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Jornada de reflexión en Madrid

La barrera del 5% en Madrid y la falsa matraca del ‘voto útil’

Urna electoral. Europa Press

Hay que admitirlo. Pedro Sánchez e Iván Redondo saben hacer lo que el PSOE de Felipe González y Alfonso Guerra llamaba ‘política de regate corto’; es decir, pensar sólo en las próximas elecciones, conservar el poder y destrozar al adversario, que para ellos es enemigo.

En cuanto se nos vino encima la pandemia del covid-19, Sánchez y Redondo supieron esconder sus responsabilidades poniendo en circulación consignas como “No se podía saber” y “Todos los países están igual”; untando con docenas de millones de euros a los medios de comunicación, que aguantaron hasta las ruedas de prensa censuradas; y delegando la gestión en las comunidades autónomas, para quitarse (literalmente) los muertos de encima. ¡Y qué bien les está funcionando!

Mientras las autonomías son las que confinan municipios, cierran comercios e industrias y dan las cifras de fallecidos, Sánchez y Redondo pueden dedicarse a lo único que saben hacer: conspiraciones de salón y elecciones. Mientras crecen las colas del hambre, los parados superan los cuatro millones oficiales y el SEPE sufre un ataque informático (¿habrán sido esos ‘hackers’ rusos que manipularon las elecciones que ganó Trump?), Moncloa se ha dedicado a pactar mociones de censuras con los restos de Ciudadanos.

En las elecciones de mañana, ‘tirar el voto’ desde el punto de vista de la estrategia electoral es dárselo a una lista que no supere ese 5 por ciento

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, reaccionó con una audacia impropia de los ‘maricomplejines’ del PP y convocó elecciones. La izquierda, obsesionada con apoderarse del presupuesto de la autonomía madrileña, encendió su máquina de propaganda sin ningún límite. Ayuso es como Donald Trump, sentenció en un editorial El País, ese periódico mantenido por directivos tan ricos y píos como los jefes de Telefónica y el Banco Santander. Almudena Grandes, trovadora de milicianos violadores, aúlla que “el fascismo” puede gobernar la ciudad en la que vive. 

La pretensión de la izquierda, en todos sus matices, es evidente: movilizar a todos sus votantes y llevarlos a las barricadas de los colegios electorales, para parar a los legionarios y los moros de Ayuso y de Rocío Monasterio. 

La derecha ha regalado su voto al PP

Pero el PP también ha hecho su campaña. Durante décadas, el partido centrista ha sabido mantener encerrados en su redil a millones de votantes con el silbato del ‘voto útil’. Siempre me ha asombrado que gente que presumía de que ellos, ‘los de derechas’, eran más estudiosos, leídos y trabajadores que, por ejemplo, los jornaleros andaluces a los que despreciaban, entregasen su voto a un PP que siempre, siempre, les traicionaba, con subidas de impuestos, pactos con separatistas, repartos de instituciones con el PSOE, aplicación de todas las leyes de ingeniería social de los socialistas. Al menos los jornaleros sacaban el PER. Los universitarios de derechas daban el voto gratis una y otra vez.

La mayor derrota del eslogan del ‘voto útil’ ocurrió en febrero en Cataluña, cuando el PP, con el respaldo de sus altavoces mediáticos, perdió aún más votos y quedó muy por debajo de VOX: tres diputados ‘moderados’ ante once ‘populistas’. El ‘voto útil’ de la derecha frente al separatismo y la izquierda pasaba a ser el de VOX. La consumación de la moción de censura de PSOE-Ciudadanos-Podemos en la Asamblea de Murcia habría sido el golpe definitivo para el partido y su inepta dirigencia: el PP no sólo fracasaba en la difícil Cataluña, sino que, además, perdía uno de sus feudos.

Ahora el PP y su tertulianada han recuperado la matraca del ‘voto útil’. Contra la amenaza de la izquierda, encabezada por Pablo Iglesias, hay que unir el voto en una única candidatura que pueda alcanzar la mayoría absoluta. ¡Todos a votar a Ayuso! “¿Es que quieres que el Moños gobierne Madrid?” es la súplica, pronunciada en tono de reproche, que se ha escuchado en reuniones y sobremesas por parte de los ‘pperos’ y su enorme red clientelar. ¿Pero es así?

