«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
El presidente izquierdista emprende un escabroso camino

Arce pretende que la comunidad internacional sea cómplice de la deriva de hambre y miseria de Bolivia

El presidente de Bolivia, Luis Arce, ante la Asamblea de la ONU. Reuters

Si acaso no ha quedado claro aún que la raíz de la severa crisis por la que Bolivia atraviesa empezó con la pretensión de Evo Morales por repostularse a la presidencia en 2019 violando la Constitución y los resultados del plebiscito de 2016, además de haber cometido fraude, este jueves 30 se ha tenido conocimiento de que el Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) acaba de reafirmar su indulgencia con Morales, pese a que la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) sostuvo categóricamente que la reelección presidencial indefinida no es un derecho humano.

Este problema es grave en sí mismo y bajo cualquier circunstancia. Sin embargo, es importante tomar en cuenta las circunstancias por las que Bolivia atraviesa para advertir el escabroso camino por el que el régimen de Arce ha decidido emprender.

En su reciente discurso ante la última Asamblea General de las Naciones Unidas, Arce Catacora afirmó: “a la crisis multidimensional del capitalismo -económica, social, ambiental, alimentaria, energética y de desigualdad-, se ha sumado la crisis sanitaria. Al mismo tiempo, esta crisis ha puesto en evidencia que continúa la desigualdad entre países del capitalismo central y los de la periferia. El crecimiento de la pobreza y extrema pobreza, y la inequitativa distribución de las vacunas ha sido denunciada por la propia Organización Mundial de la Salud. El capitalismo ha mercantilizado todos los ámbitos de la vida social, y la salud no escapa a sus tentáculos”.

Además, agregó: “La Ciencia Médica debe estar al servicio de la humanidad sin ningún tipo de discriminación geográfica, política, social, o por motivo de nacionalidad. El acceso a la vacuna debe ser considerado como un Derecho Humano. No podemos ser indiferentes, y mucho menos lucrar con la salud en tiempos de pandemia”.

Y luego continuó: “En este contexto, consideramos importante que las transnacionales productoras de medicamentos liberen las patentes y compartan sus conocimientos y tecnología para la producción de vacunas contra el Covid-19 y que, en un trabajo conjunto garanticemos el acceso inmediato a todas las personas en todos los países del mundo”.

Este discurso se traduce, en realidad, en hacer del “sistema capitalista” -aquel que ha investigado, creado y ofrecido la solución a una crisis sanitaria que no precisamente empezó en una sociedad basada en la propiedad privada- el chivo expiatorio al cual endilgarle su fracaso tanto en la gestión de la pandemia como de su política económica y, desde luego, hacerlo responsable de las consecuencias del deterioro de la institucionalidad democrática en Bolivia.

A pesar de todo este relato típico del victimismo latinoamericano, el mundo capitalista ya ha donado ingentes cantidades de vacunas a Bolivia sin que ésta hubiera hecho mérito alguno. Lo ha hecho en cuanto hubo vacunas disponibles porque entiende que el bienestar general pasa por contribuir al bienestar de este país.

Sin embargo, si acaso el mundo capitalista -representado por la comunidad internacional y los organismos multilaterales que de él dependen- se niega a hacer concesiones al resto del discurso de Arce en el que exige financiamiento, porque entienden que es él quien en realidad no contribuye al bienestar general como explicaremos a continuación, al menos tendrá que plantear condiciones.

Para entender de mejor manera que el capitalismo no funciona sin Estado de derecho, que no funciona sin respeto por los derechos individuales de propiedad privada, o por qué Bolivia no puede seguir violando una institucionalidad concreta que garantiza o ayuda a preservar la convivencia en sociedad.

Este 29 de septiembre se celebraron 140 años del natalicio de Ludwig von Mises, considerado por muchos como uno de los economistas y filósofos que mejor supieron defender el capitalismo y los valores concretos de la civilización occidental en el siglo XX, a la vez que fue quien mejor supo explicar por qué la esencia del socialismo es la destrucción de lo que el orden social basado en la propiedad privada ha creado.

Entre varios otros aspectos, este prolífico economista, filósofo y escritor explicó que sin propiedad privada no hay intercambio voluntario y cooperación, que sin intercambio voluntario y cooperación no hay mecanismo de precios, que sin precios de mercado no hay cálculo económico para la asignación de recursos escasos, que sin cálculo económico no hay producción, y que sin producción no es posible satisfacer necesidades y generar riqueza.

Lo que está haciendo el TCP bajo el régimen de Arce Catacora es obviar los principios de los que habla Mises, y violar toda una serie de tratados internacionales de los que ellos se derivan y de los que Bolivia es signataria, como la Convención Americana de Derechos Humanos, la Declaración Americana de Derechos del Hombre (1948) y la Carta Democrática Interamericana (2001).

Entonces, si acaso la comunidad internacional y los organismos multilaterales no consideran que la búsqueda de un mejor futuro empieza por respetar la institucionalidad que defiende los principales valores de la civilización occidental, y prefiere escuchar a Arce haciendo vista gorda sobre toda la serie de atropellos que cada día comete contra ellos, entonces ayudan -cuando no se convierten directamente en cómplices- a que Bolivia siga el camino de hambre y miseria al que el socialismo ha condenado a otros como Cuba y Venezuela.

Si Arce no ha perdido ya toda credibilidad ante la comunidad internacional, y más aún ante los organismos multilaterales, estos más bien podrían convertirse probablemente en el último recurso que tendría una Bolivia libre y democrática para evitar un auténtico desastre no sólo para sí misma, sino también en una ilustración más de la decadencia a la que el socialismo pretende precipitar en el hemisferio.

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