Vivimos en una sociedad en la que la palabra «impuesto» es quizás una de las más gastadas del diccionario español. Es imposible oír un discurso político en el mundo moderno sin que no se mencione.
Lo peor de todo es no saber para qué sirven unos impuestos determinados que se mantienen con ligeros incrementos a lo largo del tiempo, pero que se desconoce dónde van… salvo para engrosar las arcas del Estado.
Un ejemplo son los impuestos medioambientales En España, los principales son el Impuesto sobre Vehículos de Tracción Mecánica (IVTM), que grava la propiedad de los vehículos de motor; el Impuesto sobre la Electricidad, que grava el consumo de electricidad; el Impuesto sobre el Dióxido de Carbono (CO2), que grava las emisiones de CO2 de los vehículos de motor; el Impuesto sobre la Contaminación Atmosférica, que grava las emisiones de contaminantes atmosféricos; y el Impuesto sobre la Contaminación de las Aguas, que grava las descargas de contaminantes en las aguas.
Y por todos estos conceptos el Estado ingresó 293.742 millones de euros desde 2008 hasta 2022, según el último informe que acaba de publicar el Instituto Nacional de Estadística. Esta cantidad de dinero la han pagado las empresas y los hogares. Las primeras han pagado 135.573 millones de euros y los hogares han pagado 158.204 millones.
El Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico señala que las principales partidas de gasto de los impuestos medioambientales son los dedicados a energía, en los que se han gastado 108.238 millones de euros en financiar políticas de eficiencia energética, energías renovables y movilidad sostenible; a reducción de la contaminación y en donde se han gastado 103.084 millones de euros para financiar este tipo de políticas (en contaminación atmosférica, hídrica y de residuos): y a la naturaleza, a la que han dedicado 82.420 millones de euros para políticas de conservación de la biodiversidad, de los espacios naturales y de la gestión forestal.
Así, España ha gastado 293.000 millones entre biodiversidad, mejora de la contaminación y financiar energías renovables cuando mantiene un paro estructural del 12%, casi un tercio de los jóvenes no tiene trabajo y sufre una emergencia demográfica sin precedentes.