«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Pide centrar los esfuerzos de vacunación en la población vulnerable

El coinventor del ARNm desmonta la necesidad de ‘vacunación universal’ contra el covid

El Dr. Robert Malone, coinventor de la técnica de ARN mensajero. Twitter

Quien osa poner en duda el menor punto del cambiante mensaje de las autoridades sobre la pandemia es automáticamente tachado de ‘negacionista’ y exiliado fuera de la compañía de la gente civilizada, pese a la evidencia de que la política mundial de lucha contra la plaga tiene mucho de estrategia política.

Sin embargo, la ciencia avanza por contradicción y duda, y lo peor que puede hacerse con ella es convertirla en una fe dogmática, que es precisamente lo que está ocurriendo. De hecho, y obviando los personajes más o menos pintorescos que construyen laboriosas conspiraciones, el campo de los que ponen en duda la versión oficial cuenta con científicos de primerísima línea, entre ellos, al menos, dos premios Nobel, el inventor del PCR, Kary Mullis, recientemente fallecido, y el primer doctor en aislar, junto a Robert Gallo, el virus VIH, Luc Montagnier.

O el doctor Robert Malone, coinventor de la técnica de ARN mensajero que se utiliza en algunas de las vacunas contra el covid. De hecho, Malone acaba de publicar en el Washington Times una tribuna en la que asegura que la vacunación universal, que tantos gobiernos quieren hacer obligatoria y que todos ellos están forzando cuanto pueden, podría ser contraproducente.

Malone afirma que la estrategia de Biden -extensible a todo el planeta, con escasas excepciones- de vacunar a toda la población de Estados Unidos prolongará el riesgo de esta pandemia y causará más mal que bien, hundiendo, de paso, la fe de la ciudadanía en su sistema sanitario.

Para Malone, la estrategia se basa en varias hipótesis, cuatro de las cuales, al menos, son falsas.

La primera es que “la vacunación universal puede erradicar el virus y garantizar la recuperación económica al lograr la inmunidad de grupo en todo el país (y todo el planeta). Pero el virus está ya tan enquistado en la población mundial que, a diferencia de la polio o la viruela, la erradicación no es factible. El SARS-COV2 y sus miríadas de mutaciones seguirán con nosotros, de modo semejante al resfriado común o la gripe.

El segundo presupuesto falso es que las vacunas funcionan casi perfectamente, pero no es eso lo que se está viendo. Aunque son eficaces para impedir la versión grave de la enfermedad y la muerte, solo reducen, no eliminan, el riesgo de infección, replicación y transmisión. Los propios Centros de Control de Enfermedades -los famosos CDC americanos- reconocen que aunque las vacunas tuvieran una aceptación del 100% y todo el mundo usara mascarillas sería imposible evitar la expansión de la variante Delta, muy contagiosa.

En tercer lugar, se supone que la vacuna no tiene efectos secundarios, o que estos son insignificantes. Lo que se ha observado hasta ahora confirma que, a corto, plazo, los efectos secundarios son, sí, muy minoritarios, pero en absoluto insignificantes comparados con los de otras vacunas, muchas de las cuales se han retirado del mercado con una incidencia negativa mucho menor. En cuanto al largo plazo, es difícil determinarlo; hay, después de todo, una razón por la que las vacunas no se han aprobado en ningún sitio, sino solo autorizado para su uso de emergencia.

La cuarta asunción es quizá la más problemática: la duración de la acción protectora. Lo que se nos ha dicho hasta ahora es que, una vez vacunados todos, podremos volver a la vida de antes. Pero ahora se sabe que las vacunas existentes no garantizan más de unos 180 días de protección. Pfizer ya ha solicitado autorización para una tercera vacuna, y varios responsables de Sanidad de todo el mundo advierten que probablemente haya que vacunarse de manera regular contra el virus, quizá una o dos veces al año. Y el reducidísimo riesgo asociado a la inoculación crece obviamente con cada repetición.

Malone cree que lo que conseguiría la vacunación universal sería una especie de ‘carrera armamentística’ con el virus, cuyas mutaciones irían dirigidas precisamente a burlar la protección de la vacuna. Si toda la población ha sido entrenada por medio de la estrategia de vacunación universal a plantear básicamente la misma respuesta inmune, entonces cuando se seleccione una fuga viral mutada se comunicará rápidamente a toda la población, vacunada o no.

Entonces, ¿qué? Malone es partidario de centrar los esfuerzos de vacunación en la población vulnerable (gente de edad avanzada y personas con comorbilidades serias), los que de verdad representan un riesgo significativo de mortalidad por covid que, afortunadamente, constituyen un colectivo manejable, lo que limitaría la ‘carrera armamentística’ de nuevas mutaciones considerablemente.

Y, al mismo tiempo, invertir tiempo, energía y dinero en el desarrollo de terapias, sin excluir por cuestiones políticas o intereses económicos espurios tratamientos que han sido absurdamente demonizados.

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