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Entrevista a Javier San Sebastián, psiquiatra infantil
Entrevista a Javier San Sebastián, psiquiatra infantil

Javier San Sebastián: ‘La propuesta de Ley Trans del Gobierno vulnera la integridad psicológica y física del menor’

28 de febrero de 2021

Javier San Sebastián, médico psiquiatra jubilado desde hace tres años, ha desarrollado su carrera profesional como jefe de la Unidad de Psiquiatría de Niños y Adolescentes del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, lo que le ha proporcionado una enorme experiencia en el campo de la psicopatología de la infancia y adolescencia. Profesor de Psiquiatría Infantil en la Facultad de Medicina de la Universidad de Alcalá de Henares, ha formado a varias promociones de médicos residentes y ha impartido numerosos cursos de doctorado en este campo.

Planteado el borrador de la llamada “Ley Trans” por el Ministerio de Igualdad, ante las dudas que suscita un asunto tan delicado como desconocido en el ámbito común, hablamos con Javier San Sebastián, con el propósito de aclarar términos y situaciones desde una perspectiva estrictamente clínica y que se manejan con no poca frivolidad desde el propio Ministerio y, en la mayoría de los casos, desde los medios de comunicación, ignorando su trascendencia médica y científica. 

—¿Qué diferencia hay entre sexo y género?

—El sexo es un concepto biológico condicionado hormonalmente, se es hombre o se es mujer. No hay más sexos que el masculino y el femenino. Es algo que viene condicionado por la anatomía y la fisiología; por las hormonas que, desde un principio, conforman a la persona como hombre con sus características fenotípicas y genitales o mujer con las suyas.

El género es un concepto mucho más psicológico y social. Se puede ser de sexo masculino y sentirse mujer o sentirse otra cosa. Ahora se ha llegado, en mi opinión, al disparate absoluto en el tema del género. Habría ‘n’ número de géneros distintos. 

«La disforia de género es un concepto serio y real, pero que se ha desorbitado de una forma brutal»

Javier San Sebastián, en una imagen de archivo.

—¿Qué es la disforia de género?

La disforia de género es un concepto relativamente moderno que hace referencia a la disconformidad de una persona, sea hombre o mujer, en cuanto a su sexo fisiológico en relación a su sexo psicológico. Es el hombre que no se siente hombre, sino que se siente mujer o la mujer que no se siente mujer, sino que se siente hombre. Es el estar disconforme a nivel psicológico con la morfología y las características anatómicas y fisiológicas de tu realidad corporal. 

—Como psiquiatra infantil con una larga trayectoria profesional, ¿es frecuente encontrar casos de este tipo en la etapa infantil?

La disforia de género es un concepto muy precoz en un niño. Te puedes encontrar con un niño o una niña de 6 años que ya tiene muy claro que no está a gusto con su corporalidad; es decir, no es feliz teniendo rasgos o fenotipo femenino o masculino, sino que le gustaría ser del otro sexo. Ésta es la disforia de género real.

Luego puede suceder en la adolescencia, que personas que no han tenido esa vivencia infantil y precoz empiezan a tener cierta confusión en relación a su sexualidad. Yo diría que eso es más común en las mujeres que en los hombres y, de hecho, puede darse que una adolescente tenga relaciones con otras chicas —esto suele darse más entre mujeres que entre hombres—promovidas por juegos o por encadilamientos emocionales intensos; pero en realidad ahí no hay una disconformidad con su sexualidad.

En el caso de los adultos, ya entraríamos en otros conceptos, en los que por distintas razones —incluso de márketing— juegan a ambivalencias múltiples sobre si son mujeres, hombres o híbridos y cosas de este tipo. Eso no tiene nada que ver con la disforia de género. La disforia de género es un concepto serio y real, pero que se ha desorbitado de una forma brutal.

«Si la homosexualidad no se considera patología, por la misma razón, la disforia de género tampoco debiera considerarse»

—Vistos ciertos estudios en otros países, parece que se han disparado estos casos de forma exponencial en los últimos años, ¿es muy habitual la disforia de género?

