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En el lado correcto de la Historia

Seguidores de Donald Trump. Reuters
Seguidores de Donald Trump. Reuters

La guerra de Rusia contra Ucrania ya no es noticia de interés. Ha caducado. Por más que los muertos sigan siendo reales y las consecuencias de esa marea lleguen hasta nuestra orilla. La habilidad propagandística del Kremlin facilita que el terreno mediático esté demasiado embarrado como para forjarse opiniones sólidas sobre el devenir del conflicto. Un veterano en operación quirúrgicas editoriales complejas, R. Emmett Tyrrell, JR, ofrece en The American Spectator un análisis sugerente, incluso a que a los expertos en geopolítica pudiera parecerles un tanto ingenuo. 

Señala el fundador de la revista que Putin ha dilapidado su propia imagen triunfal, exhibiéndose sonriente, «a caballo y sin camisa», y la ha sustituido por contadas apariciones en las que lo vemos al otro lado de una larga mesa, rodeado de sus hombres de la guerra, y con gesto severo, en visible decadencia. No hace tanto, señala, los rusos podían estar orgullosos de su ejército, porque «no era conocido como lo que es hoy, un ejército que comete atrocidades, bombardea hospitales con misiles y envía tanques para arrollar vehículos civiles con civiles todavía dentro». 

Putin no es el que era. «Una sombra oscura y lúgubre se ha apoderado de él», escribe Emmet Tyrrell, su ejército sufre 500 bajas diarias, entre muertos y heridos», según fuentes de la inteligencia estadounidense. «Sus vehículos blindados yacen en ruinas en los bulevares de las ciudades ucranianas. Seguramente el ruso medio se está impacientando con el recuento diario de bajas. Sin embargo, Vladimir persiste». Se pregunta el autor «cuánto tiempo tolerarán los rusos que Vladimir Putin sacrifique 500 rusos al día a un país que no les ha causado ningún daño, al menos ningún daño inicial». Y finalmente, da la clave de lo que muchos piensan que es la salida más razonable para esta devastadora e innecesaria guerra: «Rusia es una democracia fallida, pero no es una oligarquía fallida. ¿Por qué los oligarcas no pueden dejar sus opulentos palacios de placer que flotan en el Mediterráneo y regresar a Moscú para una charla razonable con el presidente Putin? Si no los oligarcas, ¿por qué no los generales y los almirantes? Las cosas no les van bien ahora. Si las cosas siguen como van, con 500 bajas diarias, los generales y almirantes no van a tener quien les lustre los zapatos ni les lustre las medallas».

Tal vez el éxito de las políticas de Trump en el seno del Partido Republicano tenga que ver con la defensa de un conservadurismo sin complejos

Más allá de Putin y la guerra, planea en el horizonte mediático de medio mundo la gran pregunta sobre Donald Trump y su posible vuelta a la carrera a la Casa Blanca. Un análisis desapasionado de Sarah Weaver en The Daily Caller pone todas las cartas sobre la mesa, haciendo hincapié en que el trumpismo está siendo más fuerte y eficaz que los detractores republicanos del expresidente, en cuanto a la colocación y éxitos de los candidatos de las diferentes corrientes. “Los candidatos republicanos que se opusieron abiertamente al expresidente están siendo expulsados ​​por la base republicana«, concluye, «los candidatos respaldados por Trump están ganando sus primarias. La pregunta en el futuro será si los candidatos cercanos a Trump pueden llevar este impulso a las elecciones generales. Es posible que el trumpismo no haya perdido su atractivo entre la base republicana», aunque en opinión de la autora necesitará algo más que esas buenas sensaciones para atraer a una buena masa electoral. 

Tal vez el éxito de las políticas de Trump en el seno del Partido Republicano tenga que ver con la defensa de un conservadurismo sin complejos. En esa batalla, de la que de algún modo fue pionero en nuestra época, la incipiente locura woke ya ocupó un papel fundamental. De aquellos despertares fallidos, de aquellas batallas dadas, llegan poco a poco las pruebas de que había razones para darlas. La locura transgénero de consecuencias devastadoras para jóvenes de todo el mundo no es el asunto más importante, pero sí uno de los ejemplos más sangrantes.

No existe ningún consenso médico en torno a las clínicas de jóvenes transgénero. Es falso. En España y Estados Unidos. El reciente anuncio del próximo cierre de la clínica británica pública Tavistock Gender Clinic, tras demostrarse que no es segura para los niños, reabre en Estados Unidos el debate. Recuerdan los editores de National Review que la Administración Biden ha utilizado repetidamente la falacia del consenso médico para avanzar en sus políticas de promoción y ayudas al cambio de sexo. «Esta mentira es insostenible», señalan. «Ahora que Gran Bretaña da la espalda a la ideología transgénero, el consenso médico y moral en el que insistieron los activistas se revela como una farsa burda que oscurece un escándalo aún más vergonzoso».

Al final, si algo cuenta a lo largo de los siglos, es haber sabido estar en el lado correcto de la Historia en los momentos críticos

Denuncia el editorial de la revista americana que los detransitioners (quienes se han apuntado a tratamiento de transición y más tarde ha cambiado de opinión), víctimas de la enloquecida ideología de género, están siendo silenciados una y otra vez por los activistas. Sus voces no se escuchan, sus denuncias no prosperan ni salen a la luz, sus suicidios nunca abren los telediarios. ¿Quién va a responsabilizarse de toda esta locura? Otra información de National Review recuerda que el británico no es un caso aislado, «Suecia, Finlandia y Francia», escriben, «que no son exactamente países del Cinturón Bíblico, se están retirando de la carrera por los niños transgénero”. 

Al final, si algo cuenta a lo largo de los siglos, es haber sabido estar en el lado correcto de la Historia en los momentos críticos.

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