Días difíciles para los Biden. A todo Biden le llega su San Martín. «El jueves por la noche, se supo que Hunter Biden había sido acusado de nueve cargos por múltiples delitos fiscales, incluidos tres delitos graves», escribe Margot Cleveland en The Federalist. Entre otras muchas cosas, «la denuncia de 56 páginas detalla los supuestos esfuerzos de Hunter Biden para evadir impuestos y su estilo de vida disipado, al tiempo que enfatiza que el hijo del presidente tenía tanto los medios para pagar sus impuestos como la oportunidad de hacerlo después de haber recuperado su sobriedad».
«La acusación del jueves establece que los fiscales federales de Delaware tenían amplias pruebas y motivos para acusar a Hunter Biden de múltiples delitos fiscales. Y dado que Weiss prometió que el Fiscal General Merrick Garland le aseguró la autoridad para procesar a Hunter Biden en California, no había ninguna buena razón para que Weiss jugara una mano débil y ofreciera a Hunter Biden una verdadera carta para salir de la cárcel». «Los comités de supervisión de la Cámara de Representantes siguen exponiendo pruebas que implican no sólo a Hunter Biden sino también a Jim Biden y Joe Biden en tales delitos. El fiscal especial Weiss, sin embargo, parece cómodo simplemente concluyendo los procesos que le cayeron encima», concluyen.
«La acusación es mordaz al describir el desagradable estilo de vida del joven Biden», explica Andrew C. McCarthy en National Review, en lo que califica un «desastre para la Casa Blanca», «su profunda deshonestidad y su decisión deliberada de evadir obligaciones fiscales sobre millones de dólares en ingresos y, en cambio, gastar dinero en compañías, drogas, artículos de lujo y cosas por el estilo. Hunter es retratado exactamente como el tipo de evasor fiscal que debería ser procesado».
Daniel J. Flynn, en The American Spectator, ofrece algunos detalles bochornos sobre la acusación. «La acusación detalla los gastos del hotel Chateau Marmont», señala, «el alquiler de un Lamborghini, un pago de Venmo de 1.500 dólares a una stripper por un gasto que describió como ‘obra de arte’, ‘un sitio web que ofrece contenido pornográfico’ y 11.500 dólares por dos noches con una acompañante».
Y eso es solo un aperitivo. Lo de Hunter apesta. Que alguien que entonces era ex vicepresidente y uno de los políticos más influyentes de Estados Unidos, me refiero a su padre, no supiera nada, no parece creíble, pero si fuera verdad, entonces resulta de una incompetencia infinita. Y en cualquier caso, todos los que trabajaron para ocultar las fechorías de Hunter Biden tienen también las manos manchadas de strippers y evasiones fiscales.
Pero si pensabas que todo esto daría lugar a un ejercicio de autocrítica en la izquierda, es porque has olvidado cómo se comportan los líderes políticos y mediáticos del progresismo posmoderno. ¿Qué crees que están haciendo a esta hora? Llamar fascista a Trump, por supuesto.
«Está claro que si alguien ha abusado de la palabra fascismo son los liberales y la izquierda», escribe Jenny Holland en Spiked, «de hecho, han abusado tanto del término que la afirmación ‘Trump es literalmente Hitler’ ahora es objeto de burlas interminables en los memes de Internet». «El problema con tantas de estas advertencias es que hemos visto por nosotros mismos lo que sucedió cuando Trump fue elegido en 2016», añade. «De hecho, la democracia no murió en la oscuridad durante su mandato, por mucho chantaje emocional que nos lanzara el Washington Post”.