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Cita a la comunidad de Inteligencia

Ni ISIS, ni Al Qaeda: Biden declara el «supremacismo blanco» como la «amenaza más letal» a la seguridad de EEUU

ISIS. Europa Press

¿Sabían ustedes? El terrorismo inspirado en el ‘supremacismo blanco’ es “la amenaza más letal” a la que se enfrenta Estados Unidos. No nos hagan poner ejemplos, no se trata de eso: lo ha dicho el presidente de Estados Unidos durante un discurso en Tulsa para marcar el centenario de la masacre racial en el barrio de Greenwood. Y si lo dice un gobernante blanco, anciano, heterosexual y con conocidos vínculos pasados con racistas declarados, ¿quién soy yo para dudar?

Tampoco es que lo diga por su cuenta y a humo de pajas: “Según la comunidad de Inteligencia, el terrorismo motivado por el supremacismo blanco es la amenaza más letal para la patria hoy”, ha declarado el ‘presidente por incidente’. “Ni Isis, ni Al Qaeda; los supremacistas blancos”.

Si lo dice la ‘comunidad de Inteligencia’, esa indigesta sopa de siglas que no supo prever el hundimiento de la Unión Soviética (el mayor enemigo de Estados Unidos en su momento) y que filtró a los medios la inexistente ‘trama rusa’ que pendió como espada de Damocles sobre la cabeza de Trump durante todo su mandato, no puede quedar ni una brizna de dudas.

Lo dijo el secretario de Seguridad Nacional en funciones, Chad Wolf, ante los miembros del Congreso en septiembre de 2020: el supremacismo blanco es “la amenaza más persistente y letal” para Estados Unidos. Un mes más tarde, su departamento hizo público un informe que revelaba que el extremismo supremacista blanco es responsable de más atentados mortales que ningún otro grupo extremista nacional desde 2018.

En realidad, el presidente se queda corto. El supremacismo blanco es un cáncer que va más allá de los ataques violentos que probablemente estén por todas partes, ocultados por la prensa blanca; su influencia llega incluso a influir en el mercado inmobiliario, según ha denunciado Patrisse Khan-Cullors, cofundadora del angelical grupo Black Lives Matter. Khan-Cullors, que se ha visto obligada a dimitir después de que se conociera que había comprado una mansión en un barrio exclusivo de California, exquisitamente blanco (una de sus compras inmobiliarias, que ascienden a 3,2 millones de dólares), escribió recientemente un comentario a un especial de la cadena pública NPR sobre el mercado de la vivienda con estas palabras: “Gracias @npr por poner el foco en la historia del racismo dentro del mercado inmobiliario y las razones por las que la propiedad de viviendas por Negros (sic) siempre ha sido un modo de entorpecer el supremacismo blanco”.

En ese sentido que ustedes están intuyendo es en el que las palabras de Biden tienen sentido: cuando cualquier cosa es “supremacismo blanco”, el supremacismo blanco se convierte, lógicamente, en la mayor amenaza.

En plena campaña electoral de las pasadas presidenciales, el grupo de Khan-Cullors, Black Lives Matter, organizó manifestaciones en 22 ciudades norteamericanas que, en muchos casos, degeneraron en saqueos, destrucción de propiedades, incendios y violencia con resultado muerte. Los medios y los políticos demócratas las justificaron de forma casi unánime, nada que ver aquí, sigan circulando. No dejaban de ser consecuencia del supremacismo blanco, una reacción comprensible.

Más recientemente ha habido una oleada de ataques callejeros completamente inmotivados contra asiáticos en las calles norteamericanas, un fenómeno que se ha achacado, lo han adivinado, al supremacismo blanco. Aunque los atacantes eran prácticamente todos ciudadanos negros, era evidente para los comentaristas que estaban imitando el inveterado racismo blanco.

Y así todo.

Lo que no quiere decir que no quede un racismo residual, muy minoritario, entre la población blanca, naturalmente. Especialmente entre los mayores. Últimamente ha circulado por las redes sociales el vídeo de un viejo político blanco ironizando sobre la cantidad de anuncios que muestran parejas interraciales, sugiriendo que responde a un plan para fomentar ese pecado nefando para el racista clásico, la ‘miscenegation’ o mestizaje. Dice el tipo: «Vas haciendo ‘zapping’… No sé cuántos anuncios ves… dos o tres de cada cinco presentan parejas interraciales. Eso no es por casualidad. Están vendiendo jabón, tío”. No se lo pierdan.

Su nombre es Joe Biden.

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