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EL PP RESPALDA LAS RECETAS FALLIDAS DE MACRI

Pablo Casado, la vuelta al mundo socialdemócrata en 80 centros centrados

El todavía líder del PP, Pablo Casado, en un momento de su minigira americana (foto: David Mudarra - PP)

El presidente del PP, Pablo Casado, se ha propuesto enlazar las perlas de la centralidad política hispanoamericana en una fulgurante diadema conjunta de moderación y equidistancia que venza al “populismo”. Con este objetivo en mente emprendió una gira que arrancó por Argentina y que continuará por Uruguay, Paraguay y Chile, donde se reunirá con la gente más parecida a él que encuentre.

Le viene bien a Casado atravesar el Atlántico y despejarse de los muchos problemas que tiene en casa. La ex-vocera de su partido y ¿contrincante? Cayetana Álvarez de Toledo acaba de publicar su libro “Políticamente indeseable” en el que describe las guerrillas internas del PP que la convirtieron en un paria y el deficiente liderazgo de Pablo. El libro es un éxito, la humillación es mucha. 

Pero el escandalete de Cayetana es un vientito comparado con el huracán que representa la interna más feroz que mantiene con Isabel Díaz Ayuso, la presidente de la Comunidad de Madrid. Ayuso tuvo lo que Stefan Zweig llama “el genio de una noche” cuando adelantó las elecciones en mitad de la pandemia para neutralizar una jugada con la que el oficialismo del PSOE pensaba arrebatarle Madrid. Con esta osada movida se subió a las grandes ligas confrontando directamente con Pedro Sánchez y se convirtió en una megaestrella política y mediática. La audacia y las jugadas confrontativas no se le dan a Casado ni a los de su estirpe, así que se quedó afuera de los laureles que coronaron la rotunda victoria de Ayuso. Va de suyo que Casado nunca jamás se hubiera atrevido a lo que Isabel y desde entonces la dama lo viene opacando tozudamente.

Hábil en el arte de no decir nada, Casado deja como tarea para el hogar el entender, concretamente, con qué cosas SÍ se combate al populismo.

La cosa es que, con su popularidad e intención de voto en pertinaz caída, Pablo Casado decidió ensayar un perfil internacional repitiendo las andanzas del Adelantado Don Rodrigo Díaz de Carreras al fundar ciudades que ya estaban fundadas (…y no lo vio!). El líder del PP propuso la construcción de una “alianza de proyectos políticos centrados, moderados y reformistas” en la región para frenar al Grupo de Puebla. Casado transita tardíamente las huellas de Santiago Abascal, que hace meses comenzó a reunir en la Carta de Madrid de la Fundación Disenso, a políticos, intelectuales y periodistas en contra del Foro de San Pablo y sus derivaciones. Desde entonces Abascal viene realizando acciones políticas y comunicativas, porque diagnosticó el embate socialista en momentos en que la política centrada lo trataba de conspiranoico.

Pero acá viene lo interesante, en el discurso pronunciado en Buenos Aires junto al expresidente Mauricio Macri, Casado lamentó la expansión del “populismo” y subrayó que “no se lo puede combatir con más populismo, ni con más extremismo”. Hábil en el arte de no decir nada, Casado deja como tarea para el hogar el entender, concretamente, con qué cosas SÍ se combate al populismo. Tratemos de bucear en sus acciones a ver si encontramos la respuesta.

Casado se reunió en Argentina con los dos líderes de la coalición opositora: Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta. Con Macri se solidarizó por sus causas judiciales aún en curso y además mostró enorme empatía ideológica, El exmandatario argentino comparte con personajes como Rajoy o Piñera, el ser artífices de gestiones que buscaron complacer a los sectores que los aborrecían. En este sentido, consintieron a pies juntillas sus agendas económicas, sociales, culturales e ideológicas de sus socialismos vernáculos, hecho que anabolizó a los oponentes chavistas de cada uno de esos países y les tendió la alfombra roja del regreso.

Aparentemente, Casado no necesita taparse la nariz cuando se acerca al socialismo que practica Larreta

Lo que son las casualidades locas, diversos medios españoles y argentinos vienen exponiendo las intenciones de Casado de proponer una coalición con el PSOE en caso de que el PP, con Pablo a la cabeza, ganara las próximas elecciones. El líder popular se muestra optimista pese al bajón de su imagen y, ante la dificultad de lograr una mayoría absoluta, le tendería la mano al PSOE para llegar a La Moncloa: “nosotros podemos hacer como hizo Mariano Rajoy en el año 2016, en el que ofreció una gran coalición al Partido Socialista”, sostuvo sin sonrojarse.

En la búsqueda eterna del centro más centrado, Casado (como Macri, o como Piñera) busca rescatar de las formaciones socialistas la “parte buena” que les garantice ese paraíso político que combina la socialdemocracia con una gestión eficiente. Confían en que el Estado intervencionista, si es manejado por los buenos, finalmente va a funcionar. La cruda realidad se ha encargado de mostrarles que eso no existe, que es lo mismo que Narnia, pero no hay caso. Como se trata de gente inteligente, es dable a pensar que no es ingenuidad sino bonapartismo light lo que padecen estos líderes del centro centrado.

