Los datos sobre la inversión extranjera bruta en España durante los primeros meses de este año han reflejado una caída del 45,3% en comparación con el mismo trimestre de 2024. Mientras que el año pasado el flujo de inversión alcanzó los 7.439 millones de euros, este año apenas ha llegado a 4.067 millones, situándose en niveles similares a los registrados durante la pandemia. Según los datos publicados por la Secretaría de Estado de Comercio del Ministerio de Economía, la desinversión ha aumentado un 35,6% en el primer trimestre del año, alcanzando los 2.024 millones de euros.
En 2025 los resultados han mostrado una entrada de capital inusualmente baja y una salida demasiado elevada. La caída en la inversión neta ha sido aún más pronunciada, con una disminución del 65,6% respecto al mismo periodo de 2024, con sólo 2.043 millones de euros entrando en España. Asimismo, la inversión en capital y patrimonio ha descendido un 50,2%, situándose en 3.455 millones, mientras que la inversión neta en capital y patrimonio fue negativa entre enero y marzo de 2025, con una caída del 73,7%, totalizando 1.431 millones.
El informe publicado la semana pasada por el Índice Kearney de Confianza para la Inversión Extranjera Directa 2025, junto con el Instituto de Estudios Económicos (IEE), ha coincidido en los factores que explican esta pérdida: inseguridad jurídica, demoras y falta de eficacia en los procesos legales; protección insuficiente de los derechos de propiedad, especialmente en sectores como el inmobiliario; complejidad regulatoria y exceso de burocracia; incentivos fiscales limitados para la inversión extranjera directa; aumento de los costes empresariales; e inestabilidad política, fragmentación parlamentaria, corrupción y ausencia de Presupuestos Generales del Estado.
Además, el informe ha subrayado que España debe adaptarse a las regulaciones europeas, que imponen normativas estrictas y generan costes adicionales tanto para empresas extranjeras como locales. Otros motivos señalados para la disminución del atractivo son la baja cualificación de la mano de obra, la pérdida de facilidad para hacer negocios y la escasa captación de talento extranjero por parte de las empresas. Por estas razones, Kearney concluye que Italia, que ha mejorado en estos aspectos, ha superado a España en el ranking de destinos más atractivos.