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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Tu gato también tiene que ir al veterinario

Los gatos tienen fama de ser mucho más independientes que lo perros (fama que creo injustificada y de la que hablaré en alguna otra entrada del blog), y se les atribuye una autosuficiencia que no es real. Al menos cuando hablamos de salud.
Muchos dueños parecen creerse lo de las 7 vidas del gato (o 9 si es anglosajón) y solo cuando ven los síntomas de una enfermedad se deciden a llevarlo al veterinario. Pero cuando eso pasa suele ser tarde, porque los gatos saben ocultar muy bien sus dolencias.
No he encontrado estadísticas españolas pero si algún dato americano: el 52% de los gatos no reciben cuidados veterinarios regularmente; y el 80% de los gatos adoptados, después de la visita rutinaria tras la adopción, no vuelven a la consulta en años.

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Hay muchas razones por las que visitar al veterinario cada cierto tiempo, ya sea para su vacuna anual (sí, también los gatos necesitan vacunas), para la desparasitación interna o para una revisión de salud y peso rutinaria.

Además de considerar al gato poco menos que inmortal, hay otra razón que puede explicar la falta de visitas al veterinario: el tremendo estrés que implica todo el proceso.
Si llevar al perro a la clínica consiste tan solo en ponerle la correa y meterlo en el coche, hacer eso mismo con un gato es muchísimo más difícil. Y no digamos medicarlo. Cualquiera que haya tenido que darle una pastilla a un gato se puede ver reflejado en estos 13 sencillos pasos que circulan por la red:

Como darle un medicamento al gato:
1- Coge al gato con tu brazo izquierdo como si sostuvieras un bebé. Coloca los dedos índice y pulgar de tu mano izquierda aplicando una suave presión sobre las mejillas del minino, mientras sostienes la pastilla con la derecha. Cuando el gato abra la boca, arroja la pastilla dentro.
2- Saca al gato de detrás del sofá y tira la pastilla baboseada a la basura.
3- Coge una nueva pastilla de la caja, acuna al gato en tu brazo izquierdo, manteniendo las patas traseras firmemente sujetas con tu brazo. Fuerza la apertura de la mandíbula y empuja la pastilla dentro de la boca del animal con tu dedo. Mantén la boca del gato cerrada y cuenta hasta 10.
4- Saca la pastilla de la pecera, y al gato de encima del armario. Llama a alguien para que te ayude.
5- Arrodíllate en el suelo con el gato firmemente sujeto entre tus rodillas. Mantén sus patas traseras y delanteras quietas. Ignora los gruñidos del gato. Pídele a tu ayudante que sostenga la cabeza del gato con una mano, mientras le abre la boca con una regla de madera. Echa la pastilla dentro y frota vigorosamente la garganta del gato.
6- Coge al gato de la lámpara de la cocina. Coge otra pastilla de la caja. Recuerda comprar una nueva regla y encargar unas cortinas nuevas. Barre los pedazos de las figuras de porcelana que se han roto.
7- Envuelve al gato en una toalla grande y pide a tu vecino que lo mantenga estirado, sólo con la cabeza visible. Pon la pastilla en una pajita de refresco. Abre la boca del gato con un lápiz. Pon un extremo de la pajita en la boca del gato y el otro en la tuya. ¡Sopla!
8- Lee el prospecto de la caja para asegurarte que la pastilla que te acabas de tragar no es perjudicial para los seres humanos. Bebe un vaso de agua para recuperar el sentido del gusto. Aplica apósitos en los brazos de tu vecino y limpia la sangre de la alfombra con agua fría y jabón.
9- Recoge al gato del tejado. Coge otra pastilla. Pon al gato en el armario y cierra la puerta sobre su cuello, dejando sólo la cabeza fuera del mismo. Fuerza la apertura de la boca con una cuchara de postre. Arroja la pastilla dentro de la boca del gato con una goma elástica.
10- Ve al garaje a buscar un destornillador para volver a colocar la puerta del armario en sus bisagras. Aplícate compresas frías en la cara y revisa cuándo fue tu última dosis de antitetánica.
11- Llama a los bomberos para bajar al gato del árbol que hay en la calle de enfrente. Discúlpate con tu vecino, que se acaba de estrellar tratando de escapar de tu gato furioso.
12- Coge la última pastilla de la caja. Ata las patas delanteras del gato junto con las traseras con una cuerda. Atalo firmemente a la pata de la mesa de la cocina. Busca guantes de trabajo pesado. Mantén la boca del gato abierta con una pequeña palanca. Pon la pastilla en la boca seguida de un trozo de carne. Mantén la cabeza vertical y vierte medio litro de agua a través de la garganta del gato, para que trague la pastilla.
13- Haz que un amigo te lleve a urgencias. Siéntate tranquilo mientras el doctor te venda los dedos y la frente y te saca la píldora del ojo. En el camino de vuelta a casa, para en la tienda de muebles para comprar una nueva mesa.

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Vale, la lista exagera un poquito, pero salvo que sea un santo, no es nada fácil conseguirlo si el gato decide que no se va a tomar la medicina. ¡Qué fáciles son lo perros!
Pero si ya lo de meterlo en el transportín para llevártelo puede ser casi imposible. Entre el estrés del propio gato y el nuestro (que de alguna manera son capaces de detectar), la tarea puede superarnos y hacer que nos rindamos. Y eso es lo último que hemos de hacer.
Para facilitar un poco la cosa, sería importante que el gato no asociase el transportín con el veterinario. Si solo lo usas para ir a la clínica, en cuanto lo saques del armario el gato desaparecerá. Sería bueno que lo usases más frecuentemente para algo que no sea traumático para él. O en cualquier caso, que lo sacases un par de días antes de necesitarlo, para que el gato se acostumbre a verlo por la casa y deje de desconfiar.
Algo que me parece muy recomendable y siempre hago es meter un pañal de entrenamiento en el transportín.  Lo pongo debajo de la toalla o de la alfombrilla, si el transportín dispone de una, porque es muy fácil que el gato llegue a hacerse pis por el estrés.
Y te habrás fijado que muchos veterinario rocían un espray en el transportín en cuanto entras por la puerta. Son feromonas que consiguen tranquilizar al gato y les permite trabajar con más facilidad. Eso mismo lo puedes hacer tú en casa. El producto se llama Feliway y lo puedes conseguir tanto en espray como en difusor eléctrico para enchufarlo en la pared. Te puede ser muy útil para estas ocasiones.

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