El Gobierno ha presentado una ley para luchar contra los bulos, pero entre que llega o no llega le vamos a ir echando una mano aquí, deshaciendo los más clamorosos.
No, Joe Biden no es el presidente electo de Estados Unidos. Oficialmente no lo sería hasta que voten los compromisarios de los estados, aunque se acepta por costumbre denominarlo así cuando su principal rival concede, es decir, reconoce la derrota.
No se dan ninguno de los dos casos, al menos a la hora en que escribo esto, y es enormemente grave que tantos políticos nacionales e internacionales apliquen una hipotética Enmienda Soros que haga que sean los medios más poderosos los que proclamen al presidente.
En el estamento político español ya ha felicitado a Biden todo el mundo y su prima, aunque aún no nos ha llegado la declaración de Pepiño Blanco que quizá esté siguiendo su propio ejemplo de no influir en el proceso electoral americano.
El baboseo es tremebundo y, a menudo, involuntariamente cómico, como en el caso de Ignacio Aguado, vicepresidente y portavoz del Gobierno de la Comunidad de Madrid, que quizá por no desmentir su bien ganada fama, comentó en la red social Twitter: «Today our world will sleep safer. Congratulations @JoeBiden #eleccion2020».
Today our world will sleep safer. Congratulations @JoeBiden #eleccion2020 pic.twitter.com/JcPuzsFfeX
— Ignacio Aguado (@ignacioaguado) November 6, 2020
Si la ley de censura del gobierno fuera de verdad contra los bulos, este tuit justificaría no solo que se lo borraran, sino que le prohibiesen volver a la red social. Uno podría decir muchas cosas a favor de Biden y en contra de Trump, pero que el mundo va a dormir más seguro con el primero no es, con los datos en la mano, una de ellas. Aunque probablemente Aguado dormirá probablemente más seguro de su vano servilismo.
Y es que, desde Carter, ningún presidente había dejado de iniciar alguna guerrita, y Trump ha sido la excepción, por no hablar de la paz muñida por el presidente entre las Coreas o entre Israel y los países árabes. Por el contrario, el Nobel de la Paz Obama, con quien seguramente Aguado dormía a pierna suelta, arrojo más bombas que ningún otro presidente desde la última guerra mundial, en ocho países, y el electo ‘fake’ votó por todas ellas, por todas las de Bush y Clinton. Era incluso partidario de mandar tropas de ocupación a Belgrado. Un amor de hombre.
Pero este está siendo el tenor de comentarios y titulares, como si el mundo se hubiera liberado de un monstruoso dictador y no de un presidente debidamente elegido con todas la garantías. Leo en un periodista de campanillas norteamericano que no es poca cosa haberse librado del fascismo mediante las urnas, lo que no deja de ser curioso, porque los fascismos de verdad, los fetén, los de la historia -Mussolini y Hitler-, ganaron las elecciones y fueron desalojados por las armas.
Va a ser difícil enseñar a las nuevas generaciones lo que fue el fascismo después de que lo vean asociado a un hombre que ha sido investigado por un trama inventada por sus propios servicios secretos, anegado en denuestos diarios por televisiones y periódicos, e impedido de gobernar por los jueces del país. Un fascismo raro, raro.
Trump dejó un país objetivamente mejor de lo que encontró, al menos para una mayoría de americanos (según la habitual encuesta de satisfacción actual con respecto a la situación cuatro años atrás), y cuesta pensar qué pudo haber hecho para tenerles a todos como si hubieran entrado en Berlín. Ah, sí: despreciar a los periodistas. Y frenar la deriva globalista.
Personalmente, prefiero que sea así, aplaudo esta precipitación tan poco diplomática o constitucionalista. Si al final invisten a Biden -que disfrute de sus meses de presidencia, antes de que se lo incapaciten y pongan a Harris-, pues ese tiempo que hemos ganado; y si no, si después de toda la revisión del proceso electoral y su fraude masivo acaban confirmando a Trump, mis carcajadas se van a oír en la Estación Espacial Internacional.
Porque aquí, prudentes, estamos esperando al VAR. Cada día, casi cada hora, aparecen nuevos indicios de fraude: votos de difuntos o de no residentes (¿se acuerdan del campeón de los pesos pesados, Joe Frazier? Pues el llevar muerto nueve años no le ha impedido votar), sacas con votos a Trump en vertederos y, naturalmente, los famosos ‘errores informáticos’ del sistema Dominion, que se parecen a los errores de mi banco en que siempre favorecen a la misma parte.