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Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios
Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios

La victoria de la abstención

24 de abril de 2024

Lo más votado en el País Vasco ha sido lo no votado. El porcentaje de la abstención ha ganado de calle al partido que ha ganado. Siendo lo mayoritario, tendría que encabezar todos los análisis de lo ocurrido en las últimas elecciones vascas, aunque haya otros detalles enjundiosos y significativos que no deben dejarse de analizar.

En principio, la abstención, si moderada, es un elemento corrector del sistema democrático. Dios nos libre de penalizarla como ocurre en muchos países. Purga los votos de aquellos que no tienen ningún interés en la cosa pública y que, por tanto, son muy coherentes desentendiéndose. Es un indicativo demoscópico y moral que la obligatoriedad de votar ocultaría.

El problema de la abstención vasca que debemos detectar, aunque sea tan triste, es su envergadura y que se produce en unos momentos de máxima tensión política, institucional e histórica. Hay dos partidos que iban a ganar con seguridad, el PNV, independentista, y Bildu, además de independentista, heredero directo de una banda asesina. Contra eso, ¿es posible no acercarse siquiera a votar? Y aunque sea desolador, también al contrario: presentándose eso, si uno es favorable a la independencia, ¿es posible no acercarse siquiera a votar? No estoy juzgando ahora la posición de nadie ni su intención de voto. Sencillamente constato que, ante una disyuntiva moral y política de tantísima trascendencia, un 40% de abstención es llamativamente desolador. Está lo moral de votar contra quienes no condenan el terrorismo, por supuesto; pero hay otro motivo ontológico. Si se juega en las urnas la decisión entre quienes quieren que yo sea una cosa (vasco, que ya soy) y que no sea otra (español, que también soy), aunque sea por decir que en mi identidad mando yo, parece increíble no acercarse a escoger alguna de las posibilidades.

¿Por qué ocurre esto?, hay que preguntarse. Naturalmente, porque casi la mitad de los ciudadanos percibe como un gesto inútil votar a cualquiera de las propuestas que se hacen, y eso sin contar a los que lo perciben como inútil, pero se acercan a las urnas por un prurito de conciencia. La abstención, sobre todo a en estas circunstancias, es una enmienda a la totalidad del sistema. La democracia en su conjunto ha dejado de transmitir aquella sensación sacra del destino de los pueblos en las manos de sus electores. No contagia ni un mínimo sentido de la aventura política.

Ni la identidad más individual del potencial votante le incita al acto de votar. Tampoco las clásicas diferencias ideológicas. El PNV es una derecha (en el peor sentido de la palabra) extrema y Bildu es una izquierda extrema. Tampoco esa ducha escocesa de extremismos ideológicos estremece lo más mínimo al abstencionista. En sentido contrario, Vox ha llamado la atención sobre el problema migratorio, que es una cuestión absolutamente transversal y desideologizada, si se piensa. Siéndolo y con gravedad creciente y exponencial en el futuro, tampoco ha sacado a la gente de su inactividad. El abstencionismo es el fracaso de las ideologías y de las no ideologías. Es el nihilismo.

Más allá de la queja y el suspiro, hay que actuar. Y esto nos lleva a la llamada «batalla cultural». La abstención, por su proporción mayoritaria, es un gigante dormido. Aquel que lo despierte ganará todas las elecciones. Y es la cultura general quien tiene este poder. Esto es, si la gente empezase a percibir unos problemas que le atañen, entonces sí votaría para solucionarnos. Que en la sociedad cale la demonización, por ejemplo, de una ideología es muy peligroso, porque si viese que podría ganar, la gente tomaría las urnas para impedirlo. Se demuestra a sensu contrario con Bildu. El blanqueamiento con el que el PSOE le ha premiado, permite que crezca casi para ganar —que lo ha rozado— sin que la sociedad vasca, salvo los valientes de siempre, muevan una pestaña.

Urge comprender la abstención en sus miserias, inercias y posibilidades. Hay un gran poder dormido. Quien haga dejación de la defensa de sus principios en la cultura y los medios de masas lo está entregando al contrario.

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