día.
En su concepción estos lugares habían sido construidos para premiar a los presos por su buen comportamiento, su trabajo o, especialmente, su utilidad para el personal nazi en el campo. Las mujeres recibían un ultimátum: o la prostitución o la muerte.
El comandante en jefe de las SS Heinrich Himmler ordenó crear prostíbulos hasta en diez campos diferentes, pero ninguno como el de Auschwitz: 200 mujeres al servicio de los hombres privilegiados por los nazis.
Su funcionamiento era sencillo: los presos recibían una especie de ticket y pasaban un breve examen médico, para detectar que no tenían ninguna enfermedad venérea. A continuación se les asignaba un número y al toque de campana, cada quince minutos, subían a la habitación que se les había asignado.
Al contrario de lo que pueda parecer, los nazis se ocupaban de que las judías tuvieran buen aspecto y su ropa fuera bonita y limpia, pues consideraban que estos premios eran muy importantes para mantener la calma en el campo. Los presos que provocaban reyertas, insubordinaciones o problemas eran privados durante muchos meses del derecho a traspasar sus puertas.
Ryszard Dacko fue uno de los prisiones que visitó el barracón 24. Este hombre, que por aquel entonces llevaba tres años y medio arrestado, asegura «no arrepentirse, ni avergonzarse de nada». «Era una chica muy agradable y yo llevaba tres años y medio sin ver a mi mujer», relata Dacko, que asegura que a las mujeres «se las trataba muy bien, tenían buena comida y podían dar paseos».
‘Mejor esto que ser un cadáver más’
Tras la liberación del campo por las tropas rusas aquel 27 de enero de 1945, las mujeres no se atrevieron a dar testimonio de lo que sucedía en los llamados Sonderbaracke. «Es mejor entrar en un burdel que tener que tirar todos los días el cadáver de otra mujer», relata una de las prisioneras.
Las mujeres eran seleccionadas y se las presentaba desnudas delante de los oficiales de las SS. Después de alimentarlas para que ganaran algo de peso, peinarlas y maquillarlas, estaban listas para su función. Para evitar embarazos, fueron sometidas a esterilizaciones y en caso de quedarse encintas, se interrumpía el embarazo sin ningún pudor.
Las trabajadoras de los Sonderbaracke eran vistas «con cierta envidia» por el resto de reclusas, según relata el historiador Robert Sommer, que explica que las mujeres jóvenes recibían «algo más de comida que el resto, algún regalo de los presos y menos malos tratos por parte de los vigilantes».
Un plan fallido
En la mente de Heinrich Himmler el último fin de los prostíbulos era aumentar la productividad de aquellos hombres que, hasta ese momento, habían logrado esquivar la muerte y servían para aumentar la capacidad productiva del Tercer Reich. Ni premio, ni recompensa, en la cabeza del comandante de las SS no cabía ningún tipo de compasión por el pueblo judío y mucho menos por sus mujeres.
Su plan fracasó porque no aumentó la productividad de Auschwitz, al contrario hubo una pequeña disminución, y algunos presos llegaron a casarse después con las mujeres que habían amado en los burdeles nazis. 70 años después no ha trascendido el nombre de casi ninguna de ellas, su condición las convirtió en víctimas dobles del Holocausto nazi, pero también les permitió salvar la vida en la inmensa mayoría de los casos.