«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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no le importa los motivos del asesino

La decepción de la izquierda ante la identidad de Ahmad al Aliwi, autor del tiroteo de Colorado

Del ‘establishment’ progresista estadounidense puede decirse lo mismo que de los equipos de fútbol que no dan una pero a los que se quiere defender: no mete goles, pero da espectáculo. Aunque, naturalmente, sea un espectáculo patético y estalinista.

No sé si saben ustedes que el lunes un tipo abrió fuego con un Ruger AR-556 sobre una multitud en un centro comercial de Boulder, Colorado, matando a diez personas en ese típico asesinato masivo que se produce en Estados Unidos con irritante regularidad. Detenido inmediatamente, a las pocas horas se filtró una foto de mala calidad de la detención y la maquinaria progresistas en redes sociales se puso en marcha para llevar el agua a su molino.

Fueron, sobre todo, los ‘blue checks’ o ‘marcas azules’ de Twitter, los tuiteros cuya identidad certifica la propia red social y entre los que abundan periodistas, políticos y otras hierbas de similar color. Lo tenían claro desde el minuto uno: cristofascismo, supremacismo blanco, la América que nos deja Donald Trump. Quousque tandem?

Era la reivindicación de la nueva política (renovación de la vieja política de Obama) del presidente Biden, al que no hace falta entender cuando balbucea porque todo el mundo sabe que es lo mejor que le ha pasado a América desde la llegada del Hombre Blanco a sus costas. Biden, como saben, anuló el primer día de mandato la prohibición de viajar desde determinados países musulmanes a Estados Unidos y desmanteló las iniciativas de protección de la frontera de Donald Trump, centrando toda la atención de sus agencias de seguridad e inteligencia en la verdadera amenaza: el supremacismo blanco de corte trumpista.

Así que empezó la fiesta. Tenemos, por ejemplo, a Julie DiCaro (@juliedicaro, escritora/periodista en Deadspin y USA Today, she/her), que exclama: “Extremadamente cansada de que las vidas de la gente dependan de que un hombre blanco con un AR-15 tenga o no un mal día”. Bien visto, Julie. A Julie le responde otra ‘marca azul’ que no especifica sus labores, aunque sí sus pronombres, she/her, Hemal Jhaveri, de la que no es aventurado especular que sus ancestros no arribaron en el May Flower: “Siempre es un hombre blanco airado. Siempre”.

¿Y qué decir de Amy Siskind, “activista, feminista, autora”? Oigámosla: “El tirador está bajo custodia policial. En otras palabras, es casi con absoluta seguridad un hombre blanco (otra vez). Si fuera Negro o Marrón (sic) estaría muerto”. Tú sí que sabes, Amy.

Cambiemos de género. Tenemos a George Hahn, él mismo blanco y varón, que se define en su ‘bio’ como “humorista”, algo que demuestra con su ironía al opinar: “Cuando un tipo blanco con un AR-15 dispara y mata a un montón de gente, ¿es el motivo* realmente relevante? * SPOILER sobre el motivo: “Estaba tenido sentimientos (ira, inadecuación, invisibilidad, impotencia, i.e. nada especial)”.

Dejamos que Hahn siga ganándose el sueldo y pasamos a Dylan Park, que se presenta como autor de un superventas comentado en el New York Times. Di lo tuyo, Dylan: “Un hombre blanco entró en una tienda, mató a 10 personas y fue detenido por la policía y sacado del lugar completamente ileso. A un tiro de piedra, un policía mató a Elijah McLaine y se disculpaba alegando que no había hecho nada malo. Dos Américas diferentes”. Cierto, Dylan; una América que dice la verdad y otra que se lo inventa todo.

C.J. Werleman es corresponsal en Arabia de Byline Times, columnista y -esto es importante- “activista contra la islamofobia”. Y esta es su precipitada conclusión: “El sospechoso en el tiroteo masivo de Boulder, Colorado, es un hombre blanco. ¡Se informa de siete muertos! Prepárense para “problemas mentales”, “un mal día”, o cualquier otra cosa distinta de lo que realmente es con toda probabilidad: un terrorista interno blanco”. En la diana, C.J.

Don Winslow, autor del superventas ‘The Cartel, The Force, The Border and Savages’, blanco como la nieve y sin pronombres que hagan dudar de su condición de varón, opina sucinto: “Descripción: La policía se lo ha llevado detenido. Traducción: Era blanco”.

¿Les estoy aburriendo? Lo digo porque podría seguir y seguir toda la mañana, tal es la orgía de listillos con credenciales que se han lanzado al ruedo social para demostrar que la objetividad periodística es ya una filfa en América.

Porque, ¿saben?, al final ha resultado que el tirador se llama Ahmad al Aliwi Alissa (otro cuyo linaje no llegó en el May Flower), que estaba fichadísimo por el FBI y que tenía un particular odio hacia Donald Trump, como confirman sus opiniones en redes sociales.

Así que no busquen los tuits que acabo de citar, porque sus autores los han borrado pudorosamente, no se vaya a dudar en el futuro de su infalibilidad.

No pasa nada, nunca pasa. Ahora que les he fallado la cosa del terrorismo trumpista, siempre se puede jalear por la supresión de la Segunda Enmienda. En cuanto a la identidad y los motivos del asesino, mejor hacer caso a la ya citada Siskind en un tuit posterior a la decepción: “Hagamos duelo por las víctimas, pero no glorifiquemos al asesino con la atención de hacer que su nombre sea ampliamente conocido”. OK, Karen.

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