«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
crónicas del atlántico norte

Las voces críticas del conservadurismo

El representante republicano de la Cámara de EEUU, Kevin McCarthy. Europa Press.

Algunas voces de alarma asoman por el cosmos mediático conservador: ¿Está el Partido Republicano haciendo todo lo posible en su labor de oposición a Biden? Por primera vez en mucho tiempo, coinciden en pocos días varios artículos críticos con la manera en que muchos republicanos están haciendo su trabajo. «La mayoría del Partido Republicano es un partido de falsa oposición», denuncia Shwan Fleetwood en The Federalist, «nunca pelean por temas que importan cuando importan y rutinariamente ceden en las principales luchas políticas de nuestro tiempo».

El calentón de Fleetwood, en esta ocasión, es por el republicano Mike Johnson, de Luisiana, presidente de la Cámara de Representantes, que había generado ciertas expectativas en su nuevo cargo. «No pasó mucho tiempo hasta descubrir que Johnson es tan débil como sus predecesores republicanos», escribe, denunciando que «se rendirán una vez más ante los demócratas en una importante lucha por el gasto público».

«Al fin y al cabo, los votantes republicanos deben darse cuenta de que los políticos trabajan para el pueblo, y no al revés», concluye el articulista, «si un republicano electo no lucha y vota en función de los intereses de sus votantes, corresponde a los conservadores participar activamente en las primarias republicanas y expulsarlos del cargo. Hasta entonces, los conservadores deberían seguir esperando más de lo mismo: que los demócratas destruyan el país mientras los republicanos se quedan mirando».

También existe una tensión de fondo entre los propios republicanos. Stephen Moore publica en The Daily Caller un controvertido artículo muy crítico con los NatCons o «conservadores nacionales», en oposición a «conservadores de la libertad»: «Un nuevo ala del Partido Republicano —los conservadores nacionales o «Nat Cons»— está adoptando la retórica declinista de Bernie Sanders. Que la clase media estadounidense se ha quedado atrás en los últimos 40 años y que todos los avances económicos han ido a parar a los estadounidenses más ricos y a las grandes corporaciones», denuncia. «Los NatCons dentro y fuera del Congreso parecen haber olvidado la famosa ocurrencia que dijo Ronald Reagan hace unos cincuenta años: las nueve palabras más aterradoras en inglés son: Soy del gobierno y estoy aquí para ayudarte».

Emily Jashinsky analiza también en The Federalist las dos almas del conservadurismo americano, si bien buscando un tono conciliador: «Es cierto que tanto la Declaración de Principios del Partido Conservador Nacional (que firmé) como la Declaración de Principios del Partido Conservador de la Libertad son destilaciones útiles de las llamadas Nueva Derecha y Vieja Derecha», escribe, «el principal desacuerdo entre NatCons y FreeCons son sus prioridades», porque «muchos desacuerdos aparentes tienen sus raíces más en la retórica y en desacuerdos de prioridades que en la ideología».

La autora enumera una larga lista de puntos de acuerdo de las dos facciones conservadoras y una pequeña lista de desacuerdos. Entre los primeros se encuentran asuntos como «fronteras seguros y sistema migratorio sensato», «minimizar la censura política», «poder judicial independiente», «los excesos del extremismo medioambiental», o «primacía del matrimonio y la familia». Entre los temas en disputa, «libre comercio», «espionaje doméstico» o «religión pública».

«Estos desacuerdos sobre retórica y prioridad no deben minimizarse. Son significativos», concluye. «Aún así, vale la pena considerar cuando las disputas intestinas en la derecha se desbordan, si la aparente división, que a menudo parece y se siente muy amarga, coloca a los dos bandos en diferentes estadios o en diferentes secciones de lo mismo».

Tal vez una de las grandes ventajas del conservadurismo contemporáneo es su capacidad de mantener debates internos sobre asuntos fundamentales, sin que eso les pida encontrar puntos en común y alianzas estratégicas en la política práctica. En la izquierda posmoderna no hay debate. Hay aceptación o cancelación. Eso empobrece.

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