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TRUMP, PRESIDENCIABLE

Debate electoral en EEUU: Biden promete acabar con la industria del petróleo

Un día de filtraciones sobre el entramado de tráfico de influencias y corrupción de Hunter Biden y su familia sirvió de antesala al último debate de cara a las elecciones del 3 de noviembre en los Estados Unidos.

A la Universidad de Belmont, en Nashville, Tennessee – sede del debate – llegó Tony Bobulinski, uno de los socios de Hunter Biden.

El coronel retirado de la marina de los Estados Unidos se presentó ante los medios para corroborar la legitimidad de los nuevos informes que acusan a Joe Biden de haber obtenido millones de dólares de empresarios chinos a través de su hijo. Sus palabras fueron transmitidas en vivo a través de las cuentas en redes sociales de Donald Trump y medios alternativos.

Kristen Welker, la periodista de NBC News, comenzó el debate describiendo el cambio en la dinámica. El encuentro se dividió en 6 secciones de 15 minutos.

El primer tema fue justamente el que el infotainment político –de clara línea anti-Trump – promovía previo al encuentro de los dos septuagenarios: el aumento de casos de COVID-19.

Tras más de 223 mil muertos en el país producto de la pandemia, era de esperarse que el virus ocupara un rol central en el debate.

Biden fustigó a Trump llamando a su administración inepta, mientras el presidente afirmaba que el país se había convertido en líder mundial en áreas como fabricación de respiradores, equipos de protección y realización de pruebas. Además, se había antepuesto a los modelos que proyectaban una mortalidad superior a los 2 millones de personas al principio del año.

A diferencia del primer debate, la audiencia de este segundo encuentro presenció a Trump abordando sus logros de manera específica y refutando las acusaciones de Biden con fundamentos basados en sus políticas de gobierno.

Con menos interrupciones y ataques personales, el debate giró en torno a la sustancia de cada propuesta y permitió a los estadounidenses obtener certeza sobre las políticas que planean aplicar ambos candidatos.

Regulaciones e impuestos, cuidado de salud, asuntos raciales, política exterior y medio ambiente, fueron otros temas centrales en la agenda. Los candidatos respondieron de manera concreta y sin mayores desviaciones de sus discursos de campaña.

De cierta forma, este debate sirvió de redención para un público que añoraba la tan extraña normalidad de un debate político tradicional en medio de un año como 2020.

Donald Trump: mucho más comedido y presidenciable.

Joe Biden: más expresivo, imperturbable y preparado.

Welker, aunque de corte evidentemente liberal, logró controlar la estructura del encuentro. La periodista aportó integridad y orden durante los 90 minutos del evento.

Este formato dio la sensación de un debate real, que favoreció a la sustancia por encima de los ataques. Pese a las múltiples escaramuzas y acusaciones de corrupción, el segundo encuentro ofreció a los millones de espectadores una sustancial mejoría en comparación con el primero.

Una de las mayores sorpresas fue sin duda la afirmación de Joe Biden de que – si llega a la Casa Blanca – progresivamente cerrará la industria petrolera y buscará fortalecer las energías renovables. Tal afirmación, dicha como a aspirante a presidente del principal país productor de petróleo en el mundo, asegura causar reverberaciones entre los donantes, lobistas y financistas en Wall Street. Valga recordar que son justamente los sectores antes mencionados – junto a los principales medios de comunicación – quienes apoyan mayoritariamente a un Biden que promete cerrarles.

Al final del debate, 47.1 millones de estadounidenses ya habían votado de manera anticipada.

Tras este ultimo duelo y la percibida robustez de forma, se hace claro que será el fondo lo que determinará una gran parte de lo que el mundo verá en 11 días.

Las principales encuestas, al igual que en 2016, favorecen a quien podría terminar nuevamente concediendo la elección a su contrincante republicano.

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