«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu

La izquierda ya es global

The American Conservative

Como en la mejor tradición de su propia Historia, una de las características de la izquierda posmoderna, identitaria y ambientalista es la uniformidad. Por eso vemos a socialistas de toda la vida ser acusados de fachas por unas declaraciones en las que, en algún diminuto aspecto, se salen de la vía oficial de lo que dicta el Catecismo Progre Contemporáneo. Debe ser angustiante militar en una corriente así, donde la libertad es un gas irrespirable, pero allá cada cual. Lo cierto es que esa uniformidad se está viendo respaldada por la tendencia globalizadora: las políticas idiotas y los métodos radicales de los bolivarianos ya están tan presentes en Madrid como en Nueva York o en Caracas. 

Una de las características de la izquierda posmoderna, identitaria y ambientalista es la uniformidad

Prueba de ello es que la arremetida progresista contra los que oran en la puerta de los abortorios no es exclusiva de España, sino que sucede en otras latitudes europeas y, más aún, en Estados Unidos. Jordan Bloyd certifica en The Federalist el final del Estado de Derecho bajo el mandato de Biden: «El arresto de defensores de la vida pacíficos, pero no de los defensores del aborto violentos, confirma que el Departamento de Justicia de Biden no aplica la ley por igual».

La obsesión contra los oradores es una prueba más del verdadero carácter de la política abortista que defiende la izquierda, la más genuinamente inspirada por Satanás

La obsesión contra los oradores, bajo la falsa premisa de primar la libertad de la mujer –como si la oración de un desconocido tuviera el poder de arrebatársela-, es una prueba más del verdadero carácter de la política abortista que defiende la izquierda, la más genuinamente inspirada por Satanás, que se alimenta y se gloría del baño de sangre de los bebés inocentes en el altar maldito del abortorio. 

En los últimos días, también ha sido noticia la amenaza nuclear de Putin. El general Wesley Clark analiza en New York Post cómo podría ser realmente un ataque nuclear ruso y cómo debería responder Occidente. «En los ejercicios rusos de los últimos años se ha empleado la doctrina rusa de ‘escalar para desescalar’; se dispara una o más armas nucleares contra, digamos, una ciudad polaca, después de lo cual la OTAN termina sus operaciones en lugar de responder». Por más que el autor considera que las amenazas de Putin son «esencialmente psicológicas», estima que «si Rusia usara armas nucleares contra Polonia o algún otro miembro de la OTAN, la OTAN no tendría más remedio que responder de la misma manera»; «tiene disponibles unas 100 bombas nucleares desde aviones, así como misiles nucleares estadounidenses, británicos y franceses que podrían atacar a Rusia». Si bien, concluye, «algunos en Occidente han expresado sus temores ante una Tercera Guerra Mundial, parece poco probable que Putin tome una escalada tan profunda en este punto, especialmente con China e India al margen, distanciándose de su conflicto y sin duda oponiéndose a tal paso».

Muy diferente es el análisis que realiza en The Federalist William Wolfe, alto funcionario del Pentágono durante el mandato de Trump. Tras condenar la invasión rusa de Ucrania, recomendar tomar en serio a Putin, y advertir que el uso de «cualquier tipo de armas nucleares» resultaría en «una escalada masiva», Wolfe plantea que a Estados Unidos no le merece la pena arriesgarse a un conflicto nuclear en un análisis que es probable que no compartan muchos conservadores pero que resulta igualmente interesante: «¿Qué pasaría si Rusia usara un arma nuclear táctica en el campo de batalla en Ucrania? Para ser claros, eso sería una escalada desastrosa y mortal en una guerra ya desafortunada. Sin embargo, incluso si Rusia lo hiciera, ¿qué posible beneficio podría haber para los EE. UU. y para los ciudadanos estadounidenses al responder de la misma manera? Ninguno en absoluto». Y añade: «¿Por qué nuestros líderes están tan seguros de que Putin estaría dispuesto a sufrir un ataque serio y luego retroceder? La arrogancia supera a la creencia».

Los militares americanos que hayan sobrevivido a la instrucción en diversidad serán ahora instruidos en acción climática y ambientalismo

Sin salir del ámbito de las políticas de Defensa, y continuando con la expansión global de la locura progresista, Daniel J. Flynn satiriza en The American Spectator con los peligros del nuevo plan de acción climática que Biden ha arrojado sobre la Fuerza Aérea, cuando no han pasado ni diez días desde que Fox News desveló cursos de capacitación inclusiva en la misma Academia, en los que instan a los militares a utilizar palabras que «incluyan todos los géneros» y a evitar decir cosas como «papá» y «mamá». 

Los militares americanos que hayan sobrevivido a la instrucción en diversidad serán ahora instruidos en acción climática y ambientalismo, y tal vez entre una cosa y otra quizá se quedan sin tiempo para que alguien les enseñe como se lanza una maldita bomba. Flynn prefiere tomárselo con humor y pide a Biden que elija entre calentamiento global o pronombres inclusivos: «El logro de la misión requiere un enfoque similar al de un láser. Si la historia militar nos dice algo, es una advertencia contra la tentación de luchar en dos frentes. Elimine los complejos recalcitrantes con respecto a la biología o destruya al enemigo del calentamiento global en el azul salvaje de allá», porque hacer ambas cosas «es poner en peligro la vida de los hombres y mujeres en servicio al desorientarse de la misión».

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