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en el continente

La Cumbre de las Américas denota la escasa autoridad de Biden

Joe Biden, el presidente de Estados Unidos
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden. Europa Press

La Cumbre de las Américas, el evento cuya única gracia es reunir a todos los países del nuevo continente, empezó el lunes 6 de junio exponiendo la carencia de su razón de existir: no sólo no fueron todos los países, sino que los pocos invitados que aceptaron el convite lo hicieron buscando la oportunidad de enfrentar al anfitrión.

La reunión, que recién comienza, ya deja una importante enseñanza: Joe Biden no puede organizar un cónclave medianamente digno en su propia casa y su influencia en el continente que habita es mucho menor a la de cualquiera de sus antecesores. El encuentro, que tiene lugar en la ciudad de Los Ángeles, parece una comedia de enredos alrededor de las invitaciones, desplantes, ausencias y declaraciones incendiarias.

Se trata de la novena edición del encuentro que, en sus albores, aspiraba a la creación de algún acuerdo de integración similar al europeo, pero que se fue desvaneciendo en propósitos y regularidad, azotado además por la tensión histórica entre los miembros que se plasmó en contracumbres que ponían de manifiesto estas disputas. Designado nuevamente anfitrión, EEUU ha debido dedicar más tiempo a la convocatoria de los descarriados que al tema del evento en sí mismo. Biden debió encargar gestiones de alto nivel para asegurarse de que los mandatarios viajarán a Los Ángeles porque entendió que si seguía perdiendo participantes, la cumbre podría llevarse a cabo en un ascensor…y sobraría lugar.

El lema de la Cumbre, que durará hasta el 10 de junio, es de una carencia de sustancia y originalidad pasmosa: Construyendo un futuro sostenible, resiliente y equitativo, o sea la nada misma. Los delegados trabajarán sobre cinco ejes: democracia y gobernabilidad; desarrollo verde sostenible; salud y resiliencia; transformación digital y energía. En casi todos estos ejes, la hegemonía de la Agenda 2030 hace que no existan diferencias y que los planteos sean bien chatos y homogéneos. El problema se suscita con el temita de la “democracia” ya que hay muchas y distintas posturas sobre esta palabra en la región. La Cumbre cuenta con el apoyo de organizaciones multilaterales como la Organización de Estados Americanos (OEA). Justamente acá empiezan las trifulcas por el rol de este organismo ante la denuncia de fraude en la elección presidencial de 2019 en Bolivia que, según Evo Morales, devino en un “golpe de Estado” en su contra. O sea, que el presidente vicario de Morales, Luis Arce, necesitaba una excusa para bajarse del encuentro. Y la encontró.

El presidente Biden excluyó de la cumbre a las dictaduras de Venezuela, Nicaragua y Cuba y esto provocó la reacción de muchos mandatarios a la cabeza de los cuales estaba el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador: “Acerca de la Cumbre, ya puedo informarle al pueblo de México que no voy a asistir, va en mi representación y la del Gobierno, Marcelo Ebrard. Y no voy a la Cumbre porque no se invita a todos los países de América y yo creo en la necesidad de cambiar la política que se ha venido imponiendo desde hace siglos. La exclusión, el querer dominar sin razón alguna, el no respetar la soberanía de los países, la independencia de cada país”, comenzaba así una cadena de rebeldías y confusiones que son las verdaderas protagonistas del evento.

El caso de la semirebeldía del presidente de Argentina, Alberto Fernández tal vez sea el más patético. Fernández anunció públicamente su amenaza de concurrir en sintonía con AMLO pero, a fines del mes pasado, se reunió en la Casa Rosada con Christopher Dodd, asesor especial del Gobierno de Estados Unidos destinado a convencer uno por uno a los invitados para que asistan a la IX Cumbre. Luego de la reunión, el mandatario argentino “ablandó” su firme promesa a AMLO a cambio de un encuentro bilateral con Biden en el Salón Oval a fines de julio. Fernández cambió entonces su discurso y sostuvo que el cambio se debía a que iba para llevar la voz de la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) a la dichosa cumbre. Una actitud muy común, por cierto, en el presidente argentino.

