Las declaraciones non petitae del líder del Partido Popular, Pablo Casado, en la cadena Ser en las que ensalza al PSOE como un gran partido, elogia su compromiso constitucional y lo lisonjea como coedificador del ‘Estado del Bienestar’ serían risibles… si estuviéramos para reírnos.
Si alguna vez lo fue, hace ya 17 largos años que el PSOE dejó de ser un gran partido. Con la victoria de José Luis Rodríguez Zapatero tras la matanza del 11-M y aquella jornada de reflexión que a Pablo Casado ya se le ha olvidado, los españoles padecimos a un Partido Socialista que abandonó, si alguna vez lo tuvo, todo sentido de Estado y que nos gobernó con una visión mezquina, pequeña y desinformada del esfuerzo generoso de generaciones de españoles para encontrarse en la Transición a la democracia. Aquel Partido Socialista que gestionó tanta riqueza y la transformó en miseria, no fue grande ni de lejos, salvo que Pablo Casado entienda que hay grandeza en dividir a los españoles y helarnos la sangre.
Del compromiso constitucional del PSOE elogiado por Casado hay serias dudas. Acercarse de vez en cuando a las bibliotecas, lo que viene siendo leer, es útil para entender el papel menor, oscuro en algunos puntos, del PSOE pecesbarbiano en la redacción de nuestra Carta Magna. Pero más allá de investigaciones históricas, haría bien el líder del PP en repasar la deslealtad constitucional que, entre otras muchas, supuso aquella apelación de Zapatero al Parlamento de Cataluña como sujeto de soberanía y que, ahora sin duda alguna, es cómplice de la deriva secesionista de un nacionalismo desbocado.
Y ya por último, ese elogio de Casado a la coautoría del Estado del Bienestar (una construcción socialdemócrata de manual) es una butade que no merece más explicación que susurrar la cifra de 85.000 muertos en una nación que va hacia la ruina económica por la falta de previsión, la desorganización y la desvergonzada gestión ideologizada socialcomunista de ese gran partido liderado por Pedro Sánchez y aliado de terroristas y golpistas que nos descogobierna.
Entendemos la apuesta de Pablo Casado y de la fracción dirigente de su partido por la centralidad rajoyista desprovista de convicciones, pero haría bien en recordar, por el bien de los españoles, que el centro político jamás ha sido un espacio geográfico.
En palabras sencillas: no hace falta arrimarse a los alacranes, sobre todo cuando debajo de la piedra hay una izquierda sectaria, corrupta y pequeña. Al PSOE de Zapatero y de su discípulo aventajado, el doctor (?) Sánchez, coautores (estos sí), de un manual para la destrucción de la nación española, se le puede y se le debe combatir también desde ese limbo centrista en el que pace el PP con mirada indiferente.
Aquel gran partido que una vez sí que lo fue. Hace ya mucho tiempo.