«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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29 de marzo de 2023

La democracia burlada

Clara Ponsatí. Europa Press

En estos últimos 45 años hemos visto a la democracia escarnecida muchas veces con perversiones del Estado de Derecho que hace 46 no creímos que fueran posibles. Cualquier lector puede recitar sin apenas esfuerzo una larga lista de burlas que, en una increíble pirueta final, el bipartidismo, una parte por activa y otra por pasiva, ha ido convirtiendo durante estas décadas en derechos, cuando no en obligaciones.

Lo que no habíamos visto, hasta hace bien poco, era la modificación consciente de nuestro ordenamiento jurídico para aminorar o eliminar la carga penal de unos pocos, muy limitados y conocidos, criminales prófugos de la Justicia. No cabe, por ahora (nunca dos palabras juntas fueron tan pesimistas), mayor burla al Estado de Derecho.

Esto es lo que ha ocurrido con la derogación a la carta del delito de sedición. Sus efectos los hemos visto hoy con la detención en Barcelona de la ex consejera del Gobierno golpista de Puigdemont, Clara Ponsatí, hasta ayer prófuga y hoy, gracias a la derogación del delito de la que era rea y que eludió con una fuga cobarde, en libertad con el cargo muy menor de desobediencia que en ningún caso pagará con pena de cárcel.

Podríamos quejarnos hasta quedarnos sin dedos de esta humillación que alarga la distancia ya oceánica entre los españoles y sus gobernantes, pero preferimos mirar al futuro para escribir que mucho nos tememos que no será suficiente con reconstruir todo lo destruido y levantar lo derrumbado.

No bastará con volver al statu quo ante, a la situación anterior, sino que habrá que crear nuevas bases culturales, sólidas con tendencia a lo granítico, para que los españoles dejemos de aceptar que nuestros gobernantes regalen victorias a los enemigos de la nación histórica.

En este sentido, no será suficiente con recuperar el delito de sedición, sino que una nueva y por fin responsable mayoría política, consciente de la catástrofe que para el futuro de España es permitir que haya traidores entre nosotros, debe fortalecer la conciencia nacional de los españoles por todos los medios culturales disponibles para que no haya enemigo interior o periférico que no se lo piense dos, tres y hasta mil veces antes de atentar contra la indisoluble unidad de España, sin la cual nada tiene sentido.

O que si después de pensarlo, delinque y se da a la fuga cobarde, jamás vuelva. Y a nadie le importe un comino.

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