En el gigante comunista algunas piezas del engranaje están empezando a moverse. No es la primera vez, y no es probable que haya grandes resultados. Pero los chinos están intentando hacerse oír, hartos de la gestión totalitaria de la pandemia, primero, y de todo lo demás, después. Muchas voces conservadoras están pidiendo que la Casa Blanca alce la voz para apoyar a los manifestantes. Seguramente debería de hacerlo. Sin embargo, el análisis que ofrece Doug Bandow en The American Conservative es más profundo que eso: «Obviamente, la vista del pueblo chino desafiando a sus supervisores es maravillosa de contemplar. Sin embargo, la influencia de Washington es mínima. Los factores externos no desencadenaron las protestas, que reflejaron el descontento interno con el Gobierno. La ira popular estalló a pesar de los mejores esfuerzos de Beijing por censurar y bloquear todo lo que no haya sido aprobado por el PCCh. Fuertes agravios personales hicieron que la gente desafiara un aparato de seguridad brutal».
Los chinos están intentando hacerse oír, hartos de la gestión totalitaria de la pandemia, primero, y de todo lo demás, después
«A la mayoría de los estadounidenses les gustaría ayudar, pero las propuestas de intervención son miopes, incluso imprudentes. Hay poco significativo que Washington pueda hacer», añade, «por desgracia, las sanciones personales, utilizadas contra funcionarios en Xinjiang y Hong Kong, son casi totalmente simbólicas». Con una visión controvertida que muchos conservadores no compartirán, pero desapasionada y estratégica, Bandow propone que no sea el Gobierno americano quien endurezca el mensaje contra China: «Los estadounidenses y otras personas de buena voluntad deben opinar de forma independiente y alentar a Beijing a permitir que el pueblo chino exprese sus opiniones y aborde sus quejas», propone, «los líderes tecnológicos y los innovadores deberían trabajar en herramientas para atravesar el Gran Cortafuegos, lo que permitiría a los chinos obtener información sin la censura del PCCh».
«La era Xi aún no ha visto manifestaciones a esta escala, simultáneamente en varias ciudades de China», escriben los editorialistas de National Review, «la Casa Blanca emitió una declaración criticando tibiamente las medidas de cero covid de Beijing como ineficaces y afirmando que la administración apoya el derecho de las personas a manifestarse en todas partes, incluso en China. La declaración pasó por alto el sufrimiento humano absoluto que han causado esas políticas, y el ingenio y la valentía de los manifestantes que buscan un respiro de la tecnotiranía del covid de Beijing». La revista coincide parcialmente con Bandow en el análisis estratégico: «el presidente Biden y sus ayudantes dudan en hablar con demasiada franqueza, por temor a alimentar la propaganda del Partido que presenta a las fuerzas extranjeras como los principales impulsores de las protestas», «nadie sabe hasta dónde se extenderán estas protestas, pero los manifestantes merecen nuestro apoyo. Pase lo que pase a continuación, debemos enviar un mensaje claro a Beijing: el mundo está mirando».
Más allá de China –pero como ahora veremos, no mucho más allá– se está fraguando la primera gran guerra digital
Más allá de China –pero como ahora veremos, no mucho más allá–, en el cosmos tecnológico, se está fraguando la primera gran guerra digital, con las amenazas de Apple al nuevo Twitter de Elon Musk. John Daniel Davidson en The Federalist pone el dedo en la llaga del Partido Republicano y, casi sin excepción, de la derecha occidental, que parece no haber entendido lo que está ocurriendo ni lo que está en juego: «La amenaza de Apple de eliminar Twitter de su tienda de aplicaciones por el delito de ser un foro un poco más abierto para la libertad de expresión bajo Elon Musk ha sido recibida con un coro de indignación y amenazas sustanciales de acción en el Congreso por parte de los líderes republicanos. Es broma. Los republicanos apenas han dicho nada al respecto, y los republicanos establecidos no han dicho nada en absoluto. Con la excepción del gobernador de Florida, Ron DeSantis, quien ofreció su opinión sobre un asunto fuera de su competencia como gobernador, la amenaza de Apple de aplastar a Twitter ha sido respondida más o menos con silencio».
«Apple y su CEO, Tim Cook, están totalmente del lado del autoritarismo, aquí y en el extranjero», escribe Davidson, «ciertamente están del lado de la China comunista, que en este momento está tratando de reprimir las protestas masivas contra la política draconiana de «cero covid» del PCCh. El presidente chino, Xi Jinping, envió tanques a la ciudad oriental de Xuzhou esta semana; no es que lea mucha cobertura al respecto en la prensa corporativa. Da la casualidad de que China está trabajando para sofocar las protestas y reprimir la libertad de expresión con la ayuda de Apple». «Dado que Apple es un colaborador activo del estado policial de China, no sorprende que Apple también esté del lado de un Partido Demócrata cada vez más autoritario», concluye antes de reclamar a los conservadores que se posicionen con claridad en esta batalla. Todo el movimiento conservador occidental debería hacerlo. Ser una controversia digital y parecer algo brumoso y lejano, no lo hace un asunto menor. De hecho, lo hace más peligroso para las libertades.