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A CUATRO DÍAS DE LAS ELECCIONES

Mi bola de cristal

Banderas de Estados Unidos. Reuters

¿Hemos dicho ya que Trump tiene el viento de cola? Pues, para que no falte de nada, aparecen los resultados macroeconómicos del tercer trimestre y vemos que la economía norteamericana creció a un ritmo récord del 33.1%. En CNN daban la noticia con cara de circunstancias.

Al mismo tiempo salía el índice de satisfacción que publica el gigante demoscópico Pew Research, y parece ser que el grado de satisfacción de los norteamericanos se ha duplicado desde septiembres, en meses sombríos marcados por las revueltas callejeras de Black Lives Matter, pánico sanitario y confinamientos.

¿Significa todo esto que Trump va a ganar las elecciones? Debería, y en tiempos normales apostaría por ello. Pero no son tiempos normales, ni de lejos. La ‘nueva normalidad’ quizá sea nueva, pero no tiene nada de normal. Por eso no voy a hacer lo que se esperaría de un analista a estas alturas de la película: que se moje y prediga el resultado.

Más de una vez me han presentado amablemente como el único periodista español que apostó por Trump en las pasadas elecciones, y yo pongo cara de circunstancias porque a nadie le amarga un dulce. Pero es totalmente falso. El único que lo clavó, estado por estado, fue Alonso de Mendoza (@alonso_dm) al, que por supuesto, nadie de peso le ha reconocido la hazaña.

Así que no, no tengo ni idea de lo que puede pasar la noche del próximo día 3. Puede arrasar Trump, ganar Trump por la mínima, ganar Biden por la mínima, arrasar Biden. Pero sí me voy a atrever a hacer algunas otras predicciones sobre el particular.

La primera es que no va a ser una noche electoral al uso, de esas en las que uno se va a la cama sabiendo quién será investido en enero como presidente y, con ayuda de un termo de café, le da para ver cómo el rival ‘concede’ la victoria.

Los demócratas y sus terminales mediáticas llevan ya tiempo vendiendo una extraña versión de hechos futuros. Advierten que es posible (probable) que en la noche electoral parezca que ha ganado Trump, incluso que ha arrasado, para descubrirse después de un minucioso escrutinio del voto por correo que en realidad ha sido Biden el ganador.

¿Por qué se ponen la venda antes de la herida? ¿No es casi, casi avisar de que van a hacer todas las trampas que puedan? El caso es que Hillary ya ha pedido a Biden que de ninguna manera conceda en la noche electoral, pase lo que pase. Y la gente que enfurece a Hillary tiende a ver drásticamente reducida su esperanza de vida.

En cualquier caso, algún que otro gobernador demócrata ya ha advertido que la operación de recuento puede alargarse hasta diez días. O sea que mi primera predicción es que lo que veremos la noche electoral no va a ser definitivo, salvo, quizá, si los números son demasiado abrumadores en cualquiera de los dos sentidos.

Mi segunda predicción es que el perdedor no va a aceptar los resultados, no de primeras, al menos. Hay demasiadas acusaciones cruzadas de fraude, y demasiado acerbas. Incluso se han acusado mutuamente de preparar un golpe de Estado, y un oscuro grupo auspiciado por los demócratas ha diseñado ya un minucioso plan para que el Ejército desaloje a Trump de la Casa Blanca en caso de que se niegue a hacerlo.

Es, por otra parte, más comprensible que en otras ocasiones. El de ex presidente es un papel usualmente cómodo, aunque irrelevante. La gente te olvida deprisa, pero no dejas de ser algo así como un monumento histórico y puedes llevar una vida apacible pescando en Cabo Cod.

No ahora. Tengo el fundado presentimiento de que, si ganan los demócratas, tratarán de encausar a Trump para neutralizarle definitivamente metiéndole entre rejas. Y en caso de una victoria de Trump, la investigación del Obamagate seguirá adelante y puede traducirse en años de cárcel para algunos responsables. También estoy seguro de que lo que se está revelando sobre la corrupción de Biden no puede dejar de tener consecuencias penales, y graves. Por último, ya en un debate de la campaña anterior Trump dijo de su rival, Hillary Clinton, que la metería en la cárcel, y no me pega que haya olvidado su promesa.

Por último, creo que, aun cuando el candidato perdedor acabara reconociendo la derrota, dudo mucho que lo hagan sus votantes. La brecha es ya demasiado grande, el país no estaba tan dividido desde la Guerra de Secesión. La situación ha ido más allá de cualquier arreglo entre las dos Américas.

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