La teoría dominante entre quienes sostienen la tesis del fraude masivo es que a sus autores se les fue la mano bastante porque la victoria de Trump superó las expectativas de sus peores pesadillas. Es posible, claro. Pero yo creo que contaron con otro factor determinante: los periodistas somos de letras.
En algunos casos, como el mío, desesperada y desesperantemente de letras, con lo que tratar de convencernos -y convencer al resto del mundo- de lo evidente de la trampa con matemáticas o ese incomprensible vudú que es para muchos de nosotros la tecnología resulta inútil, o casi.
Así, cuando Jovan H. Pulitzer, uno de los desarrolladores de esta red infernal que es la Web, hizo una demostración en directo ante un subcomité del Senado de Georgia de cómo podía intervenir en las máquinas de votación haciéndolo in situ, durante las elecciones legislativas del estado, hace cuatro días, a muchos nos pareció estar en un juego de magia de Tamariz.
En realidad, esto debería de haber sido definitivo: ya está, las máquinas no son seguras, ¿ven?, estoy dentro del sistema y puedo cambiar los votos. Fin. Pero eso sería si la cuestión fuera académica, si el interés fuera realmente saber si ha habido o no fraude electoral. Pero creo que ya todos sabemos que no es esa ya cuestión; la cuestión es si Trump va a poder hacer el truco de quedarse en la Casa Blanca y volver a jurar el cargo el próximo día 20.
Es un poco como lo que vivimos en España, salvando las distancias. Si uno tiene la preocupación de higiene elemental de ignorar los grandes medios y enterarse directamente de lo que pasa cada día, comprobará que cada lunes y cada martes el gobierno hace cosas que, como claman en redes miles de sus indignados súbditos, se supone que no puede hacer. Pero claro que puede hacerlas porque, de hecho, las hace sin sufrir ninguna consecuencia negativa. ¿Y qué vas a hacer tú al respecto, tipo duro?
El otro día comentaba que lo que ha caracterizado a 2020 es que ha sido el año en que los poderes nos empezaron en serio a hacer luz de gas. Pero olvidé añadir que cada día que pasa ponen menos interés por convencernos. Total, ¿para qué? ¿Qué podemos hacer al respecto? ¿No votarles? Miren de lo que les ha servido a los norteamericanos.
Pero si hay algo que no soporte Donald Trump es perder. Sí, le gusta la lucha, pero siempre juega a ganar, y no creo que esta sea una excepción. Antes les dije que está jugando, entre otras cosas, al despiste, pero puedo añadir que está poniendo toda la carne en el asador, movilizando todos los medios a su alcance, algunos de los cuales -armamento nuclear- quizá se esté guardando con la esperanza de no tener que utilizarlo.
Y lo que toca ahora es la ya más que conocida ‘elección contingente’. Para lo cual necesita una mayoría y que Mike Pence, su vicepresidente y presidente del Senado, acepte recusar los votos electorales de los estados en disputa en la sesión del próximo día 6.
Sobre Pence se ha centrado la atención estos últimos días, y los conspiracionistas del sector duro le han pintado de traidor para abajo (o para arriba, según se mire), llegando los más, digamos, mentalmente inestables a sugerir que debía ser inmediatamente detenido y juzgado por traición por una corte marcial. Y es que Pence se opuso a una moción para concederle poder extraordinarios de investigación sobre los resultados electorales.
Sosegaos. Si de algo no peca el presidente es de exceso de delicadez y discreción. Cada vez que uno de sus colaboradores o correligionarios del partido le ha hecho la cuatro setenta, le ha faltado tiempo para aparecer en su cuenta de Twitter y poner al osado como chupa de dómine. Lo ha hecho, a su placer y con extenso recochineo, con el gobernador republicano de Georgia y con muchos otros. Lo de sufrir en silencio las ofensas no es muy de Trump.
Y, en cambio, no dijo ni mú de su vicepresidente en esta ocasión. Ni una palabra. En cambio, sabemos que este tenía previsto un viaje a Israel que canceló por una reunión urgente en la Casa Blanca. Marcial Cuquerella, aquí al lado, os lo cuenta todo sobre el caso.
Así que ahora el fuego de artillería de Trump se centra en esa sesión del próximo 6, y en reclutar legisladores para esa causa. Y se ha dirigido a ellos directamente, urgiéndoles a rechazar los votos electorales en los estados donde más claras son las sospechas de fraude. Este sábado pasado llamó a los interesados para recordarles que los demócratas han robado la elección y que ellos son los únicos que pueden parar esta siniestra conjura. “Vosotros sois el verdadero poder”, parece ser que les ha dicho, más otras cosas que callan. “Las personas más importantes sois vosotros. Más importantes que los tribunales. Más importantes que nada porque sois los que tendréis que tomar la decisión definitiva”.
Decisión que tomarán, recordemos, en un Washington ‘tomado’ por los partidarios de Trump, convocados por el presidente, y muy probablemente ayudados por nuevas pruebas que el viejo Donnie se habrá guardado para el último momento.