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se hace cada vez más difícil no pagar por los graves errores del MAS

El izquierdista Arce vuelve a culpar a terceros de la situación económica de Bolivia

El presidente de Bolivia, Luis Arce, visita el Senado de México. Reuters

Luego de casi 15 años continuos en el poder, el Movimiento al Socialismo (MAS) en Bolivia tiene acostumbrado al público a atribuirse aciertos ajenos, y de culpar a terceros por sus propios errores. Así ha sido de manera más concreta en el ámbito económico, por eso hoy Luis Arce Catacora es el nuevo presidente de los bolivianos, o al menos eso es lo que explica su nuevo estatus.

Durante el auge económico sin precedentes de Bolivia, Arce Catacora solía afirmar siendo el titular de Hacienda, que el crecimiento y la estabilidad macroeconómica del país se sostenían pese a la caída de los precios internacionales de materias primas gracias al impulso que se le había dado a la demanda interna, y que el modelo económico implementado en 2006 ya empezaba a vencer el desafío de la exposición a los shocks externos, “contrariamente a lo que sostienen los neoliberales”.

En ese entonces, fruto de la crisis económica internacional iniciada entre 2007 y 2008, China y la India sufrieron una marcada desaceleración, con lo cual empezaron a reducir su demanda por las materias primas que América Latina exporta de manera tradicional.

Sin embargo, dicha fecha coincide también con las políticas de estímulo más agresivas por parte de los bancos centrales más importantes del globo, que jamás nunca se había visto en la historia, y que, a pesar de que fue anunciada como un experimento transitorio, duran hasta el día de hoy.

No fuimos pocos los economistas que advertimos graves consecuencias sobre tal experimento -sobre todo por parte de la Reserva Federal de los EEUU que emite la moneda internacional de reserva en la que el resto de bancos centrales denominan sus reservas al mismo tiempo-, sobre todo por las consecuencias de aquel mismo experimento por toda América Latina durante los años 80.

Eso sí, no fue fácil discutir con los economistas convencionales la manera en que aquellas consecuencias se ilustraban en la economía. Ciertamente, las consecuencias de monetizar deuda sin cuidado alguno se traduce necesariamente en un incremento de la inflación en el Índice de Precios al Consumidor (IPC) -que de todas maneras fue manipulado incluso en EEUU y al más puro estilo latinoamericano, para tratar de mimetizar el incremento sostenido de precios básico-. Dichas consecuencias tampoco tienen por qué manifestarse de manera inmediata. La dinámica de la inflación muchas veces puede ser impredecible.

Pero sigamos.

Igualmente, el impacto de un proceso ilimitado de monetización de deuda bien puede manifestarse en los precios de servicios y activos no contemplados en el mentado IPC, es decir, puede hacerlo en bienes de consumo duradero como casas, lotes o departamentos. Mientras la mayoría de economistas convencionales lo llaman “auge”, otro tipo de economistas preferimos llamar “burbuja” a este fenómeno, porque no solamente es insostenible, sino porque su reventón trae consecuencias aún mayores a las calculadas inicialmente por cuánto más tiempo se haya pretendido aplazar su efecto.

Pues eso es lo que ha sucedido durante el auge de América Latina y especialmente el de Bolivia entre 2003 y 2014, aproximadamente. El auge de materias primas fue explicado en gran medida por la demanda del Asia, pero que al caer en desaceleración primero y recesión después, no necesariamente provocaron una caída igualmente proporcional de estos activos. ¿Por qué? 

El rebote de estos activos luego la caída en recesión de los gigantes asiáticos, se explica por la intervención de la Reserva Federal con el programa de estímulo monetario y crediticio más grande de la historia: las materias primas cotizan en dólares, y al imprimir esta moneda sin límites, -o al menos en la medida que no observara antes un incremento permanente de precios en el IPC- estimula la demanda de EEUU por productos y servicios del resto del mundo, e impulsa sus precios al alza.

Es decir, Arce Catacora le debió su capacidad de gasto público y consecuente acumulación de poder desde 2006, no solamente a la demanda de la China y la India, sino -y más aún- a la política de estímulo monetario de la Reserva Federal más ambicioso que el mundo haya visto. 

