La despedida de los ruedos de Julián López El Juli acapara todas las portadas. Tras 25 años en la cúspide del toreo, el madrileño ha anunciado que deja de torear de forma indefinida, dejando conmocionada a la afición.
¿Qué momentos clave han marcado la trayectoria del diestro? No es fácil resumir miles de tardes de éxito. Como explicó este diario, «El Juli ha toreado en 1.871 corridas de toros, en las que ha obtenido 2.909 orejas y 99 rabos, saliendo a hombros en 969 ocasiones. Ha lidiado 3.943 toros, estoqueando en el ruedo a 3.880 ejemplares y sumando el indulto de 32 astados. A lo largo de su carrera, ha actuado en solitario en 17 tardes y ha completado 128 festejos ‘mano a mano’ con otro matador. Previamente, durante su periplo como novillero, se vistió de luces en 138 ocasiones, logrando 96 puertas grandes, cortando 282 orejas y 19 rabos e indultando 5 reses».
Semejante hoja de vida se antoja casi inabarcable. De hecho, siempre se ha dicho que la regularidad alcanzada por El Juli ha hecho que parte de la afición le reconozca menos de lo que debería, al dar por sentado que el madrileño siempre era capaz de triunfar, con la consecuente minusvaloración de sus logros. Sin embargo, en La Gaceta de la Iberosfera no somos de la misma opinión y creemos que merece la pena resumir un cuarto de siglo en cuatro momentos muy significativos en su vida que van desde los inicios como novillero hasta la despedida como figura del toreo. Son los siguientes.
Pasión mexicana
El primero que cabe destacar tiene que ver con su impactante periplo como novillero. Antes incluso de ser matador de toros, El Juli era un fenómeno a ambos lados del Atlántico. De hecho, en España se hablaba de él pero era en México donde se desarrollaba su precoz carrera, al amparo de una legislación más permisiva con el «niño torero». Aquel chico rubio conquistó para siempre el corazón del público hispanoamericano en 1994, cuando cuajó una histórica faena ante el toro ‘Feligrés’, al que indultó delante de 30.000 espectadores enloquecidos.
La pasión que ha despertado en México ha sido similar al aplauso que ha cosechado en todos los demás países del otro lado del charco en los que ha actuado. Especialmente intensa ha sido su conexión con la afición de Colombia y Ecuador.
Idilio con Francia
Su alternativa como matador de toros se produce en septiembre de 2008, en el precioso Anfiteatro de Nimes, acartelado junto a José María Manzanares y José Ortega Cano. Desde entonces, el público galo se volcó con la poderosa tauromaquia de un diestro ciertamente arrollador. Su madurez como torero quedó refrendada una década después, en esa misma plaza, cuando se encerró en solitario con seis toros y cortó siete orejas y un rabo en una corrida para la historia.
Por más de dos décadas, Juli ha sido un pilar de las ferias celebradas en el suroeste y el sureste de Francia, primero con el arrojo, el entusiasmo y la entrega de su fase de juventud y, después, con el mando, el poderío y la capacidad de su etapa de madurez.
Príncipe de Sevilla
Si hay una plaza en la que Julián López se ha sentido a gusto es la Real Maestranza de Caballería. El público hispalense ha comprendido, valorado y respetado su tauromaquia a lo largo de los años, permitiéndole cuajar memorables actuaciones. Sin embargo, hablar de El Juli y Sevilla es, por encima de todo, hablar de grandes triunfos y éxitos, coronados sin duda por su indulto al toro ‘Orgullito’, de Garcigrande, en la Feria de Abril de 2018.
También en el albero del Baratillo sufrió Julián una dura cornada en la pierna derecha que requirió hasta tres intervenciones quirúrgicas. No fue, en absoluto, su único percance, pero sí el que más ha recordado el propio matador cuando ha hecho balance de su periplo en los ruedos. La cornada ocurrió en la Feria de Abril de 2013, año en que también resultó herido de gravedad tras un accidente en la A-5, en las cercanías de Mérida.
La lucha por triunfar en Madrid
Mucho más compleja ha sido la relación de El Juli con la plaza de Las Ventas. A lo largo de los años, ha sufrido episodios de intolerancia y boicot por parte de los sectores radicalizados que, a lo largo de la historia, han hecho todo lo posible por reventar a las figuras a su paso por la capital. Por fortuna, Julián supo escuchar el silencio resignado de una abrumadora mayoría que, con el paso de los años, logró extender un merecido reconocimiento a quien siempre ha dado la cara en la primera plaza del mundo, con faenas emblemáticas como la del toro ‘Cantapájaros’, en 2007. Su despedida de Madrid, el pasado 30 de septiembre, se saldó con una multitudinaria salida por la Puerta Grande que puso fin a una larga lucha en la que su maestría se impuso como siempre supo hacer: a golpe de trabajo y esfuerzo.
Más allá de lo que supuso la Puerta Grande de su última actuación en Madrid, lo que subyace es el reconocimiento a una trayectoria que ha dejado una profunda huella en el mundo de los toros. El nombre de El Juli se ha escrito en la historia de la Fiesta con la misma fuerza con la que se inmortalizó la andadura de las grandes figuras de siglos pasados. Las comparaciones con Joselito son merecidas: Julián ha mandado en el ruedo y en los despachos, ha contribuido de forma decisiva a la evolución de la técnica y de la estética del toreo y ha sido capaz de mantenerse en la cima de la Fiesta en una carrera que ha tocado cuatro décadas y que le ha llevado a competir con diestros de la talla de Enrique Ponce, José Tomás o, más recientemente, Andrés Roca Rey.