Desconozco la prevalencia actual de la disforia de género, porque sigue siendo un tema todavía tabú en algunas familias y no siempre los padres captan estas peculiaridades en los hijos. Por otra parte, yo llevo tres años retirado de la medicina pública y parece ser que coincide justamente con el boom de todo esto. 

Mi experiencia me dice que la disforia de género no es infrecuente, es un hecho real que existe y que no hay que minimizar en absoluto. Esto lo he visto toda mi vida. Por otro lado, creo que sí se ha disparado este asunto por cuestiones relacionadas con acontecimientos sociales y políticos y porque el mundo está cambiando. La pregunta que habría que hacerse es si ese exceso de casos que se contabilizan como tal, son todos disforia de género. Mi opinión es que no. Hay una cierta frivolidad al tratar este tema y se está llamando disforia de género a cosas que no lo son. 

No es una respuesta sencilla. Por supuesto, lo que se está haciendo a nivel político no sólo en España por parte del Ministerio de Igualdad, sino en otros países también, es una auténtica monstruosidad. Es decir, se está generalizando y frivolizando esta cuestión hasta límites altamente perjudiciales sobre un tema que es muy serio.

«Saltarse la fase de la adolescencia y la eclosión hormonal supone suprimir todo lo que significan los cambios, tanto físicos como psicológicos, consecuencia de la adolescencia»

—El borrador de la “ley trans” en el que trabaja el Ministerio de Irene Montero hace un especial énfasis en la despatologización de la disforia de género. ¿Actualmente se considera una patología?

La disforia de género se considera patología y así está reflejada en todos los manuales. Mi opinión personal es que es algo muy discutible; ya que, si desde hace mucho tiempo la homosexualidad no se considera patología, por la misma razón, la disforia de género tampoco debiera considerarse. Tanto sufrimiento puede producir la disforia de género como la homosexualidad egodistónica —el homosexual que siente que su orientación sexual no está en sintonía con su persona-. 

—En caso claro de disforia de género, ¿a qué edad recomendaría como psiquiatra que se comenzara con un cambio de sexo desde el punto de vista clínico?

Para ser muy ortodoxo y ajustarme a la bioética y lo que se sabe sobre la mente infantil, se admite que la edad a partir de la cual los niños disciernen y tienen capacidad para consentir y autorizar -por ejemplo, en los ensayos clínicos- son los 12 años. Hablamos de un niño con una inteligencia normal y que no está fanatizado o inmerso en otros tipos de circunstancias como enfermedades mentales.

Ahora bien, que por el hecho de tener 12 años, un niño o una niña que se quiera cambiar de sexo haya una prisa por hacerlo, eso son palabras mayores. Yo, personalmente, creo que habría que esperar, como mínimo, hasta la pubertad. La pubertad conlleva una serie de cambios hormonales que pueden terminar de condicionar en determinados sentidos la opción vital de esa persona, también a efectos de un cambio de sexo corporal. Por eso, aunque a los 12 años ya puede consentir y su opinión es respetada y considerada, mi opinión es que sería más prudente esperar hasta que se produzca esa eclosión hormonal.

«La disforia de género debe ser real y acreditarse permanente, no un episodio transitorio»

—Sin embargo, el borrador de la ley propone el “bloqueo hormonal al inicio de la pubertad para evitar el desarrollo de caracteres secundarios no deseados y el tratamiento hormonal cruzado”. ¿Qué consecuencias tiene en el paciente saltarse esa etapa -el de la eclosión hormonal- a nivel físico y psicológico?

Saltarse la fase de la adolescencia y la eclosión hormonal supone suprimir todo lo que significan los cambios, tanto físicos como psicológicos, consecuencia de la adolescencia e induce a una especie de adolescencia artificial mediante la hormonación. A mí eso me parece una barbaridad y psicológicamente no puede ser bueno, sencillamente me parece una monstruosidad. Es algo así como jugar al Doctor Mengele. 

