Para el Imperio Progre, populismo equivale a ‘fake news’ y Donald Trump es un peligro para la humanidad porque sus mentiras se cuentan por miles desde que se lanzó a la política en las primarias republicanas de 2016. Sin embargo, los mayores fabricantes de ‘fake news’ son los medios de comunicación tradicionales y los políticos del consenso, unidos por su odio al presidente de Estados Unidos.
La mayor mentira que circula estos días es la de que Joe Biden es el ganador de las elecciones presidenciales, seguida de que Kamala Harris es una “luchadora” que ha roto un techo de cristal para todas las mujeres. Todos los medios de comunicación, incluidos los tenidos por derechistas, como la Fox y la COPE española, se han arrogado el papel del Colegio Electoral, que se reunirá para que sus miembros voten al presidente y al vicepresidente el 14 de diciembre.
A la proclamación de Biden como presidente electo, realizada por las televisiones de EEUU, le siguió una avalancha de líderes políticos, intelectuales (¡el anciano Steve Pinker dando saltitos como un adolescente borracho!) y periodistas felicitando al ex vicepresidente de Barack Obama y alegrándose de la derrota de Trump.
Nadie recuerda el caso de Al Gore, que impugnó los resultados en Florida en 2000, nadie recuerda que se siguen contando votos y nadie admite la posibilidad de errores o fraudes que alteren el reparto de los compromisarios. Porque se trata de crear un marco mental en el que Biden-Harris son los vencedores y Trump, aparte de mal perdedor, prepara un golpe de Estado para permanecer en la Casa Blanca.
Entre toda esta multitud destaca la ausencia de Andrés Manuel López Obrador, el presidente de México desde 2018. AMLO dijo: “Vamos a esperar que se terminen de resolver todos los asuntos legales. No queremos ser imprudentes, no queremos actuar a la ligera y queremos ser respetuosos de la autodeterminación de los pueblos y respetuosos del derecho ajeno”. Una declaración impecable y, sobre todo, impensable en quien reclama a España que pida perdón por la conquista de México o incitó a la gente a salir a cenar y a abrazarse a pesar de la epidemia de corona virus. Además, recordó que a él le ‘robaron’ las elecciones de 2006 y le molestó que otros gobernantes reconocerían a su rival, Felipe Calderón, sin aguardar nuevos recuentos.
En los últimos meses, Trump y AMLO se han cubierto de elogios mutuos. El primero llamó al segundo “un gran tipo”; y cuando ambos se reunieron en Washington en julio pasado para firmar el nuevo tratado de comercio entre los dos países más Canadá, el mexicano le dijo al estadounidense “en vez de agravios, de usted hemos recibido comprensión y respeto”. Éste ha sido hasta ahora el primer viaje de Obrador al extranjero y ya comenzada la campaña electoral en EEUU. Significativo, ¿verdad?
Una congresista texana (demócrata, por supuesto), quedó tan enfadada por esta separación de AMLO de la atronadora claque que le ha acusado de ser “co-conspirador en los esfuerzos de Trump por socavar los derechos humanos de solicitantes de asilo vulnerables”.
Dos enemigos del ‘buenismo’
¿Cuáles son las causas de esta buena relación entre Trump y AMLO? ¿Sólo el resentimiento del mexicano por su derrota de hace catorce años, que le llevó a fundar su propio partido?
En AMLO se cumple el reproche de Nicolás Gómez Dávila a la democracia, como “el régimen político donde el ciudadano confía los intereses públicos a quien no confiaría jamás sus intereses privados”; pero tampoco se puede negar que se trata de un político que ventea el poder.
Más del 80% de las exportaciones mexicanas se dirigen a EEUU. A partir de este hecho, sumado al deseo de pasar a la historia, se puede entender la conducta de López Obrador. El muro que Trump anunció que iba a construir en la frontera lo ha levantado el presidente mexicano al desplegar tropas para detener a los emigrantes que pretenden penetrar en EEUU.
Los dos presidentes son hombres sin partido, ajenos al establishment de sus países respectivos y acusados por la élite de vulgares y demagogos. Tienen, por tanto, mucho en común.
Y también sabe AMLO que el buenismo que puede regresar a la Casa Blanca desencadenaría una oleada mucho mayor de emigrantes de Centroamérica que atravesaría su país, ya sacudido por las guerras de los narcos.
La conclusión es que el Imperio Progre, tan dado a predicar la diversidad, no soporta a quienes no acatan su discurso monocorde. Para sus súbditos, la prudencia, antes una virtud, es hoy una vergüenza.
Y eso que yo tengo claro, que si, al final, Biden jura como presidente AMLO correrá a felicitarle. Lo mismo hará cuando Kamala Harris sea elevada a la presidencia.