Mis diarios parecen cansados, y no es para menos. En todas mis primeras Puigdemont aparece como un cómico de monólogo, solo bajo los focos en un enorme escenario.
Yo entiendo la broma, si quieren que les diga la verdad, pillo el chiste. Puigdemont le ha tomado la medida a este gobierno, y frente a la legalidad a la que apela Madrid, impone la suya. Calcula que, en el peor de los casos (para él), el resultado será el caos bajo la atenta mirada de nuestros socios europeos e internacionales.
Vivimos un tiempo en el que no hay nada más glorioso y triunfante que ser una minoría que se dice oprimida. Las minorías no pueden pecar y tienen siempre razón, no importa lo que hagan. Es la inversión perfecta del principio democrático.
El Gobierno dice cosas; dice, sobre todo, que de ninguna manera va a pasar lo que está pasando delante de nuestras narices. Los fiscales prohíben que se obedezcan las órdenes que emanan de los mismos órganos a los que se está obligado a obedecer, a veces en sitios donde el Estado dejó de tener ya una presencia que recuerden sino los más viejos del lugar.
Sé que muchos, muchísimos lectores respirarán aliviados ante las garantías (verbales) que ha dado el gobierno de Madrid de que no se celebrará el referéndum. Me temo que no entienden que el resultado del desbarajuste previsible será mucho mejor para los secesionistas que un plebiscito perfectamente ordenado y con garantías, que podrían perfectamente perder.
El secesionismo tiene la fuerza de la marea contra la roca: se retira, pero solo para volver al rato, hasta que la roca se gasta. Y la roca celebra cada retirada como un triunfo definitivo.
Mis diarios parecen cansados, y no es para menos. El País abre contándonos que ‘El Gobierno de Cataluña se instala en la desobediencia’, algo con lo que podría haber salido la semana pasada o la próxima, sin novedad en el frente catalán.
ABC está un poco por lo mismo, ya que si su titular principal reza: ‘Hacienda interviene los pagos de la Generalitat’, comenta la foto de marras con un ‘Suma y sigue’.
No es que don Carles no sepa perfectamente que el Estado tiene todos los ases institucionales en su mano para impedir la secesión, pero también sabe que no se atreverá a sacarlos; que hará lo mínimo, y hasta eso será aprovechado en favor de la causa nacionalista.
Se indigna veladamente el titular de apertura de El Mundo: ‘El separatismo abre campaña sin que el Gobierno lo impida’. Tampoco es novedad, ¿verdad?
Rajoyista hasta la muerte, el titular que abre La Razón hace parecer que el Gobierno reacciona y titula que ‘El Gobierno toma el control de las cuentas de la Generalitat’.
¿Y qué? ¿Cuánto puede durar eso? Mientras, toda la confusión que genere esa medida se sumará a la cuenta de agravios que los nacionalistas pongan ante los ojos de los catalanes.
La desconexión no es lo que estamos viendo; esto es, si acaso, el colofón; la desconexión es lo que no hemos querido ver en 37 años, un proceso sembrado con amoroso cuidado por el Estado cediendo y los nacionalistas tomando.