No obstante, fue debido a que Arce nunca advirtió esto último, que creyó que su modelo era verdaderamente invencible y a prueba de shocks externos, al punto en que llegó a decir en 2019 que “Bolivia es como una isla en el océano de tormentas, se posiciona una vez más como la mejor economía de Sudamérica pese al contexto externo y los efectos que se han sentido por la disminución de los volúmenes de gas”. Temerario.

Al mismo tiempo, fue por eso también que le era muy difícil explicar la permanente desaceleración de la economía de Bolivia a medida que incrementaba el gasto público, sobre todo desde la irrupción del fracking en EEUU, que provocó la caída de la cotización del gas que Bolivia exporta desde 2014.

Ahora bien, para suerte de Arce, Evo Morales renunció a finales de 2019, Jeanine Añez asumió la presidencia en sucesión constitucional, y llegaron la pandemia y los confinamientos en 2020 para agravar los problemas estructurales del modelo, así como para explicar la dramática crisis por la que hoy atraviesa Bolivia.

Aun así, Arce ha preferido justificar los problemas actuales y culpar a terceros, antes que aprovechar la oportunidad de inscribirse a sí mismo en la historia de Bolivia como un auténtico héroe que le dio un giro de 180 grados a su propio modelo económico -así como Víctor Paz Estenssoro con la Revolución de 1952 y el DS 21060 de 1985-, y tal vez en la espera de que al ir recuperándose, la recuperación de la demanda global provocaría una recuperación sólida de las materias primas y, por tanto, de los ingresos que le permitirían gastar como en el pasado.

Pero así como erró el diagnóstico sobre lo que verdaderamente sostiene a su modelo en el pasado, ahora Arce también yerra en la espera del milagro del incremento permanente de las materias primas: la ampliamente advertida inflación finalmente ha llegado a EEUU superando las propias expectativas de la propia Reserva Federal por más del doble (4,2%, máximos de 40 años). Es decir, ahora mismo el banco central estadounidense está empezando a considerar el inicio del retiro de los estímulos de 2020 y 2021 (ampliamente superiores a todo el período 2009-2018), e incluso el incremento de tasas de interés de referencia, con todo el riesgo que aquello implica.

Para América Latina en su conjunto, pero particularmente para Bolivia, un incremento de tasas de interés en EEUU significaría tener todavía menores posibilidades de conseguir financiamiento mediante, por ejemplo, la emisión de bonos soberanos en los mercados de capitales; que la cotización de materias primas caiga, que los muy pocos capitales que aún estaban dispuestos a invertir en Bolivia se trasladen hacia las primeras economías, que los ingresos caigan y que Arce finalmente se vea en la obligación de cumplir con la promesa de ser un gobierno austero asumiendo el desafío de realizar recortes al gasto público de manera decidida y no simplemente cosmética.

¿Estará Arce -o alguien de su equipo, al menos- al tanto de lo que la Reserva Federal de los Estados Unidos hace o deja de hacer? Pues la estrategia de enterrar la cabeza en la tierra, no decir absolutamente nada y esperar a que escampe, fue lo que provocó el fracaso político absoluto de sus colegas en Venezuela, Brasil y Argentina mucho antes de que cayera la cotización internacional de materias primas, y fue justamente lo que le sucedió también a Mauricio Macri por apostar al gradualismo.

Muchos apuestan a que las tasas de interés en EEUU se mantendrán donde hoy están muy a pesar del incremento sorpresivo de la inflación, y que, por tanto, la cotización internacional de materias primas seguirá incrementándose no sólo en la medida que, efectivamente, la demanda global se recupere, pero también como una serie de activos refugio demandados y adquiridos por los más grandes capitales alrededor del globo frente a lo que se considera como una nueva era de la inflación, una muy similar a la de los años 70, pero se trata solamente de aquellos que guían sus decisiones asumiendo la responsabilidad de cometer algún error de juicio económico. En Bolivia, en cambio, se hace cada vez más difícil no pagar por los graves errores de Morales, Arce y el MAS, y con una acumulación de intereses que muy probablemente sean inasumibles.

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