«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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De él parten mil complejos asumidos por el peronismo, el castrismo y el chavismo

El manual de Eduardo Galeano que orientó a la izquierda iberoamericana, esa fábrica de cementerios

El escritor Eduardo Galeano, junto al tirano Nicolás Maduro. Fotografía de archivo (2013). Reuters

Si pudiese entregarse un «antiNobel», el de literatura tendría como uno de sus primeros ganadores a Eduardo Galeano. Cuando se premia con el Nobel a un escritor, se premia su trayectoria, su obra entera y el impacto que la misma tiene en una sociedad, en una generación o en un género. Así, tendría que colocarse a Galeano en el altar satánico de la izquierda iberoamericana por ser el apóstol evangelista que recopiló todos los supuestos que se convirtieron en dogma para la defensa de las dos grandes banderas del castrismo en la región: el antimperialismo y el odio al capitalismo.

De ahí parten mil complejos que con el tiempo se acrecientan, según la variante que se desarrolle en cada sociedad. Pero esos complejos son asumidos por el peronismo y por el castrismo, por el chavismo y por el aprismo, por los priístas mexicanos y por los sandinistas nicaragüenses. Es una especie de dogma de fe que orienta la política en la región y de la que es difícil escapar, a pesar de las propias abjuraciones del autor, que ha tenido que explicar una y mil veces que no esperaba tal consecuencia nefasta.

Ya no hay remedio

Eduardo Galeano escribió de forma apresurada un libro escandalosamente propagandístico en el que se buscó todos los argumentos de la leyenda negra antiespañola y los sumó a la argumentación resentida antiimperialista (o sea, antiyankee), para hacer una obra que se vendiera y lo hiciera famoso. Porque de eso se trataba: quería trascender dándole de comer a los ultrosos que necesitaban ideas ordenadas, aunque fuesen falsas, para poder alimentar sus posturas en un momento histórico en el que la insurgencia había sido derrotada en todo el continente.

Tomar el cielo por asalto yéndose a las guerrillas era una acción ya de los sesenta. No hubo cielo tomado. Solo acciones de guerra contra la población, secuestros, asesinatos, reclutamientos forzosos, impuestos revolucionarios y por supuesto cadáveres. Porque la izquierda iberoamericana es una fábrica de cementerios.

Cementerios que al final se llenaron de sus ideas y de sus principales líderes. Allá fueron a tener Camilo Torres y El Che, Tania y Argimiro Gabaldón, así como esos rancios conceptos de guerra de guerrillas, el foquismo guerrillero, las “unidades tácticas de combate”, los “12 hombres” para un frente guerrillero, la insurgencia campesina y todas esas sandeces. Era una derrota en toda la regla y la argumentación para salirse del foso era difícil.

El camino era la participación electoral, donde se pudiera. Ya estaba Allende en Chile y se preparaban tanto el regreso de Perón como la inserción de los guerrilleros venezolanos en el sistema de partidos, precisamente en la década de los setenta. Allí, aparece Galeano a dotar de baratijas ideológicas a los nuevos combatientes, esta vez en el terreno de las ideas donde ya se les había agotado el discurso del mayo francés.

Dice Galeano que él intentó escribir un tratado de economía política sin saber absolutamente nada del asunto. Una simple revisión crítica de su obra deja claro que usó datos falsos sin posibilidad de verificación, donde al genocidio indígena se le suma la perfidia gringa por expoliar a un pobre continente desangrado por el morboso capitalismo.

Se arrepintió Galeano, pero su libro se sigue vendiendo. Y se sigue usando. Tanto así, que en el encuentro que en la Cumbre de las Américas de Trinidad en 2009 unió a Chávez y Obama, el tirano venezolano le regaló al ocupante de la Casa Blanca un ejemplar traducido del libro. Como si fuese un chiste, al sonreído Chávez y al sonreído Obama, el gesto valió una nueva disparada de ventas que, por obra y gracia del capitalismo salvaje, volvió a darle buenos dividendos al autor que despotricaba del capitalismo en sus páginas.

Nadie sabe nunca para quien trabaja.

Las venas abiertas ganan elecciones

Con amargura, el autor vio como los argumentos que se usaban en su libro chocaron de frente con un iceberg que lo hizo casi zozobrar: el derrocamiento de Allende en 1973, apenas dos años después de la publicación de su libro. Después de eso, no le iría mejor: caería todo el Cono Sur en manos de las dictaduras militares que pulverizaron al peronismo, al aprismo, a los Tupamaros y a los socialdemócratas, a los socialcristianos jesuitas y a los postguerrilleros luego electoralistas.

Pero la semilla estaba sembrada y, por supuesto, el lamento siempre es buen vendedor. Los problemas de la región son culpa de los gringos, porque los gringos apoyan a los dictadores. Punto. De ahí, parte todo lo demás. Cero autocrítica a las políticas de destrucción de la economía, al estatismo, al ataque a la propiedad privada. Cero críticas a las dictaduras cuando son de izquierda. Silencio frente a Fidel, escándalo frente a Pinochet.

Pero el espacio que perdía en la praxis los planteamientos, lo ganaba en las universidades y en la clase dirigente de Iberoamérica. Se repitieron sus argumentos de una forma o de la otra, se inculcaron en las aulas y se citó su dogma sin citarlo: somos subdesarrollados porque los países ricos no quieren que nos desarrollemos. Nuestra riqueza se las roba el imperio. Los ricos son malos. Los pobres son pobres por culpa de los ricos. Y todo eso lo impone EEUU.

Es eso lo que sostiene toda la clase política de la región, aunque algunos lo maquillen detrás de su discurso socialdemócrata o socialcristiano. Pero es el planteamiento de un Rafael Caldera y el de un Alan García, de Menem y de Cardoso. Y así, en degradé de colores hasta llegar al Socialismo del Siglo XXI, el postcastrismo. El chavismo.

Ese es el fundamento de la coordinadora del mal que es el Foro de Sao Paulo. Esa es la idea que los mueve, es el dogma que los guía. Y ahí estamos entrampados. Con Sandinismo, chavismo, kirchnerismo. Con Lula, con Castillo, con AMLO. Con Boric. Y al acecho, Petro.

El colofón del drama es que no hay en la acera contraria una argumentación estructurada de forma clara donde se desmonten esas grandes mentiras. Y para remate de colmos, tanto en España como en EEUU gobiernan fuerzas que en vez de combatir el dogma de las venas sangrantes supuestamente abiertas por ellos, parecen estar muy a gusto con dicho argumento y son hasta capaces de arrodillarse a pedir perdón.

Y así, siguen cayendo estatuas y sigue gritándose contra la historia hispana al otro lado del Atlántico. ¿Dónde están los defensores de nuestra herencia?

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