Vox es como ese forastero que se instala en un adormecido pueblecito donde todos se conocen y revoluciona la vecindad con sus extrañas costumbres, haciendo que apenas se hable de otra cosa en los corrillos y agitando cuestiones que se han venido tapando durante años. Hoy mismo, y sin hacer nada nuevo de relevancia informativa, es el protagonista explícito de tres de mis cuatro cabeceras, e implícito en la cuarta.
Esta cuarta es El País que, más ducho en manipulaciones que todos los demás, sabe que nada puede perjudicar a la formación verde tanto como el silencio. Pero encuentra el modo de transmitir el mensaje que quiere con respecto a Vox sirviéndose de un pretexto inernacional, Suecia. En Suecia, partidos tradicionalmente rivales -léase, los que llevan turnándose en el gobierno desde la Segunda Guerra Mundial- se han unido para aislar al pujante partido Demócratas Suecos, el populismo de allí: ‘Suecia ensaya un gran pacto para aislar a la ultraderecha’.
Y por si queda algún lector poco avisado que se pregunte por qué el diario de reverencia español ve tan importantes los arreglos electorales suecos como para sacarlos en su primera, un sumario debajo del titular lo aclara: ‘Sánchez: «Otros deberían aprender del acuerdo sueco». Como queriendo decir.
Naturalmente, el primer partido que aparece tocado por la irrupción de Vox en la política práctica española es el Partido Popular, que ve en la nueva formación el Fantasma de las Navidades Pasadas y, probablemente, también el de las Futuras.
El Mundo y ABC dedican su foto de primera al mismo acto, Casado presentando a los candidatos ‘peperos’ a la Comunidad de Madrid y a la alcaldía, Isabel Díaz Ayuso y José Luis Martínez-Almeida, respectivamente. Los dos candidatos se posicionan usando a Vox como punto de referencia, lo que resulta bastante significativo. En El Mundo titulan con un entrecomillado de Díaz Ayuso: «Vox no propone nada que no haya visto antes dentro del PP».
No sé si la candidata se da cuenta de la terrible acusación contra su propio partido que suponen sus palabras. Hay bastante de cierto en ellas, pero la implicación obvia es que los populares han traicionado sus principios y a su electorado. Si Vox viene a ser el PP antes de abandonar a sus votantes, ¿para qué seguir votando al PP? Y, sobre todo, ¿por qué el PP llama ‘extrema derecha’ a un partido que ‘todo’ lo ha sacado del PP y que el partido de la gaviota defendía hasta que decidió que era más comodo dejar que el PSOE se ocupara de la ideología?
Tampoco acierta Casado con la cita ‘inspiracional’ en el acto de presentación, recogida por El Mundo como pie de foto: «Nosotros, pocos y felices», banda de hermanos. La extrae de la mejor arenga de la historia de la Literatura, la que pronuncia Enrique V antes de enfrentarse a las tropas francesas, mucho más numerosas y descansadas, en Agincourt. Es un disparate, claro, porque toda la gracia de la cita es hacer referencia a tropas que se enfrentan a un enemigo muy superior en número y condición, a una situación desesperada en la que le determinación y el valor van a contar más que la cantidad. Pero el Partido Popular es el más votado y ha gobernado varias veces en democracia; es decir, la cita es mucho más apropiada para Vox, quedando los populares en la analogía, si acaso, como una sección de la caballería francesa.
ABC, con una foto del mismo momento, de cartel electoral de los ochenta, titula: ‘Casado rearma al PP en Madrid para apuntalar su liderazgo’. Me gusta ese verbo, ‘apuntalar’, que sugiere un edificio en ruinas al que se añaden puntales de emergencia para que no se venga abajo. Pero me interesa más la cita que destaca el diario, esta del candidato a la alcaldía: «No me identifico con Vox». Mala cosa esa de definirse por lo que no se es; recuerda a la razón que adelantaban muchos comentaristas americanos en su día para votar a Hillary Clinton: que no era Trump. Dudo que sea buena estrategia la de presentarse como candidato por defecto.
Y La Razón: ‘Casado hará una refundación ideológica del PP frente a Vox’. Llegas demasiado tarde, princesa.