«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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8 de febrero de 2022

Más Magreb

La ocurrencia de Más Madrid —el partido de izquierda que lidera la oposición en la Asamblea madrileña tras el desastre socialista en las elecciones de mayo— de reclamar que las calles del Distrito Centro se rotulen en árabe, bengalí y wólof «por ser las lenguas maternas de la mayor parte de las minorías que viven en esos barrios» y así luchar contra la xenofobia y el racismo, es, a todas luces, una mamarrachada. Una más de esta izquierda que padecemos que se niega a encarar los problemas derivados de la inmigración ilegal que ellos —welcome refugees— han fomentado.

Si no fuera porque la propuesta conlleva el uso abusivo del dinero de los impuestos de los cansados contribuyentes, y si no fuera porque la inmigración desordenada está causando un grave perjuicio a la seguridad de los madrileños, la ocurrencia de los de la médica y madre Mónica García, al servicio del niño de la beca y presunto delincuente violento Íñigo Errejón, no merecería más comentario que unas carcajadas.

La realidad nos informa cada día de que la izquierda no se entera de nada. Las clases trabajadoras que ellos decían defender son hoy las primeras perjudicadas por la fuga mental de la izquierda que hace tiempo que abandonó la calle y los barrios para refugiarse tras los muros de casoplones pagados con nuestro dinero o en pisazos con vistas al Parque del Retiro. La defensa que hacen de cualquier ilegal y de cualquier ilegalidad, daña de una manera notable a los inmigrantes legales que vienen a España a tratar de prosperar. Su incontinencia a la hora de presentar ocurrencias y disparates perjudica la confianza de los ciudadanos en las instituciones y daña a los políticos que trabajan de manera honrada y seria porque caen en el mismo saco que estos malversadores profesionales

Esta izquierda urbanita, cortoplacista, vaga, que abusa del dinero público que no es de nadie, que se dice activista allá donde debería decir chiringuista, y que se niega a defender las fronteras que protegen nuestra soberanía y nuestra identidad, es una izquierda ciega ante los hechos.

Si es que hay que gastarse dinero en acciones de inclusividad, estamos convencidos de que la inmensa mayoría de los madrileños vería con agrado que se tradujera a cualquier lengua —árabe, bengalí, wólof (que hoy hemos aprendido que es u idioma que se habla en el francófono Senegal) y hasta al esperanto—, una comunicación masiva en los países de origen de esta inmigración tantas veces ilegal sobre el deber inexcusable de respetar la identidad de la nación de acogida, las leyes que les son propias, la seguridad de sus nacionales y los derechos humanos fundamentales. Y si no, puerta. (وإذا لم يكن كذلك ، الباب en árabe).

El día que eso ocurra, habremos dado un enorme paso para desterrar la xenofobia, porque así todos los españoles y los inmigrantes legales que trabajan con nosotros, podremos seguros de que cualquiera que llega a España conoce gran parte de lo que necesita saber para integrarse. Y no nos referimos a unas paguitas.

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