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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Carta a Jair Domínguez

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Estimado Jair Domínguez:

Permíteme el tuteo, somos de la misma quinta. Y permíteme también que, aunque sea brevemente, te presente a toda esa gente que están leyendo esto y que no somos ni tú ni yo.

Para hacerlo rápido podría referirme a Jair Domínguez Torregrosa como el guionista de aquél programa en el que se hacían prácticas de tiro con fotografías de varios personajes, incluido el Rey Juan Carlos. Se lío, como es natural. Se lió muy parda. Hasta el punto de dimitir la directora del programa y suspenderse su emisión.

Y podría quedarme aquí y la gente ya te localizaría con eso, pero no sería justo. Tendrían sobre ti una versión maniquea y te juzgarían por una polémica pudiéndote juzgar por varias. Como cuando pedías “un devastador accidente aéreo en el que mueran de forma horrible todos los miembros de la Roja”. O con la publicación de tu libro ese, ‘Jesucristo era marica… y otros cuentos’. Y es que eres un provocador, Jair. Tú mismo dices que una columna de opinión “ha de servir para repartir hostias”.

Y la cosa, muchacho, es que me caes bien. Porque me gusta cómo escribes, calculo. Te leo habitualmente. Y veo y he visto los programas para los que has escrito guiones, como ‘Buenafuente’, ‘Polònia’ o ‘Crakòvia’. Y me pasa como con tus textos: discrepo del contenido pero me resultan fantásticos productos de entretenimiento.

Y ahora que los lectores ya se hacen una somera idea de a quién me dirijo, vamos al lío: escribías esta semana un texto, de título ‘Masterchef i la justícia’, en el que hablas sobre los realities show, un concepto que para el común viene siendo sinónimo de telebasura. Y apuntas que los españoles, a los que te refieres en tercera persona, “están perfeccionando el sistema” del reality. “Cada vez lo hacen mejor. Cada vez hay más sangre”. Qué brutos los españoles.

Y te lamentas -aunque en el fondo es jactancia más que pesar- de que en tu tierra no se saben hacer realities. “No van con el carácter catalán”. Entre otras razones porque “los catalanes no tenemos malicia”. ‘Polònia’ es, claro, un programa inocente.

Mas tampoco es esto de los realities lo que me mueve a enviarte estas letras, es lo que dices un poco más abajo. La alusión a un presunto trato de favor a la concursante catalana, una tal Miri, en Masterchef. Sobre todo las reacciones que, dices, la prebenda generó entre la audiencia española.

Transcribo tu párrafo:

“Bueno, el caso es que una de las concursantes de Masterchef es catalana (por lo tanto, mala persona) y la odia media España. No por ser catalana (que sí) sino porque es influencer, youtuber y una niña consentida. Y catalana. Esto no lo digo yo. Lo dicen los espectadores, que como no les basta cagarse en ella desde el sofá de casa, deben dejar patente su indignación en las redes sociales”.

No sé quién es Miri, no sé si el jurado hizo trampas ni si el público se lo tomó a mal. Sí sé, en cambio, que más allá del Ebro, a pesar de ser ‘autoritarios’ y gente de ‘baja calidad democrática’, apreciamos lo catalán. Particularmente en este sector nuestro de la comunicación.

Si el españolito medio fuera ese odiador profesional de catalanes que tú crees no hubiera sido posible un fenómeno como el de Xavier Sardà y sus Crónicas Marcianas. Ni el de Andreu Buenafuente, al que bien conoces. Ni el de Manel Fuentes, que ahora presenta ‘Tu cara me suena’ con Àngel Llàcer y Mónica Naranjo, también catalanes.

Si en Madrid, Galicia o Valencia se levantaran cada día pensando en cómo fastidiar a los catalanes, el ‘Salvados’ de Jordi Évole no arrasaría el share cada domingo y la gente cambiaría de canal cuando vieran aparecer a Dani Mateo en ‘El Intermedio’, a Berto Romero en ‘Leit Motiv’ o a Anna Simón en ‘Zapeando’.

Si la amiga Miri cayera mal por, como dices, ser catalana, ni Jordi González, ni Jorge Javier Vázquez, ni Mercedes Milá hubieran presentado nunca los programas más vistos de las teles más vistas. Ni María Casado o Javier Cárdenas tendrían un espacio diario en la televisión pública. Ni Susanna Griso conduciría el matinal de Antena 3.

Josep Pedrerol, creador de una fórmula televisiva para los deportes que ha hecho fortuna, cuenta sus seguidores por millones. Risto Mejide, airado fustigador de cantantes al principio, es hoy omnipresente en las teles y en las librerías, y cosas parecidas se pueden decir de Sandra Barneda, Gloria Serra, Sonia Ferrer, Santi Millán o el muy longevo Jordi Hurtado.

En el caso de las emisoras de radio la cosa roza el masoquismo, pues los radioyentes vienen escogiendo desde hace décadas a periodistas catalanes: Gemma Nierga, Carles Francino y Àngels Barceló se han venido repartiendo la mañana, la tarde y la noche de la emisora más escuchada de España. Del Estado, quiero decir. Por cierto que Francino compite en franja horaria con otra catalana, Julia Otero, que emite desde Onda Cero. Un asedio oye.

De manera que, querido Jair, pese a la catalanofobia intrínseca a los españoles, éstos, en un caso un caso inquietante de autoflagelación colectiva, devoran los productos audiovisuales presentados, conducidos o producidos por catalanes. Em sap mal.

 

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