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Crónicas del Atlántico Norte

¿Una nueva generación perdida?

Periódicos. Unsplash

«En nuestra sociedad posreligiosa, la vida se ha reducido a un proceso biológico que debe optimizarse en aras de la aprobación social». El ensayo de Forrest Robinson en The Federalist es una completa provocación. «La generación Z tiene menos citas, renuncia a más trabajos, no asiste a la iglesia y pasa la mitad de su tiempo despierto online. Si los Zoomers necesitan atención, usan Instagram. ¿Aburrido? Netflix o Youtube. ¿Caliente? PornHub. ¿Hambriento? Uber Eats«. La marca de agua es el desapego. «Gen Z sólo se preocupa por un tema en particular cuando un supuesto grupo de víctimas está supuestamente oprimido», señala, «tan pronto como desaparece la última tendencia política, los Zoomers dejan de preocuparse».

Hay tantos dardos dolorosos en el Demasiado muerto para vivir y demasiado vivo para morir que es inevitable que uno o varios nos traspasen el corazón. En el recuerdo, una nueva vuelta a la generación perdida que retrató F. Scott Fitzgerald: «Un siglo después, la Generación Z se encuentra en una posición similar». «El pasado nos acecha y un tormentoso futuro se vislumbra en el horizonte», añade, «incluso en nuestros momentos más felices, hemos llegado a esperar que algo malo esté a la vuelta de la esquina. La ansiedad aflige a muchos Zoomers: más de la mitad de nosotros ya pensamos que la humanidad está condenada». «La horda de zombis de la Generación Z marcha sin pensar», concluye, «lista para movilizarse pero no para prosperar».

Ben Stein parece recoger el guante en The American Spectator, con una carta abierta con «algunos consejos gratuitos para un joven que mira hacia el futuro». «En este mundo, lo mejor que se puede tener es salud. Lo segundo mejor es un cónyuge maravilloso. Estos dos cosas están en gran medida fuera de tu control»; sinceridad ante todo. Y luego está lo de la pasta. «La forma más fácil y segura de obtener capital es a través de la educación«, apunta, «la educación es capital». «Como capitalista, tienes más dinero, un nivel de vida más alto y el respeto de tus semejantes», añade en la conclusión, «Capital. De eso se trata la vida. También puede ser un capital espiritual, saber adorar a Dios».  

De eso precisamente habla esta semana Micah Meadowcroft en The American Conservative. A cuenta de la Semana Santa, también en nuestro país hemos visto a iluminados tratando de reducir al Cristo glorioso de la resurrección en un Jesús doliente, asesinado por algo parecido a una lucha de poderes, al que sólo se honra su memoria por la injusticia cometida. Bien es cierto que también sufrimos otro tipo de disparates, esta vez desde la secta tecnológica. «Cuando la cristiandad occidental entró en la Pascua el domingo, las mentes de un mundo poscristiano naturalmente se volvieron hacia la resurrección«, señala Meadowcroft, denunciando que el Sábado Santo un tuitero tecnólogo recomendó a sus huestes «grabar regularmente a padres, ancianos y seres queridos», asegurando que con suficientes datos, existen «un 100% de posibilidades de que vivan contigo para siempre después de dejar el cuerpo físico. Esto debería ser posible incluso a finales de año». «Esto no es vida eterna», clama el autor de The American Conservative, «ni siquiera la fama imperecedera —kléos áphthiton— de Homero y del mundo clásico».

Si en España fue una pieza de El País pasando por alto la divinidad del Cristo crucificado, en la CNN americana a Bart D. Ehrman, que gusta del Viernes Santo «porque predica un siervo agonizante y sufriente, y eso también tiene consecuencias políticas», pero «se resiste a un Jesús resucitado». «El viernes necesita el domingo», zanja Meadowcrof. «Sin Pascua, Jesús no es Cristo, sino un oscuro maestro religioso en el antiguo Cercano Oriente asesinado brutalmente por herejía, y sus milagros y ministerio habrían muerto con él».

Tal vez esta esperanza, siempre tradicional y nueva cada año, aporte la primera luz que necesita la generación dormida a la que alude Robinson, para levantarse de cama y empezar a vivir.

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