Madrid es circunscripción única

La Asamblea de Madrid tiene 136 diputados (cuatro más que en 2019) que se eligen en una circunscripción única. El sistema sería proporcional puro de no ser porque la ley autonómica fija un mínimo de un 5 por ciento de los votos válidos (incluidos los votos en blanco) para acceder a ella. Si no, tendríamos una Asamblea como el Parlamento de los Países Bajos, donde el martes 17 se celebraron elecciones, y habrá al menos una docena de partidos con representación.

En las elecciones de mañana, ‘tirar el voto’ desde el punto de vista de la estrategia electoral es dárselo a una lista que no supere ese 5 por ciento, y en esta situación los partidos en riesgo de quedar excluidos de la Asamblea son Ciudadanos y Podemos. 

Por eso y sólo por eso, Pablo Iglesias decidió dejar su vicepresidencia (no su escaño de diputado), apartar a una mujer y presentarse él. Con Isa Serra como cabeza de lista, condenada recientemente por atentado, Podemos obtuvo siete escaños en 2019 por poco más de 20.000 papeletas. Si Podemos, después de haber desaparecido del Parlamento gallego, de haber perdido la mitad de su electorado en las elecciones regionales vascas y un 40 por ciento de éste en las catalanas y de sufrir una escisión en Andalucía, saliese de la Cámara madrileña, sería su fin. Ese representante del nuevo hombre feminista que es Pablo Iglesias está convencido de que sólo él puede arreglar lo que su compañera ha estropeado. 

Lo inteligente, como siempre, es votar a aquel partido con cuyo programa se está de acuerdo

Quizás Sánchez y Redondo aprovechen la ocasión para contribuir a la debacle de Podemos y así eliminarlo y hacer que el PSOE recupere la condición de partido hegemónico de la izquierda española.

Ciudadanos ya había comenzado el viaje hacia su desaparición con su derrumbe en Cataluña: de ser la lista más votada a ser la séptima y pasar de 36 escaños a sólo 6. Las negociaciones entre Inés Arrimadas y Pedro Sánchez para romper los gobiernos de coalición de C’s con el PP y el fracaso de éstas suponen la puntilla para el partido naranja. Antes de fin de año, sus cargos más cínicos se habrán colocado en el PSOE o el PP.

En unas elecciones con seis partidos es casi imposible que uno de ellos obtenga mayoría absoluta. Díaz Ayuso está en posición de absorber a gran parte de C’s; pero necesitaría muchos antiguos votantes de VOX, la mayoría de los nuevos ciudadanos con derecho a voto y hasta algunos ex votantes de izquierdas que han conservado sus negocios y empleos gracias a “la laxitud frente a las restricciones y un cierto aroma supremacista madrileño” que le reprocha el portavoz del Imperio Progre. 

El 5 por ciento es la barrera

La mitad más uno de los diputados es 69. El PP parte de 30. Tendrá que duplicar su electorado y su representación, cosa mucho más difícil en unos comicios que serán muy disputados. En estos momentos, el PP debería estar pensando en contar con un aliado en vez de en repetir su táctica egoísta de los años de Aznar de absorber a los partidos que limitan con él. Es posible que tenga éxito con C’s, pero imposible con VOX, pues basta ver que éste en muchos municipios quedó por encima de las listas encabezadas por Ayuso y Casado y que un porcentaje apreciable del partido de Santiago Abascal es incompatible con el PP, por origen social o por rechazo a sus repetidos incumplimientos y su corrupción.

En puridad, tirar el voto es dárselo a C’s y Podemos, partidos en liquidación que corren el riesgo de no rebasar el corte del 5 por ciento. Concentrar el voto en el PP, con el argumento de que Ayuso “es el PP de verdad”, aparte de consistir en el enésimo engaño a los votantes de derechas, podría acarrear que VOX quedase cayese por debajo de ese 5 por ciento. Entonces, sus diputados se repartirían entre los partidos con representación. Y junto al PP habría al menos dos partidos de izquierdas. Serían el PSOE y Más Madrid los que saldrían ganando.

Lo inteligente, como siempre, es votar a aquel partido con cuyo programa se está de acuerdo y no hacer caso de los que prometen que “ahora sí han cambiado”.

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