El presidente de Ecuador, Guillermo Lasso cumplió su primer año en el poder, cubriendo el primer cuarto de su mandato de cuatro años. Lo más destacado de su gestión hasta ahora ha sido haber cumplido con su promesa de vacunar a más de la mitad de la población en sus primeros 100 días en el poder. En medio del miedo que rondaba a la sociedad ecuatoriana, esta promesa tenía como fin permitir la reactivación económica y poner fin a los confinamientos.
Curiosamente, Lasso llevó en el momento de la elección a Alfredo Borrero, un médico, como candidato a vicepresidente; todo ello en medio de una crisis sanitaria. Ahora abundan las denuncias por falta de medicamentos e insumos médicos en los hospitales públicos.
Paradójicamente, una de las grandes debilidades del Gobierno ha sido justamente la poca presencia pública del vicepresidente en la gestión. Tanto así que cuando Guillermo Lasso viajó a los EEUU, para operarse de su cojera, en lugar de poner a cargo al vicepresidente, gobernó por vía remota.
Fue en esos días de junio del 2021, al mes de asumir el poder, cuando, por primera vez en su historia, el Palacio de Carondelet se vistió de los colores del arco iris en el día del orgullo LGBT. Bajo el lema del “Ecuador del Encuentro”, Lasso ha integrado a todos los sectores de la sociedad y ha cedido terreno frente al progresismo, tanto así que permitió la creación de una “subsecretaría de diversidades”.
El flagelo de la desnutrición infantil
Durante el debate presidencial que impulsó la victoria de Lasso ante el candidato correísta Andrés Arauz, una de las cifras más destacada fue la desnutrición infantil que afecta a la mitad de los menores en la población indígena, donde 4 de cada 10 presentan anemia, según UNICEF.
El Gobierno sí se ha mostrado activo en esa lucha que se enfoca en combatir la desnutrición en los primeros 1.000 días de vida, los primeros 9 meses desde la concepción. Actualmente se estima que en el país hay más de un 27% de la población infantil sufriendo desnutrición crónica.
En este sentido, y mediante decreto, el presidente designó a cargo de la Secretaría Técnica del “Plan Toda Una Vida” a Erwin Rafael Ronquillo, quien ha destacado como referente de la causa provida y en defensa de la familia. Aunque este cargo fue creado bajo el Gobierno de Lenín Moreno y fue encabezado por la entonces primera dama, ahora la Secretaría Técnica se denomina “Ecuador crece sin desnutrición infantil” y tiene a un funcionario a cargo.
Para luchar contra la desnutrición infantil primero es necesario combatir la pobreza. Para ello, el Gobierno de Lasso ha buscado atraer capital por medio de la firma de más de 220 contratos de inversión. En total, entre empresas locales y extranjeras, han recaudado cerca de 5.000 millones de dólares. A eso se suma el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) por 6.500 millones de dólares. Pero, como nada es gratis, ese dinero viene de la mano de la exigencia de cumplir con políticas con la marca progresista.
Lucha provida: ¿a medias?
Luego de ser electo como presidente, Lasso enfrentó el fallo de la Corte Constitucional para despenalizar el aborto en caso de violación sin necesidad de denunciar al violador.
Si bien aún no estaba en funciones, dio declaraciones. Lasso anunció que es “católico» pero también “demócrata y republicano”. En ese afán de gobernar “para todos” no rechazó una sentencia que quebraba la división de poderes de la República, al pasar por encima de la Constitución que protege el derecho a la vida desde la concepción y tampoco respetó la voluntad popular de un pueblo que es en su mayoría provida.
Ya en el poder, Lasso tuvo la responsabilidad de vetar la ley emitida por el poder legislativo, tras la exigencia de la Corte Constitutional de darle un marco legal. Fue un veto parcial que pudo eliminar los elementos más radicales de la ley como la “discriminación positiva” de permitir el aborto por más semanas si la embarazada era indígena, negra, campesina o menor de edad. De manera que en lugar de proteger a la población vulnerable la volvían más descartable.
El veto presidencial también garantizó la objeción de consciencia de médicos, clínicas y hospitales, frente a una ley que pretendía sancionarlos. Sin embargo, este tema ha causado división entre los grupos provida. Pues muchos aspiraban a un veto total y acusan tibieza por parte de Lasso. Los ataques contra la vida de los ecuatorianos son continuos.
La inseguridad y los problemas para aprobar leyes
Por otro lado, el país vive la peor crisis de seguridad de la historia. Solo en el primer cuatrimestre de 2022, se han cometido el equivalente al 90% de los crímenes violentos registrados en 2020 y al 49% de las registradas en 2021.
Por eso y más, cuando Lasso eliminó la obligatoriedad del uso de la mascarilla en público, satíricamente bromeaban los ecuatorianos que a cambio se pondrán un chaleco antibalas. El narcotráfico ha sido el principal impulsor de la violencia, asegura el Gobierno.
A todo esto se suma una crisis de gobernabilidad. Pues el oficialismo es minoría en el poder legislativo, de manera que no logra aprobar leyes con facilidad.
Pese a que Lasso dijo en campaña que no se metería con el bolsillo de los ecuatorianos, una de las pocas leyes que logró aprobar fue la reforma tributaria; que golpea a la clase media que le dio el triunfo en las urnas. Al momento hay legisladores luchando por revocarlo.
En síntesis, aunque Lasso fue el presidente con la mayor aprobación en la historia en sus primeras semanas en el poder, ahora su imagen está por los suelos. Fue elegido como alternativa al socialismo y terminó adoptando su línea ideológica en muchos aspectos, quizá bajo el pretexto de que solo así logrará construir gobernabilidad en el Ecuador.
No en vano Lasso ha asomado que no es de derecha ni de izquierda, apuntalando un discurso que busca hacerlo quedar bien con todos; pero en el fondo está quedando mal con la mayoría y fundamentalmente con sectores que componen el grueso de su base electoral.
Aún quedan tres años para remontar. La mayor amenaza es la historia de levantamientos para destituir presidentes en el país sudamericano. Aunque hay que tener en cuenta que el primer intento de supuestamente derrocarlo en las calles se trató de estructurar en una marcha del pasado 1 de mayo, que contó poca convocatoria.