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EL EXPRESIDENTE RECUERDA QUE EL MÉRITO ES SUYO

Trump defiende sus vacunas en medio de la división en la sociedad estadounidense

El expresidente estadounidense, Donald Trump. Europa Press

Aunque presuntamente haya perdido las elecciones presidenciales, Donald Trump, que no deja de insinuar que se presentará de nuevo en 2024, atrae siempre multitudes adorantes que corean con entusiasmo cualquiera de sus consignas.

Bueno, casi cualquiera, para ser sinceros. Hay uno de sus ‘ritornellos’, cada vez más frecuente en sus baños de masas, que cuando no encuentra como respuesta un frío y tenso silencio es para encontrarse con un abucheo. Nos referimos a su machacona insistencia en la bondad sin tacha de las vacunas contra el coronavirus.

Lo volvió a hacer en Houston, durante su gira triunfal, con la estrella Bill O’Reilly como ‘contertulio’, donde reconoció haberse inoculado la inyección de refuerzo. O’Reilly dijo ante la multitud que ambos estaban vacunados, y preguntó al expresidente si se había inyectado la dosis de refuerzo, a lo que Trump respondió afirmativamente. Y en ese momento empezaron los abucheos.

Acostumbrado a una audiencia entregada, Trump reaccionó inmediatamente: «¡No, no, no!», exclamó, señalando que los abucheos salían de un «grupo diminuto por esa zona» y asegurando que cuando sus seguidores cuestionan las vacunas «le están haciendo el juego» a sus rivales políticos.

Ahora, los mítines de Trump desde que dejó la Casa Blanca son una mezcla de comentarios despectivos sobre la actual Administración, realmente ingeniosos en ocasiones, y desmedidas alabanzas a su gestión. Y la Operación Warpspeed que culminó en la primera vacuna es obra suya, un esfuerzo que, además, le hurtó Biden al apropiarse de sus frutos nada más ser proclamado presidente. Y eso tiene que dolerle a Donald.

Así que no es la primera vez que habla en público de esas «magníficas, magníficas vacunas» y saca pecho recordando que suyo es el mérito. Y tampoco la primera vez que se encuentra con un frío silencio, que se ha ido convirtiendo en abucheo a medida que mantenía empecinadamente la balandronada.

Es un error, uno de esos raros casos en los que la vanidad se impone incluso a su fino instinto populista, como cualquiera puede comprobar navegando por las redes sociales.

El covid y lo que ha traído con él ha dividido como ningún otro asunto a la sociedad norteamericana, y aunque hay una infinidad de matices intermedios, los bandos están claramente definidos y son irreconciliables. Y entre los que están hartos de las restricciones y reniegan de la vacunación obligatoria -que Biden está imponiendo de hecho, sino de derecho- abundan los trumpistas. Es un hecho que ignora para su mal.

No es, necesariamente, que se esté contra la vacuna o se desconfíe de ella. Pero el matonismo con el que se quiere imponer la vacunación pone en guardia a quienes creen que ya se ha ido demasiado lejos en la vulneración de los sacrosantos derechos del ciudadano estadounidense. Así que oír hablar de lo maravillosas que son las vacunas y de que todo el mundo debería inocularse no es exactamente lo que desea oír el trumpista de base, al que tal discurso le recuerda demasiado al propio Biden.

La decepción de muchos de sus seguidores es muy visible en las redes, con muchos de ellos concluyendo, no sin pena, que quizá es hora de transferir el manto del trumpismo a alguien más joven. Y menos egocéntrico.

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