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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Miguel de la Quadra Salcedo

Hoy 20 de mayo, al alba, ha fallecido Miguel de la Quadra Salcedo (1932-2016), un atleta admirable, un aventurero fabuloso y un humanista extraordinario. Así como Félix Rodríguez de la Fuente conocía cada palmo de la Península Ibérica, cada lince y cada lobo, De la Quadra Salcedo tenía toda América en la memoria. Si hubiese nacido en el siglo XVI, habría sido un hombre de aquellos que acompañaron a Cortés o a Pizarro. Uno imagina a aquellos capitanes conquistadores de imperios con los bigotes que él popularizó y lo hicieron inconfundible. Cuando los niños quieran figurarse cómo debieron de ser los adelantados y los capitanes como Núñez de Balboa, tendrá que ver las fotos de este viajero infatigable sumergido medio cuerpo en algún río amazónico o contemplando el atardecer con un océano a cada lado.

La vida puede ser muy misteriosa. De la Quadra nos ha dejado el mismo día que Lorenzo de Médici “El Magnífico” (1503). Se ha marchado en la efeméride del nacimiento de Toussaint Louverture (1743), el libertador de esclavos y prócer dela independencia de Haití. El Creador lo ha llamado a su presencia la misma fecha en que Vasco da Gama llegó a Calcuta (1498) y Juan Ramírez de Velasco fundaba La Ciudad de Todos los Santos de La Nueva Rioja (1591). Un 20 de mayo de 1493, Cristobal Colón era nombrado capitán general de la armada con la que partió a su segundo viaje. Un 20 de mayo, pero del año 1506, Colón moría en Valladolid después de haber descubierto el Nuevo Mundo.

He aquí la historia, condensada en solo un día, que Miguel de la Quadra Salcedo representó con su vida y sus obras. Pocos como él han encarnado en nuestro siglo el espíritu del humanismo español, cuyas raíces italianas se remontan a la cartografía, la poesía y la creatividad de la Florencia de los Medici. Gracias a aquellos humanistas inabarcables, fue posible la epopeya americana, con sus matanzas terribles -por ejemplo, la de Tóxcal, en el Templo Mayor de Tenochtitlán, cuando Alvarado masacró a los aztecas mientras adoraban a Tezcatlipoca y Huitzilopochtli- pero también con sus universidades, sus gramáticas y diccionarios de quechua y náhuatl y sus reducciones jesuíticas donde los misioneros cultivaban la música y luchaban junto a los indios contra los bandeirantes portugueses. De la Quadra lo sabía todo, lo había visto todo: el atardecer en la sabana y la lluvia en el bosque austral, las pirañas y los ñandúes, la “mata atlántica” -el bosque maravilloso del Brasil- y los quilombos donde los esclavos huidos resistían y bailaban invocando a los espíritus, como dijo Jorge Amado, “venidos de las florestas de África”.

Así, De la Quadra Salcedo enseñó a los españoles -sobre todo a los jóvenes- durante más de 30 años que ningún español es extranjero en América -tan solo es forastero, como decía Julián Marías- porque la historia de la América Española y Portuguesa es también la suya. ¡Qué gran lección! Debemos a la labor impagable de este periodista fantástico -cubrió la guerra de Vietnam y el golpe contra Allende en 1973- y de este navegante, nadador, corredor y lanzador de peso, disco y jabalina, que miles de españoles hayan aprendido a amar y respetar los pueblos de América con su diversidad prodigiosa, sus maravillas y sus tristezas.

Ojalá Televisión Española reponga los programas, reportajes y entrevistas de este vasco-navarro nacido en Madrid por cuyas venas corría el espíritu de Legazpi y Elcano, naturales de Zumárraga y de Guetaria respectivamente. Desde el primer viaje de Colón, hubo vascos en las rutas de América capeando los temporales y bordeando los cabos, como Chachu, contramaestre de La Santa María y los dos toneleros llamados Domingos, los tres naturales de Lequeitio, sin olvidar al grumete Martín de Urtubia, vasco de Santa María de Anchitúa.

Así, en este viaje que ha emprendido, Miguel de la Quadra Salcedo no estará solo. Con él irán todos los espíritus de los aztecas, los incas y los mayas, cargados de maíz para el camino. Lo guiarán los tambores, los batuques y los atabaques de todas las orquestas de palería, santería, candomblé y macumba para que Exú le abra los caminos y lo acompañen Xangó, Iansá, Yemanyá y todos los orixás nuevos y viejos. Con Miguel de la Cuadra Salcedo irán los navegantes de la casa de Avis que aprendieron el curso de los alisios y los secretos del firmamento y los pilotos de España que conocían las rutas del viaje y el tornaviaje desde la China hasta Sevilla.

Y allí donde llegue, lo recibirán las quenas y los charangos, los pinkullos y los guitarrones de indios, negros, mulatos, zambos, criollos de ese mestizaje fabuloso de América llena de ponchos y huipiles. Lo están esperando los cronistas de Indias y los impresores, los cuentacuentos y los interpretadores de sueños. Allí donde ahora va, ya no hay tiempo que deshaga a los hombres que nacieron del maíz, como cuenta el Popol Vuh, ni malos presagios que vaticinen tragedias. Todas las vírgenes y todos los santos de los españoles, los portugueses, los africanos y los americanos estarán aguardando a este hombre por cuya alma eleva esta columna una oración.

 

Descanse en paz Miguel de la Quadra Salcedo.

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