En un sorprendente ensayo en The American Conservative, Micah Meadowcroft clama por la vuelta a lo bĆ”sico y, en particular, la vuelta al bisonte y a la Ā«renovación de la naturaleza salvajeĀ». Ā«Turner simplemente tenĆa razónĀ», escribe, Ā«en que ganar un desierto moldeó la psique nacional de una manera poderosaĀ». El argumento es discutible, pero sin duda inspirador para los conservadores que estĆ©n dispuestos a mantenerse siempre bajo el paraguas de un cierto espĆritu autocrĆtico: Ā«No es necesario que sea tierra productiva o tierra personal la que se devuelva a la pradera; es difĆcil ver cómo se podrĆa argumentar que las adquisiciones masivas de propiedades por parte de multimillonarios, inversores institucionales y extranjeros podrĆan alguna vez servir a los estadounidenses normales mejor que la experiencia del ecosistema que inspiró y nutrió a sus antepasadosĀ».
Quien tal vez estĆ© trazando ese mismo camino de regreso a los bĆ”sicos es el Partido Demócrata, que prefiere dar visibilidad al zombie Biden que a su prometedora segunda. Cuenta David Keltz en The American Spectator que desde que Biden proclamó a Harris como su compaƱera en la carrera hacia la Casa Blanca hasta hoy, la figura de la vicepresidenta, que entonces la prensa progresista mundial agrandó con desmesura, se ha ido empequeƱeciendo hasta haber desaparecido del mapa, tras encadenar en pocos meses una larga retahĆla de meteduras de pata bastante mĆ”s históricas que su propio nombramiento. Su paulatina caĆda en desgracia, mĆ”s extraƱa aun teniendo en cuenta la incapacidad manifiesta del presidente, esconde una buena lección para quienes se desesperan soportando a ministros incompetentes que hoy parecen atesorar todo el poder del mundo: les llegarĆ” tambiĆ©n la bajada a marchas forzadas.
Ā«Nos dijeron que era una candidata a la vicepresidencia inspiradora y competenteĀ», escribe Keltz, Ā«que lograrĆa hazaƱas gloriosas y llevarĆa a nuestro paĆs a la grandeza. Su futuro polĆtico supuestamente nunca se vio mĆ”s brillante. Al menos eso es lo que proclamaron los medios corporativos de izquierda, aparentemente olvidando que Harris fue rechazada enfĆ”ticamente por su propio partidoĀ». Ā«El hecho es que no importa cómo la Casa Blanca o los medios corporativos traten de darle la vuelta, Harris simplemente no es una buena polĆtica, razón por la cual el Ćŗltimo promedio de RealClearPolitics tiene su Ćndice de aprobación en un abismal 36 por ciento, con un 52 por ciento de desaprobación de su desempeƱo. Cuanta mĆ”s gente ve a Harris, mĆ”s se expone su incompetencia. Cuanta menos gente la ve, mĆ”s irrelevante se vuelveĀ», seƱala antes de concluir que Ā«Harris ya es un pato cojoĀ».
Y eso en el contexto de un gobierno en el que, del presidente para abajo, nadie puede presumir de nada. La Ćŗltima polĆ©mica sobre la que editorializa National Review es un buen ejemplo, y resulta ademĆ”s ilustrativa del modo en que la izquierda posmoderna maneja a la opinión pĆŗblica como un rebaƱo donde la vara son las leyes mĆ”s disparatadas. Ā«El gobierno federal ya no sabe si es posible, despuĆ©s de mĆ”s de 100 aƱos de uso generalizado, manejar de forma segura una estufa a gasĀ», comienza el editorial de la revista. Biden ha decidido volver a utilizar la fórmula esquiva de los expertos āabstractos y volublesā: Ā«la ācienciaā de repente dice que las estufas de gas son los nuevos cigarrillosĀ». Ā«Los progresistas han decidido aumentar el alarmismo sobre su estufa con dos tĆ”cticas confiablesĀ», aƱaden, Ā«Primero, convertirlo en un problema por el bien de los niƱos, con un estudio de cuatro pĆ”ginas sobre el asma infantil publicado por activistas y el secretario de energĆa. En segundo lugar, decir que las estufas de gas son racistas, sin importar cuĆ”n tenue sea realmente la conexión entre el tema y la razaĀ».
Al concluir su anÔlisis, los editorialistas de National Review, Ôcidamente inspirados esta semana, lanzan una pulla a los progresistas: «Los demócratas han dicho durante mucho tiempo que no quieren al gobierno en el dormitorio, pero nunca dijeron nada sobre la cocina, y su apetito por la extralimitación regulatoria es insaciable».