—La propuesta del Ministerio de Igualdad establece la edad a partir de la cual se puede iniciar el tratamiento hormonal:  de 12 a 16 años, con el consentimiento de los padres y a partir de los 16, sin el consentimiento de los padres. 

Establecer edades de forma tan general, parece la típica respuesta política y no científica. Yo puedo hablar de lo que yo vi hasta mi jubilación hace tres años en el Ramón y Cajal, y las Unidades de Disforia de Género funcionaban de una manera muy rigurosa. Se consideraba la opinión de distintos especialistas, sobre todo del psiquiatra, se aplicaban distintos cuestionarios y se filtraba bastante bien si había o no una disforia de género real.

Una persona de 16 años ya es púber y tiene capacidad para consentir y puede saber con bastante precisión lo que quiere ser respecto a género, pero creo que habría que haber respetado la mayoría a la edad, ya que la disforia de género debe ser real y acreditarse permanente, no un episodio transitorio. ¿Que con eso produces dos años más de sufrimiento porque esta persona está en un cuerpo que no quiere? Es una decisión muy difícil, pero es que un cambio de sexo puede abrir una puerta peligrosa. 

«El mayor riesgo que tienen las hormonas sexuales es que son agentes productores de cáncer de las glándulas efectoras»

—Entonces, usted parece más partidario de analizar caso por caso.

Sí, yo soy partidario de analizar caso a caso y creo que se debería hacer siempre con el consentimiento de los padres hasta la mayoría de edad. Es un tema extremadamente complejo, porque también existen casos de personas que se han arrepentido después del cambio de sexo. No es todo tan claro siempre. No se puede generalizar y la adolescencia es un periodo determinante en todos los sentidos.

Yo creo que los políticos en todo el mundo y en España de manera especial, están jugando con esto. 

«Está claro que hay circunstancias psiquiátricas que invalidarían cualquier decisión de cambio de género»

—En cuanto a la hormonoterapia, ¿qué riesgos conllevan los tratamientos hormonales?

El mayor riesgo que tienen las hormonas sexuales es que son agentes productores de cáncer de las glándulas efectoras. En el hombre, los andrógenos de cáncer de próstata y en las mujeres, los estrógenos de cáncer de mama y ovario y útero. 

—En el borrador de la Ley Trans del Ministerio de Igualdad (art. 26) se indica literalmente en su apartado primero que “ninguna persona podrá ser obligada a tratamiento, procedimiento médico o examen psicológico que coarte su libertad de autodefinición de la identidad de género”. El hecho de que una persona, amparada por la ley, pueda negarse a someterse a un examen psicológico, ¿puede producir que pasen desapercebidas patologías o trastornos con síntomas parecidos a la disforia de género? 

En lo concerniente a patologías que puedan cursar con sintomatología parecida a disforia de género, claro que las hay. Por ejemplo, el trastorno dismórfico corporal es una patología en la que se presentan grandes problemas con la apariencia corporal. Podría darse que un trastorno de este tipo se confundiera con disforia de género. En cualquier caso, prohibir al médico -si el menor se niega- realizar una indagación psicológica y psiquiátrica me parece un auténtico atentado contra la integridad psicológica del individuo.

—Dentro de este art. 26 en el apartado tercero dice que “la existencia de un diagnóstico de enfermedades psiquiátricas previas no obsta a la validez del consentimiento expresado para llevar a cabo el proceso de transición de género si ha sido libremente expresado”. ¿Una persona con una enfermedad mental preexistente está psicológicamente facultada para tomar una decisión de cambio de género? 

Es absolutamente evidente que no. Se admite que en el caso de la esquizofrenia en un brote agudo, invalida las decisiones que pueda tomar un individuo en esas condiciones; o un episodio maníaco en el contexto de un trastorno bipolar; o una demencia; o un delirio exógeno. Está claro que hay circunstancias psiquiátricas que invalidarían cualquier decisión de cambio de género. 

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