Pero Alberto pagó cara su claudicación, AMLO seguirá ausente y aún así también se ganó el pack bilateral + foto Salón Oval en la que ya anunció que «quiero tratar con él el tema de la integración de todo América y también temas como inflación y reforma migratoria”. Otro que se ganó el acceso al Salón Oval fue el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, cuyo apoyo al expresidente Trump y su no alineación con la política exterior de Biden hacían dudar de su presencia. La gélida relación entre ambos mandatarios, plasmada en el último G20 presagiaba otro faltazo, así que a Biden no le quedó otra que seguir agendando bilaterales para que no se le caiga la presencia del gigante sudamericano. Respecto de Chile, el presidente comunista Gabriel Boric asistirá, aunque corren las versiones de que llevará posturas “muy críticas” hacia Washington, en amplio desafío hacia los anfitriones.

Resulta al menos paradójico que Cuba y Venezuela resulten excluidas por EEUU, justo en el momento en que el Gobierno de Biden se encuentra flexibilizando sanciones y restableciendo relaciones diplomáticas. La disonancia interna de la Administración Biden genera confusión ya que nada ha cambiado respecto de las atrocidades que se cometen a diario tanto en Cuba como en Venezuela pero se sigue hablando de levantar sanciones y retomar el comercio con esas dictaduras mientras se las excluye, justamente, por ser dictaduras. Queda por saber si Biden entiende lo errático de sus decisiones.

La administración demócrata, tarde y a las apuradas, ha vuelto a poner los ojos sobre la región, tratando de acrecentar su influencia ante el inexorable avance de China en su ascendente sobre estos países. Un rol clave para esto han tenido la primera dama Jill Biden y la vicepresidente Kamala Harris, pero han sido de poca ayuda. Incluso países muy aliados del Gobierno de EE.UU. faltarán, por más atenciones que les dispensen las dos señoras. Los mandatarios de Honduras, Guatemala y El Salvador tampoco irán a Los Ángeles a pesar de que Kamala Harris anduvo caminando arduamente la zona y hasta soportó estoica el calor de enero para estar en la toma de posesión de la presidente hondureña Xiomara Castro quien afirmó: “Asistiré a la Cumbre solo si están invitados todos los países de América sin excepción. El estudio más digno de un americano es América’”.

También le dieron la espalda al presidente demócrata organizaciones como la Comunidad del Caribe (Caricom), la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP) y el grupo de Puebla. En lo que respecta al rebelde inicial, AMLO, si bien no consiguió realizar la contracumbre bajo el paraguas de CELAC por estas zancadillas intercambiadas con Alberto Fernández, hasta el momento se arroga la victoria de que tampoco se invitará a Juan Guaidó, reconocido como presidente encargado de Venezuela por 50 países, incluida la administración norteamericana. Sin embargo, en las últimas horas, fuentes oficiales de la organización declararon que “si bien Estados Unidos descartó la invitación de Juan Guaidó a la Cumbre de las Américas, estarán algunos miembros del Gobierno interino”, hecho que promete caldear aún más los ánimos.

El éxito de la cumbre aún está en duda, aunque es posible que los países más grandes saquen tajada de la fiesta de bilaterales que el presidente norteamericano ha tenido que conceder. Para Alberto Fernández sería un logro gigante, si consideramos que su imagen está por el piso, ya casi no le quedan funcionarios leales y su vicepresidente Cristina Kirchner le come poder como una termita furiosa. Ella no consiguió tan siquiera un saludo digno de Obama cuando fue presidente.

Todo está por verse, pero la antesala de la Cumbre ofrece un panorama del abismo que hoy existe en el vínculo entre Estados Unidos y el resto de América. La agenda y temario del evento, como ya se ha visto, no propone nada más que un montón de palabras vacías para homenajear a una Agenda 2030 que en nada sirve a la región. La prensa mundial y en especial la norteamericana señala, no sin mofa, esta concatenación de idas y venidas en torno a los invitados a la cumbre ya que son indicativas de la escasa autoridad de la Administración Biden y el abierto distanciamiento de algunos países de un Estados Unidos cada vez más involucrado en la guerra en Ucrania y que busca enfrentar los avances comerciales y estratégicos de China en su “patio trasero”. Haber tenido un fuerte apoyo en América hubiera sido clave para la administración de Biden. Pero hasta ahora el objetivo se ve lejano.

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