Podría decir que la llegada de Trump a la Casa Blanca da esperanza a la nueva derecha conservadora en todo Occidente. Pero es más sencillo que eso: da aire al sentido común, a las políticas de la normalidad y el buen juicio, tras años en los que la izquierda demócrata se ha enredado en una maraña sin sentido dejando siempre de lado o en último lugar los intereses de los ciudadanos americanos.
Sin embargo, antes de dar paso a Trump deberíamos detenernos en los regalos envenenados que le ha dejado en los últimos días el expresidente Biden. Entre otros, según repasa Shawn Fleetwood en The Federalist, «la liberación de prisioneros de Guantánamo», el indulto a Hunter Biden, las «restricciones energéticas», el «blanqueo de los fracasos de la política exterior», o eliminar a Cuba de la lista como «Estado patrocinador del terrorismo». Especialmente preocupante es la liberación de 2.500 acusados, según Biden, de asuntos de drogas sin violencia. «Biden está mintiendo o sus principales asesores le están mintiendo», denuncia Jim Quinn en New York Post, y tras repasar varios casos a fondo, concluye que el ya expresidente ha conmutado «las sentencias de asesinos y traficantes sexuales».
Uno de los primeros éxitos de Trump en su nueva etapa se ha producido antes incluso de tomar posesión como presidente. Se trata del acuerdo de alto el fuego en Oriente Medio. Todos hemos aplaudido y nos hemos emocionado el regreso a casa de las tres primeras chicas secuestradas por los terroristas de Hamás, sin embargo, algunos comentaristas conservadores, en un análisis más frío, no están convencidos de que el acuerdo sea bueno para Israel y para Estados Unidos.
«No basta con decir que no tenemos por qué negociar con terroristas y aceptar intercambios unilaterales», escribe Andrew C. Mccarthy, a menudo crítico con Trump, en National Review, «Tenemos la obligación de no hacerlo, dadas nuestras responsabilidades más amplias. Para proteger a los estadounidenses, nuestro gobierno debe adherirse a la conclusión de sentido común de que si recompensamos la toma de rehenes, garantizamos más tomas de rehenes e, inexorablemente, más terrorismo». No obstante, Netanyahu, que agradeció a Biden y a Trump por su participación en las negociaciones deL acuerdo, mantuvo sus reservas sobre el devenir del trato: «El primer ministro israelí enfatizó que Israel está preparado para continuar la guerra si Hamás viola el acuerdo y que el objetivo de Israel es la liberación de todos los cautivos por todos los medios necesarios», señala Bennett Tucker en The American Spectator.
Por su parte, Jake W. Simons considera en New York Post que la amenaza de Trump de crear un infierno sobre Hamás si no accedían a un acuerdo ha sido decisiva, porque ha cambiado la manera en que Estados Unidos negocio con el mundo, tras la debilidad exhibida por Biden: «A pesar de su fragilidad, el acuerdo sobre Gaza es la primera señal tentativa de que, después de todo, la mejor solución puede ser aplicar el garrote»; la imagen del garrote no está mal vista, porque Venezuela, Irán, Rusia, China, y muchos otros están mirando de cerca tratando de interpretar cómo respira la nueva administración. De momento, en la madre de todos los conflictos, el de Israel y Gaza, Trump no ha dudado en apoyar a sus aliados y posicionarse contra la barbarie yihadista.
No es un asunto menor teniendo en cuenta la campaña electoral que se ha vivido en Estados Unidos, con manifestaciones de antisemitismo que no se habían visto antes. El voto judío mayoritariamente demócrata parece haber tocado fondo. «El hecho de que un número significativo de judíos se inclinara por Trump podría marcar un posible punto de inflexión en la relación entre los judíos estadounidenses y los dos principales partidos políticos», escribe Armin Rosen en Tablet Magazine, «las afirmaciones de que las cifras se mantienen estables para los demócratas resultan difíciles de sostener después de un análisis detallado de los totales de votos en los lugares donde realmente viven los judíos».
«Es posible», prosigue, «que las personas que ven al judaísmo como su religión tengan menos probabilidades de ser demócratas inquebrantables que aquellos que creen que es posible ser judío sin ninguna creencia en el judaísmo, en cuyo caso los judíos podrían haber sido de hecho el único grupo demográfico importante que no se tambaleó hacia la derecha en 2024. Pero en el ansioso y violento año posterior a los ataques del 7 de octubre, suficientes judíos pueden haber recalibrado sus propias nociones de identidad».
A propósito, leemos en buena parte de la prensa europea que una nueva ola de extremismo amenaza a Estados Unidos, liderada por Trump. Sale al paso de tanta estupidez Joel Kotkin en Spiked, y es un columnista no precisamente trumpista: «No hay nada nazi en Donald Trump ni en su programa para Estados Unidos». «MAGA y movimientos similares, como el Rally Nacional en Francia, la AfD en Alemania y Reform en el Reino Unido, han cobrado importancia al encabezar una rebelión contra la inmigración desenfrenada, el aumento de la delincuencia y el espíritu posnacionalista del capitalismo contemporáneo», señala, «Trump representa una especie de retroceso al capitalismo cowboy menos restringido, en lugar de un fascismo incipiente».
«Puede verse en parte como un pequeño paso contra este nuevo autoritarismo progresista o liberal. Esto no se debe a que Trump tenga grandes convicciones sobre la libertad de expresión o la libertad, sino a que su ascenso ha socavado la unidad ideológica de la élite oligárquica», concluye.
Probablemente atina todavía más Don Feder en su análisis en Washington Times, decretando, con la vuelta de Trump, «un regreso del orgullo nacional. Las naciones que no están seguras de sí mismas sólo miran hacia dentro. Las que tienen confianza en sí mismas también miran hacia fuera. Se trata de una reacción positiva a décadas de adoctrinamiento antiestadounidense por parte de la izquierda, desde la educación pública, el mundo académico, Hollywood y los medios de comunicación. Hay que enseñar a la gente a odiar a su país».
«El señor Trump está en la posición perfecta para liderar una renovación patriótica. Mientras otros hablan de patriotismo, él actúa», añade, «Trump entiende que la seguridad nacional depende de la renovación patriótica. El candidato a secretario de Defensa, Pete Hegseth, un veterano de guerra, está de acuerdo. Y ahora, muchos jóvenes estadounidenses están jurando lealtad a la causa».