Donald Trump, que ha sobrevivido a un nĂșmero absolutamente inverosĂmil de intentos de destruirle polĂticamente desde que obtuviera la candidatura republicana en 2015 hasta hoy mismo, ha vuelto a hacerlo: el expresidente fue absuelto en un segundo juicio polĂtico en el que se le acusaba de haber incitado al asalto al Capitolio del pasado 6 de enero.
Eran mayorĂa los que votaron para empapelarle, 57 senadores contra 43, incluyendo entre los primeros siete miembros de su propio partido, pero el proceso exige una mayorĂa cualificada que no se alcanzĂł.
ÂżQuĂ© sentido tenĂa aplicar un proceso que tiene por objeto cesar a un cargo polĂtico a una persona que ya no ostenta cargo alguno? Que el proceso, de triunfar, lleva aparejado la inhabilitaciĂłn, es decir, eliminar la pesadilla de un Trump 2024.
De hecho, el procedimiento ha sido tan irregular en su planteamiento que la primera cuestiĂłn que hubo que dirimir fue si aquello era constitucional, solo que, como eran los mismos senadores los que votaban ambas cosas, decidieron que sĂ, que lo era, y aquĂ paz y despuĂ©s, gloria. Todo muy Humpty Dumpty.
Pero habĂa otro objetivo: humillar. No solo, no principalmente a Trump, sino a todos los americanos que tuvieran la loca idea de que se puede desafiar al sistema, de que se puede poner palos en las ruedas del triunfante avance hacia el globalismo ‘woke’.
En otros tiempos era costumbre que, tras sofocar una rebeliĂłn, no solo se ejecutaba al lĂder de la revuelta de un modo pĂșblico y bastante espantoso, sino que la cabeza del osado se clavaba en una pica y se dejaba en las puertas de la villa y corte hasta que se pudriera o se la comieran los buitres para disuadir empresas similares. MetafĂłricamente, eso es lo que buscaban los senadores demĂłcratas y los siete traidores republicanos, poner la cabeza de Trump en una pica para que todos los norteamericanos aprendieran que con el poder, el verdadero poder, no se juega.
Estados Unidos va camino de convertirse en el tĂpico rĂ©gimen de partido Ășnico al que supuestamente venciĂł en la Guerra FrĂa en todo menos en la sangre. Por ahora. Hay amaños electorales, empleo abrumador de la propaganda desde todos los ĂĄngulos, espionaje, instrumentalizaciĂłn torticera de las instituciones, policĂa del pensamiento⊠Todo, menos los signos exteriores que estamos acostumbrados a asociar a los regĂmenes totalitarios y que solo un completo imbĂ©cil espera que vuelvan.
Se dice de los malos generales que siempre se preparan para combatir la guerra anterior, y es exactamente eso lo que pasa con tanto vigĂa de Occidente que alerta contra el fascismo, esperando que la prĂłxima tiranĂa se parezca en âlook & feelâ a la que fue ignominiosamente aplastada y demonizada en su dĂa, algo que no harĂa ni el que asĂł la manteca, de modo que asisten ciegos a la imposiciĂłn de una tiranĂa que se presenta bajo el signo del âsmileyâ. ÂĄHey, cĂłmo van a ser fascistas, si se llaman ANTIFASCISTAS!
El problema de todo totalitario es de orden tĂ©cnico y econĂłmico. Controlar el pensamiento de una extensa poblaciĂłn y castigar a los herejes exige muchĂsimos medios y llegar al Ășltimo rincĂłn, lo que ha hecho imposible hasta la fecha conseguirlo sin un derroche demencial de violencia.
Pero el tirano de hoy tiene dos magnĂficas armas: una avanzadĂsima tecnologĂa de supervisiĂłn y, sobre todo, la complicidad de las grandes multinacionales e incluso de la ‘Gestapo de vecindad’, delatores vocacionales distribuidos por todas partes. Es la llamada âcultura de la cancelaciĂłnâ.
Como hemos visto en los Ășltimos años, expresar ideas equivocadas -y, en una revoluciĂłn, las ideas equivocadas de hoy pueden ser las ideas correctas de ayer por la tarde- puede llevar a que te dejen sin plataforma -ser expulsado de las redes sociales o que tu blog se elimine de la plataforma que lo difunde-, ser despedido del trabajo y tener serios problemas para encontrar otro (incluso si eres el fundador de la empresa, como le sucediĂł al director de Mozilla), enfrentarte al ostracismo social, ser acosado por las masas âwokeâ, que te nieguen crĂ©ditos bancarios y otros efectos de lo mĂĄs disuasorios. Hay voluntarios rebuscando entusiastas por el pasado en redes de sus enemigos personales y resucitando viejas opiniones o posturas que, a dĂa de hoy, suponen una condena pĂșblica.
Y eso es lo que hay detrĂĄs del esperpĂ©ntico âimpeachmentâ, ademĂĄs de la inhabilitaciĂłn del monstruo: dejar claro que esto no tiene vuelta atrĂĄs y que todo el que se oponga al avance del progreso serĂĄ laminado. Y tambiĂ©n por eso es una excelente noticia que hayan vuelto a fracasar, como lo han hecho tantas veces como el coyote con el correcaminos.