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UN PENSIONADO RECIBE $3 POR MES

El genocidio chavista contra los ancianos

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El rostro de la tragedia se ha asomado nuevamente en Caracas. Hoy se ha conocido que en un edificio ubicado al oeste de la capital venezolana han encontrado los cuerpos sin vida de los hermanos Silvia y David Sandoval, de 72 y 73 años respectivamente. Todos los indicios iniciales apuntan a que han muerto de hambre, sin más. Este episodio dantesco y espantoso es apenas uno en el inmenso mar de tragedias que le ha tocado transitar a la “tercera edad” durante la era chavista.

El socialismo siempre ha sido una estafa, pero en Venezuela la magnitud del engaño llega a niveles verdaderamente estratosféricos. Bajo aquella añeja promesa de redención social, igualdad y bienestar para todos, la izquierda siempre ha enmascarado dos propósitos que buscan materializar una vez que llega al poder: ejercerlo de manera ilimitada y no abandonarlo nunca más.

Muestra de ello es lo que ocurre actualmente con el sistema de pensiones venezolano, que fue concebido para garantizar la calidad de vida a personas que entran en edades de retiro laboral. Allí, la materialización del engaño socialista y su inhumanidad toman tintes absolutamente despiadados.

El sistema de seguridad social, manejado por el Instituto Venezolano de Seguros Sociales (IVSS), otorga el beneficio del pago de pensiones a mujeres mayores de 55 y hombres mayores de 60 años que hayan acumulado un total de 750 cotizaciones del IVSS (aportes mensuales) durante su vida laboral. 

Al día de hoy dichas pensiones están ancladas al monto del salario mínimo en Venezuela; es decir, unos 400 mil Bolívares por mes (poco menos de $1 o €0,70).

En medio de la narrativa chavista en la que, según Maduro, impera una “guerra económica” de los Estados Unidos contra Venezuela, el régimen chavista ha inventado el pago de un “Bono de Guerra” mensual a quienes cobran pensiones. El monto de dicho “bono” actualmente ronda los 900mil Bolívares (poco menos de $2 o €1,59). Si hacemos cuentas, actualmente un pensionado en Venezuela recibe, en el mejor de los casos, unos $3 –€2,50– por mes. 

Así las cosas, sobreviene la gran pregunta: ¿qué pueden hacer los adultos mayores en Venezuela con esta pensión? La respuesta es tan simple como desgarradora: nada.

Este sistema es un despropósito para un entorno donde el Bolívar en efectivo (billetes) prácticamente ha desaparecido de las calles y la moneda local no determina el precio de los bienes y servicios. El dólar americano es el marcador utilizado para tasar desde un kilogramo de carne de res hasta el costo de un neumático o una consulta médica.

El fracaso de este modelo queda comprobado cuando un kilogramo de harina de maíz precocida para hacer arepas ronda $1 –€0,85– en cualquier comercio; un kilogramo de queso criollo económico vale unos $2,5 –€2,14–; un kilogramo de patatas no baja de $0,5 –€0,4–; un paquete de 4 rollos de papel higiénico se tasa en torno a los $2 –€1,71–; una caja de pastillas para controlar la tensión arterial vale unos $4 –€3,42– y un tubo de insulina para pacientes diabéticos cuesta unos $20 –€17,13–.

No he querido hacer inventario de los costos de medicamentos para patologías complejas como el cáncer, pues las cifras –por astronómicas– no cabrían en estas líneas.

La cosa toma peor cariz cuando se revisa el mecanismo a través del cual se gestiona el pago de pensiones. Se trata de una suerte de monedero virtual llamado “Sistema Patria” en el que los pensionados son incluidos sin ser consultados. Este sistema es una gigantesca base de datos que monitorea aspectos sensibles de la vida privada del retirado y le somete a dosis permanentes de propaganda política, al más puro estilo del adoctrinamiento cubano o norcoreano.

En tiempos recientes fue noticia que a través de este sistema se instaba a los usuarios a participar en una “encuesta” online en la que les preguntaban si estaban de acuerdo con “el bloqueo” que había emprendido el presidente Donald Trump contra Venezuela. Los resultados truchos de dicha consulta virtual serían utilizados luego por Nicolás Maduro para avalar una “Ley Antibloqueo” que hizo aprobar a la ilegítima Asamblea Nacional Constituyente, ampliando así su rango ya exagerado de poderes presidenciales. Una chapuza que –si no fuese tan grave–, provocaría carcajadas infinitas.

El viacrucis de ser un adulto mayor en Venezuela no me lo han contado, lo he vivido en carne propia. Recientemente batallé con las complicaciones de salud de mi abuela, de 85 años y con problemas inherentes al padecimiento de una diabetes prolongada por casi 35 años. Luego de varias consultas médicas, exámenes por aquí y por allá e innumerables medicamentos, terminé gastando cerca de $1000 –€856,68– para intentar mitigar esos padecimientos y componer su salud, ya resentida por los rigores de la edad.

Al cabo de unos meses luchando contra viento y marea, mi abuela falleció. Tuve que echar mano de los ahorros personales para sufragar los gastos de un velorio y un sepelio en medio de la cuarentena que supone la pandemia desatada por el virus chino. En esto último se fueron casi $900 –€771– más. Afortunadamente en la familia pudimos hacer frente a estos gastos sin mayores contratiempos, pero ¿qué anciano en la Venezuela de hoy puede permitirse esos “lujos”? Seguramente muy pocos.

Lo paradójico acá es que ese grupo de venezolanos que hoy tiene más de 60 años de edad fue fundamental en 1998 para apuntalar el triunfo electoral de Hugo Chávez. Una generación que para aquel entonces oscilaba entre los 40 y 50 años. Ellos habían presenciado en primera fila la caída del sistema bipartidista que por muchos años protagonizaron el partido socialdemócrata Acción Democrática y el socialcristiano Copei y decidieron decantarse fácilmente por la promesa de redención social que encarnaba aquel Teniente Coronel golpista.

Un borrón y cuenta nueva que prometía grandes cosas, pero que al final ha terminado empeorando la situación de los grupos más vulnerables de la sociedad venezolana. Entre esos grupos perjudicados está el que le sirvió como base de apoyo fundamental a Chávez y que hoy son ciudadanos de la llamada “tercera edad”.

Ahora bien, ¿es que acaso Maduro y los suyos no saben el predicamento en el que ponen a los ancianos al otorgarles pensiones de miseria y hambre? ¿es que el chavismo no comprende que con el dinero que recibe un pensionado alcanza, si acaso, para comprar unos pocos rollos de papel higiénico al mes?

Por supuesto que lo saben. Es más, han decidido, cuál maquinaria darwiniana, someter al eslabón más débil de la sociedad venezolana a una muerte programada, dejándole solo y desamparado. Es, sin más, un genocidio silencioso, pero igual de espantoso a los tantos que tiene la izquierda mundial en su galería del horror.

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