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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

La cara oculta de la luna

La LIVG es el perfecto ejemplo de cómo desde hace años es solo la izquierda la que hace cosas, y de cómo ser conservador supone ser un progresista con cierto retraso.

ABC se ha ido a la luna. A la cara oculta de la luna, para más abundamiento, huyendo quizá del debate andaluz, que está que quema. ‘China clava su bandera en la cara oculta de la luna’, nos explica sobre un montaje en el que una bandera roja, a todas luces desproporcionada, aparece sobre nuestro poético satélite como uno de esos alfileres de colores que pinchan los generales en un mapa de operaciones.

Mientras, en nuestro planeta, el resto de sus competidores parece más interesado por ese pacto andaluz para echar a Susana Díaz que no acaba de concretarse. El País informa satisfecho que ‘La presión de Vox abre las primeras fisuras en PP y Cs’. Tiene toda la lógica del mundo si tenemos en cuenta que el tira y afloja se refiere a una ley, la de violencia de género, a la que ambos partidos se opusieron en su día. La LIVG es el perfecto ejemplo de cómo desde hace años es solo la izquierda la que hace cosas, y de cómo ser conservador supone ser un progresista con cierto retraso (temporal, no se me subleven). A la izquierda se le puede ocurrir la más disparatada de las ideas -vendida siempre como una ‘ampliación de derechos’- en la certeza de que se acabará convirtiendo en parte del consenso político a no mucho tardar. Lo que hoy es una locura, con el mero paso del tiempo y después de un sonado fracaso, se convierte en el sentido común más elemental, dogma intocable, transversal y apartidista.

PP y PSOE no lo entienden, pero la gente ha votado Vox con la lejana esperanza de que este proceso imparable deje de ser un rasgo fijo de la vida política, de que, votes lo que votes, salga izquierda. Y no, no lo entiende como podemos leer en el primer titular de El Mundo: ‘El PP ofrece a Vox dar ayudas a hombres por violencia doméstica’. Se trata de desmontar una gigantesca red clientelar en la que las mujeres maltratadas son una mera excusa, desmontar un sinfín de chiringuitos en los que colocar amigos y con los que agradecer lealtades y el PP le propone añadir uno más. No tienen solución.
El drama de nuestra democracia es ese, que votes lo que votes tienes lo mismo. La confirmación viene abajo, en la misma página: ‘La mayoría de los votantes de todos los partidos pide la prisión permanente’. ¿Cómo es posible que lo que quiere una mayoría de votantes de todos los partidos no lo defienda ninguno de los que tiene escaños en el Congreso? ¿Eso no es completamente disfuncional?

En La Razón opinan que los ya socios andaluces opinan que Vox va de farol en su órdago: ‘PP y Cs descartan que Vox fuerce otras elecciones’. No sé si Vox puede permitirse ir de farol. No, de hecho no lo creo, porque sería su fin antes de haber apenas empezado. La principal razón para votar a Vox es la esperanza de que no vaya de farol con sus principios, que haga lo que dice que va a hacer. Si parpadea en este duelo, pierde.

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