Hay días que la política se parece extraordinariamente a la prensa del corazón, quizá porque la hemos sentimentalizado hasta el paroxismo. Hoy es uno de esos días. Iñigo Errejón, el payaso de las bofetadas en la pareja cómica de Podemos, se ha vengado de la mayor ofensa que nos puede hacer el vencedor: el perdón condescendiente. Y se va con Carmena, que seguro que le hace más casito.
Llevaba el niño unas semanas despistando al personal, hablando de patria e incluso elogiando artículos de Juan Manuel de Prada, olisqueando un cambio en las corrientes políticas que su señorito Pablo, henchido de sorberbia, fue incapaz de ver. Seguir lanzando alertas antifascistas y convocando ‘a los barrios’ desde un casoplón de La Navata ha sido una última contradicción, potro salvaje, que no ha sabido cabalgar.
El País titula que ‘La ruptura de Iglesias y Errejón los enfrenta en la batalla por Madrid’, donde veremos si el niño ha jugado bien sus cartas o acabará recalando en la Comunión Tradicionalista Carlista.
El Mundo, breve, señala: ‘Estalla Podemos’. Nos parece exagerado; no puede estallar un globo que lleva ya meses desinflándose.
ABC, que abre con un perfil de moneda de Errejón, no resiste el juego de palabras: ‘Podíamos: Errejón se rebela contra el absolutismo de Iglesias’.
Tampoco pueden los de Marhuenda luchar contra el calambour, aunque va por el personaje más que por la formación: ‘Errejonazo a Podemos’.
Lo he comentado en alguna otra ocasión: Podemos vio su ventana de oportunidad con la protesta del 15M y la tontería que muchos creyeron de la transversalidad, pero esos calentones electorales -y este fue muy fuerte, que a poco nos da un disgusto- tienen que triunfar rápido, porque no pueden durar. Y la OPA sobre Izquierda Unida fue el beso de la muerte, como mentar la bicha, y acabará exactamente con los números habituales, marginales, de Izquierda Unida.