Para mayor abundamiento, Casado se reunió con el alcalde porteño, Larreta. Acá los malabares para sostener la bandera de la moderación centrada son mucho más difíciles, ya que Larreta se ha asociado a Alberto Fernández no sólo en la bochornosa y autoritaria gestión de la pandemia, sino que practica un tipo de gestión de tal nivel de intervencionismo, ingeniería social y fiscalidad que envidiaría el mismísimo Marx. De hecho, su coalición contiene a partidos socialistas oficialmente. Pero, aparentemente, Casado no necesita taparse la nariz cuando se acerca al socialismo.

Macri fortaleció un kirchnerismo que en 2015 estaba agotado, a tal punto que regresó al poder en su trastornada cuarta versión

En la promocionada reunión con Macri, cuentan las malas lenguas que Casado coló reproches al líder del PRO porque varios miembros de su formación son firmantes de la Carta de Madrid que el buen Pablo desea emular. Si hilamos finito, pareciera que el Presidente del PP estaba más interesado en frenar la expansión de VOX que la del propio Grupo de Puebla. Lo que nunca termina de quedar claro, con todos estos políticos que pregonan las bondades del centro centrado, es cuáles son las directrices que permitirían enfrentar al “populismo” que tanto declaman pero que nadie sabe exactamente su composición y naturaleza.

Si miramos el caso de Piñera, su gestión alcanza niveles de desaprobación estratosféricos, y ha sido una catarata de concesiones al integrismo indigenista y a los reclamos socialistas que terminó por destrozar al país más próspero de la región. Este “garante” de la institucionalidad es el mandatario en cuya presidencia se han realizado con total impunidad una cantidad de atropellos al “rule of law” y a la institucionalidad misma que no hubiera soñado el Partido Comunista chileno ni en sus sueños más húmedos.

Si miramos el caso argentino, la gestión macrista buscó permanentemente congraciarse con el paquete de votantes del socialismo kirchnerista lo que la llevó a agrandar deuda, planes sociales y políticas públicas propias de la agenda kirchnerista. Con todo esto se fortaleció un kirchnerismo que en 2015 estaba agotado, a tal punto que regresó al poder en su trastornada cuarta versión. ¿Es claro que la receta de Macri y Piñera no sirve, o el centro centrado es también un proyecto utópico al igual que el socialismo?

Pretender reeditar el cóctel de socialdemocracia con gestión eficiente que representan Macri, Piñera o Casado equivale a comprarse un fax u instalar un Blockbuster

El cambio es ya imparable” declaró hace pocos días Casado. Es notable cómo coincide en terminología y voluntarismo con su gran amigo Macri. ¡La cosa es que no explica bien de qué cambio se trata!. Porque si es por cambiar de mandatario, la región ya ha cambiado varias veces, y la decadencia no se ha detenido. Cada tanto el socialismo hispano abroquelado en el Foro de San Pablo, se muestra tan repugnante que los electorados se decantan por opciones más pulidas y elegantes. Y sí, son mejores porque los otros son muy, pero muy mucho peores. Cuando uno está en un pozo, ascender sólo te deja a la altura del piso. Qué gracia.

En una entrevista a uno de los diarios más importantes de Argentina, Casado no logró precisar en qué términos se asociaría con el PSOE. Lo que sí sabemos son los términos de inconstitucionalidad, impunidad y corrupción con los que el PSOE se viene asociando con la izquierda chavista y separatista para permanecer en el poder. Definitivamente, el “alfa lomo plateado” en una eventual sociedad PSOE/PP sería el PSOE y no el PP, por más que Casado enarbole el dedo moralizante. 

Los mandatarios moderaditos pierden el manejo de sus partidos, de sus países, y pierden la narrativa

La arremetida contra las libertades individuales, las democracias liberales y el libre mercado que el socialismo viene haciendo a nivel internacional ha sido profusamente negado hasta que fue muy tarde. Ahora, pretender reeditar el cóctel de socialdemocracia con gestión eficiente que representan Macri, Piñera o Casado equivale a comprarse un fax u instalar un Blockbuster, es mirar una película vieja. Por eso no pueden explicar concretamente cuál es su propuesta, porque no la tienen o (peor) si la tienen los obligaría a decantarse por uno u otro tipo de ROL DEL ESTADO, establecer tamaño, responsabilidades y alcances y eso es lo que el centro centrado no puede hacer sin dispararse en los pies.

Mientras tanto, en la calle (que es esa cosa que pisan apenas para ir de evento a evento), la batalla arrecia. Los avances de la famosa Agenda 2030, que propone cercenar todas las conquistas liberales, son escalofriantes. Los mandatarios moderaditos pierden el manejo de sus partidos, de sus países, y pierden la narrativa frente a quienes proponen control social, justicia tribal y el fin del capitalismo. Sencillamente no la pueden enfrentar. Pero no parecen preocupados por eso, sino por ganar sus propias internas partidarias, mostrarse como “el yerno que toda suegra desearía tener” y con sólo esa alquimia volver al poder. La pregunta para el centro centrado es: ¿Para qué quieren el poder?

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