«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Seamos amigos de Dios y enemigos del mundo

Es peor la herejía que el robo, y peor la blasfemia que el homicidio. Esto es doctrina común entre moralistas católicos y lo sostuvieron personajes de su tradición doctrinal tan ilustres como el de Aquino y el de Vitoria. Me gustaría ver a los liberales, que tanto se escandalizan con el robo y el homicidio (sólo tienen tres tristes principios sacralizados de manera exacerbada: libertad, vida y propiedad privada), condenando con mayor, o por lo menos igual rigor, los pecados tan terribles de herejía y blasfemia que hoy día cada vez están más desatados en nuestras secularizadas naciones… Pero claro, no lo veremos por desgracia, pues son unos pérfidos, hombres sin fe para los que las cosas de Dios y la salvación de las almas son cuestión menor frente a los asuntos temporales idolatrados como cual becerro de oro (Ea, el capitalismo…). Dios, en su visión del mundo, o no existe o es anecdótico. Para el cristiano coherente, sin embargo, es la piedra angular que esos arquitectos inicuos desecharon (Mt 20)… «Toda república justa es la que está instaurada por Dios» nos enseñaba con rectitud en el año 1533 asentando cátedra en Salamanca, fray Francisco de Vitoria. Siglos más tarde, en 1903 también el ilustre Papa Sarto y Santo, Pío X, pontificaba bajo el lema «Instaurar todo en Cristo» mientras los herejes, cismáticos, e infieles, sin embargo, se sumaban y suman, ayer y hoy, desechando de nuevo a Cristo Rey, a las palabras de la herética Escuela Austriaca, entre otras liberales, sentenciando con Ludwig von Mises que «no puede construirse una moral social (…) sobre las palabras del Evangelio…»

¿¡No se puede!? ¡No, no se quiere! Pues ya fue un hecho histórico, y de grandes y prolijos frutos. Que a nosotros, como cristianos, no se nos vea poner una vela al demonio liberal para que no nos caiga sobre la cabeza aquellas reprobatorias palabras del sacro apóstol Santiago: «¡Corazones adúlteros! ¿No sabéis acaso que haciéndoos amigos del mundo os hacéis enemigos de Dios? Porque el que quiere ser amigo del mundo se hace enemigo de Dios». Seamos, pues, amigos de Dios y enemigos del mundo, no adulteremos y rechacemos al liberalismo y sus profetas.

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