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24 de noviembre de 2022

Viva honrada la Guardia Civil

Un agente de la Guardia Civil en la comandancia de Pamplona, en Navarra (Eduardo Sanz / Europa Press)

El Gobierno tiene la enorme ventaja de que la Guardia Civil es un cuerpo militar cuyos funcionarios están obligados a guardar un silencio neutral incluso ante las decisiones injustas. Si no fuera así, todos sus soldados, da igual su empleo, desde el primero de sus generales al último agente de la escala de cabos y guardias, podrían explicar durante horas y en alta voz por qué la presencia del Benemérito Instituto a lo largo y ancho de España es un elemento vertebrador de enorme importancia porque da continuidad permanente a la idea de que hay un orden por encima de cualquier desventura política.

Más en concreto, en los 178 años de vida de la Guardia Civil, el Instituto armado ha vivido dos repúblicas, una restauración, varias revoluciones, dos dictaduras, una dictablanda, una guerra civil, varias guerras coloniales, un desastre, una transición y, hoy, una democracia liberal defectuosa. En todos esos momentos, la inmensa mayoría de sus agentes ha servido a España y en toda España, da igual si aquí o en ultramar, derramando su sangre sin titubeos, con sacrificio, honor y una abnegación que sólo podemos reconocer y agradecer.

Por lo tanto, la Guardia Civil como elemento vertebrador de España y como autoridad legítima sancionada por la Historia, es anterior al régimen constitucional que hoy disfrutamos y también padecemos. Esa vinculación inveterada entre el Instituto y los españoles a los que sirve, hace que la Guardia Civil sea España y España sea, mucho antes que casi todo, la Guardia Civil. Alterar en lo más mínimo su presencia en cada rincón de España es lo mismo que atentar contra nuestra identidad.

Es decir, que da igual si quien pide que se retire a la Guardia Civil de una región española es la escoria proetarra de Bildu, el Papa de Roma o el oráculo de Delfos. La respuesta de un Gobierno sensato que no tome a España por su cortijo y que tenga respeto por la Historia, debe ser siempre un no rotundo… aunque si lo exigen los enemigos de la nación, y ese es el caso evidente de Bildu, la respuesta cabal debería ser aumentar los efectivos del Instituto en cualquier región amenazada por el secesionismo. Nada bueno trama, y esto es rigor histórico, quien quiere a la Guardia Civil, al orden y a la ley, lejos.

Insistimos: no es porque sea Bildu/ETA. Es cierto que el daño moral es mayor si un Gobierno pacta una retirada de la Guardia Civil con unos miserables de extrema izquierda que se aprovechan de las deficiencias de nuestro ordenamiento para ensuciar los escaños del Congreso. Pero si mañana lo pidiera el PP, como amagó hace un par de años el propio Feijóo con su abstención a una propuesta del Bloque Nacionalista Gallego en ese sentido, también habría que rechazarla de plano.

El Benemérito Instituto, guarda fiel de España entera, pide muy poco a cambio de tanto como nos ha dado en estos 178 años. Lo que quiere es lo que canta en el último verso de su himno: vivir honrada. Conceder su retirada, lo pida quien lo pida —el colmo es que sea por exigencia de la basura proetarra—, a cambio de unas migajas de poder es deshonrarla. La Guardia Civil, sacrificada, austera, leal, disciplinada, abnegada y siempre benemérita, con el honor como divisa, no se merece esto.

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