La reunión del G7 sobre Afganistán ha sido un festival de la hipocresía. No se ha tomado ningún compromiso concreto para el futuro del país, que está perdido, mientras que las malas noticias fluyen desde el frente: rechazo al aplazamiento de la fecha de repatriación, fijada para el 31 de agosto; infiltración de terroristas entre los refugiados; reunión del jefe de la CIA con los talibanes. Es el escenario de una rendición.
La reunión extraordinaria de los países del G7 (EE.UU., Reino Unido, Francia, Alemania, Italia, Canadá y Japón) ha quedado en agua de borrajas («un compromiso moral común»), después del firme rechazo por parte de los talibanes a posponer la salida de las tropas extranjeras de Afganistán, fijada para el 31 agosto. Europa sigue dividida, la ONU es cada vez más hipócrita y solo Draghi demuestra un pragmático sentido común con su propuesta de una reunión extraordinaria del G20 (formado por los países del G7 más Brasil, China, la India, Rusia, Sudáfrica, Australia, Arabia Saudita, Argentina, Corea del Sur, Turquía, Méjico e Indonesia, al cual esperamos que se invite también a Irán y Pakistán).
Nada significativo ha salido de la reunión del G7 que ha tenido lugar por la tarde en Londres y a la que los países miembros han participado por videoconferencia: ni un mea culpa por un fracaso que ha durado veinte años, ni la voluntad de poner condiciones a los talibanes, un mero compromiso moral común para afrontar las «consecuencias de la vuelta» de los talibanes al poder en Afganistán. Como si todo fuera un mero accidente de la historia, sin responsabilidad para las potencias que han liberado ese país durante veinte años. En la rueda de prensa que ha tenido lugar después de la conclusión de la cumbre, el primer ministro británico Boris Johnson ha dicho que «creemos que podremos hacer salir a miles de personas… Hemos acordado un enfoque común para hacer frente a la evacuación, pero también un plan de actuación en el modo cómo nos comprometeremos con los talibanes… para garantizar un corredor seguro para los afganos que quieran huir del país después del 31 de agosto… Lo que todos queremos ahora es ver a la ONU guiando un proceso político que intente que Afganistán camine hacia adelante, pero sin que el país sienta que tiene que someter su gobierno a potencias extranjeras o fuerzas expedicionarias… Se necesitan paciencia y tiempo. Mientras tanto, lo que debemos hacer es utilizar nuestra considerable influencia como G7 para trabajar sobre las nuevas potencias en Afganistán, a fin de insistir sobre un corredor seguro y para seguir el recorrido que creemos que es compatible con nuestros valores y que nos permitirá comprometemos positivamente con ellos en un futuro».
Los talibanes ya han respondido negativamente a la petición de dejar un corredor para que los intelectuales, los profesionales y las mujeres afganas que quieran, puedan huir a Occidente después del 31 de agosto. Antes del encuentro se anunciaban cuatro noticias de gran relevancia. La primera es la decisión de la presidencia eslovena de convocar una reunión extraordinaria del Consejo de embajadores y ministros de Asuntos Exteriores para el próximo jueves 26 de agosto. No se podía dar mejor respuesta a los políticos europeos socialistas (empezando por el presidente del Parlamento, Sassoli) que el lunes habían polemizado con el primer ministro esloveno por sus declaraciones realistas sobre la improbable apertura de corredores humanitarios en Europa para los refugiados afganos. Europa sigue estando dividida y las posiciones de muchos países contrarios a la acogida indiscriminada de refugiados se han visto reforzadas, en primer lugar, por el firme rechazo de Austria y Hungría.
La segunda noticia se difundía a final de la mañana de ayer y atañe a lo que todos temíamos: entre los refugiados que han llegado en aviones militares a Francia y Reino Unido se habrían infiltrado terroristas y talibanes. Por la tarde, en concomitancia con el final de la reunión del G7, el expresidente Trump denunciaba la incapacidad de Biden de gestionar la situación: parece ser que la administración Biden está abandonando a miles de ciudadanos estadounidenses y colaboradores en territorio afgano y, al mismo tiempo, está salvando a cientos de terroristas que se hacen pasar por refugiados. Salvar a los colaboradores que durante tantos años han ayudado a las fuerzas occidentes es una cosa, pero traer a casa a degolladores profesionales es otra muy distinta. La generosidad de los países occidentales no puede confundirse con la acogida de quienes quieres construir nuevos emiratos islámicos en Londres, París o Roma.
La tercera noticia, que se filtró a final de la mañana y que fue confirmada por distintas fuentes, tiene que ver con el encuentro (secreto) en Kabul entre William Burns, jefe de la CIA y los talibanes, cuya finalidad, probablemente, era la posibilidad de posponer la retirada de las tropas, así como de los ciudadanos occidentales y sus colaboradores. Una noticia desconcertante si tenemos en cuenta que en estos días muchos líderes de los países del G7, además de la misma presidente de la Comisión de la UE, han hecho alarde públicamente de no querer reconocer de ninguna manera la autoridad de los degolladores de Kabul. Verba volant… pero el realismo pragmático dice otra cosa muy distinta. Lo que mejor ha confirmado el resultado negativo de la reunión han sido las declaraciones de ayer por la tarde del portavoz del Pentágono John Kirby, en las cuales confirmaba la fecha del 31 de agosto para la retirada y la repatriación final, a pesar de que el ministro de Asuntos Exteriores alemán ha afirmado que es imposible evacuar a todos los alemanes a tiempo. Con la excusa de posibles atentados en el aeropuerto de Kabul, las tropas de EE.UU. empezarán la desmovilización el viernes 27 de agosto.
La cuarta noticia, por desgracia previsible, es la continua hipocresía con la que, desde Amnistía Internacional al secretario para los Derechos Humanos de la ONU, se sigue lanzando advertencias sobre la violación de los derechos humanos llevados a cabo por los talibanes en estos pocos días desde que han conquistado el poder, mientras una cortina de silencio cómplice ha cubierto durante veinte años los abusos y la violencia perpetrados por los anteriores «gobiernos títere». No es creíble que Michelle Bachelet se desviva por los posibles peligros futuros de las niñas afganas y no haya dicho ni una sola palabra sobre la pedofilia que asuela el país desde hace veinte años o el exterminio de 4.7 millones de niñas que el aborto selectivo provocará en los próximos nueve años. ¡Seamos serios, por favor!
Aún no hay fecha para la reunión extraordinaria del G20, para la que está trabajando el presidente del Consejo de ministros, Draghi. Solo a raíz de esta reunión, a la cual hay que invitar a Irán y Pakistán, se podrá comprender cuál será el futuro de Afganistán. Hoy tenemos una certeza: ocho días después de la victoria de los talibanes, Occidente está de rodillas ante los emires y solo podemos esperar que los degolladores no estén entre nosotros.
Publicado por Luca Volontè en la Nuova Bussola Quotidiana.
Traducido por Verbum Caro para La Gaceta de la Iberosfera.