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La Declaración de Nairobi cuenta con el respaldo de los líderes del continente

Los líderes africanos respaldan un impuesto global al carbono para pagar la «energía verde» en los países más pobres

Los países africanos se encuentran ante un dilema imposible: tienen por delante el reto del desarrollo económico, que los países del Primer Mundo consiguieron a partir del carbón y del petróleo, pero se les prohíbe usar esa misma fórmula de escape del subdesarrollo.

Así que su respuesta a las presiones de los países desarrollados para que se valgan sólo de las infradesarrolladas y aún poco fiablesenergías renovables ha sido muy simple: «Si queréis que las usemos, tendréis que pagárnoslas».

Lo han dicho en la Primera Cumbre Africana sobre el Clima con un argumento muy sencillo, casi desesperado: ningún país debería tener que elegir entre aspiraciones de desarrollo y esa «acción climática» que desde África suena a capricho de ricos. África tiene 1.300 millones de habitantes, una población que se habrá duplicado para 2050.

¿Y de dónde saldría el dinero? Los africanos piden formalmente a los líderes mundiales que apliquen un impuesto global al carbono sobre los combustibles fósiles, la aviación y el transporte marítimo y usen lo recaudado para construir la infraestructura africana de energía verde.

Un documento recién publicado insta a los líderes mundiales a «apoyar la propuesta de un régimen global de impuestos al carbono». La Declaración de Nairobi cuenta con el respaldo de los líderes del continente y pide a los mayores emisores del mundo de gases de efecto invernadero a cumplir sus promesas. Porque el Primer Mundo ha incumplido una tras otra, como la de hace ya 14 años de destinar 93.000 millones de euros anuales a las naciones en desarrollo en financiación climática. Hoy África sólo recibe el 12% de lo que necesita al año para hacer frente a los desafíos climáticos que se le exige, calculados en 280.000 millones de euros.

Los jefes de Estado africanos harán de este documento la base de sus negociaciones en la Cumbre del Clima de noviembre en Dubai, la COP28. La declaración, adoptada por unanimidad, también pide que les dejen procesar en el propio continente sus inmensos recursos minerales, porque, dicen, «descarbonizar la economía global es también una oportunidad para contribuir a la igualdad y la prosperidad compartida».

África teme, no sin justificación, que la «lucha contra el cambio climático» se convierta en un instrumento para impedir su desarrollo industrial y que Occidente pueda seguir adquiriendo a bajo precio sus recursos naturales. Por eso en la cumbre han presentado a África, no tanto como una víctima del cambio climático sino como una solución, con sus enormes yacimientos de los minerales que necesita la energía renovable.

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